Cuando no está en Nueva York, el artista disfruta de sus paseos por la Quinta de los Molinos o por el Rastro, en Madrid. Sus hobbies son descubrir restaurantes y el movement training, que practica en la calle y en casa.
Fotografía: Thomas Canet
«Vivo a caballo entre mi estudio de Madrid y mi oficina en Nueva York, que sueño con trasladar algún día a Los Ángeles, porque me recuerda al Berlín de hace 20 años. En Madrid tengo mi vida familiar, aunque estoy metido en una vorágine tremenda de trabajo y apenas puedo disfrutar del ocio. Proyectos como Storming Times Square, una intervención de vídeo en 47 pantallas que hice en Times Square, o la exposición Fluctuaciones, que acabo de montar en la Sala Alcalá 31 de Madrid, me absorben mucha energía. Tengo que confesar que me he pasado media vida delante del ordenador o encerrado en un laboratorio fotográfico, pero a partir de los 50 años he descubierto que lo que me gusta es moverme.
Últimamente estoy muy interesado en el movement training , que practico en mi casa o en la calle e implica una relación mucho más física con tu espacio. Mediante una serie de movimientos sutiles se crean conexiones neuronales entre el cerebro y distintos grupos musculares, al tiempo que fortaleces la espalda, que siempre ha sido mi punto débil, y los abdominales. Dentro de esta corriente, lo que más me divierte es el animal flow, basado en los movimientos de animales. Se me da bien el oso, pero mi reto es la lagartija, el más completo y el que requiere mayor fuerza abdominal.
Mi mujer, Rebeca, canadiense, también está muy volcada en esta afición. Nuestra casa-estudio madrileña está cerca del parque de la Quinta de los Molinos, y vamos allí a hacer ejercicio con nuestra perra Lluvia. Rebeca y yo somos bastante caseros, pero Madrid se ha convertido en una gran ciudad de experimentación culinaria, y nos gusta descubrir nuevos restaurantes. Yo soy muy fan de Fismuler, tanto por la comida como por el interiorismo, el servicio o los conciertos de jazz por la noche. También frecuento Olivia Te Cuida, El Imparcial o El Vergel, este último por su cocina ecológica.
Aunque nos encanta salir al cine y el teatro, acostumbramos a ver series. La última que nos ha enganchado es Alice Grace, basada en una novela de Margaret Atwood. Como periodista frustrado, para mí es sagrado leer prensa. Sigo a columnistas americanos como Thomas Friedman, del New York Times, que habla de economía y tecnología en el contexto político (un tema que me obsesiona) y a Charles Blow, del New Yorker. Me interesan mucho los cambios populistas y la posverdad como inspiración artística.
Adoro el Rastro, y aunque no voy lo suficiente, allí siempre encuentro material interesante para mis obras. En mi tiempo libre también me gusta hacer safaris fotográficos: salgo de casa sin destino fijo y acabo en los lugares más insólitos. Una vez terminé en la chatarrería La Muñoza, junto a Barajas; hice muchas fotos de aquel amasijo de cables, tuberías y CDs que luego me sirvieron de inspiración».
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