Renunció a estudiar Medicina para centrarse en el baloncesto y, gracias a su enorme talento, con 21 años fichó por la NBA, donde ya suma 17 temporadas. En su libro Bajo el aro, Pau Gasol comparte los valores que lo han llevado a la cima de su carrera: humildad, compañerismo y entrega. “Las palabras imposible o inalcanzable no forman parte de mi vocabulario”, afirma el pívot de los San Antonio Spurs.
El 3 de septiembre de 2006, a las dos de la tarde, Pau Gasol completó uno de los partidos más importantes de su vida. España acababa de derrotar a Grecia en la final del Mundial de Baloncesto de Japón… y él no anotó ningún punto. No puso ningún tapón ni cogió ningún rebote. “Aquel día jugué desde el banquillo sin poder apoyar el pie izquierdo en el suelo. Eso sí, aun con muletas, di todo el apoyo moral y emocional a mis compañeros”, recuerda. Fue elegido MVP del campeonato.
Dos días antes, en la semifinal contra Argentina, había dado una lección de pundonor. A falta de 1 minuto y 36 segundos para el final del partido, se rompió el quinto metatarsiano. Cojeando y entre lágrimas, afrontó su responsabilidad: metió dos tiros libres y confió en sus compañeros para rematar el encuentro. “Fueron los 90 segundos más largos de mi carrera”.
El resto ya es historia. España ganó su primera medalla de oro en un Mundial y Gasol se convirtió en un superhéroe planetario. “Fue el triunfo de una historia de ilusión, esfuerzo, unidad y humildad. Aquella victoria no fue casual, sino fruto de muchos veranos compitiendo juntos, de un equipo que había aprendido de sus errores y que, gracias a las adversidades, había crecido y madurado”, cuenta en su libro.
A sus 38 años, Pau Gasol (Barcelona, 6 de julio de 1980) atesora tres medallas olímpicas, un Mundial, tres Eurobasket, dos anillos de la NBA y dos ligas ACB, entre otros títulos, lo que lo convierte en el jugador más laureado del baloncesto español. Con 21 años fue el primero, tras Fernando Martín, en ingresar en la NBA, tras dar el salto en 2001 del FC Barcelona a los Memphis Grizzlies. Luego vinieron los Lakers, los Bulls y los Spurs, equipo que le renovó hasta 2020. Gracias a su capacidad de adaptación, también es uno de los más longevos: lleva 17 temporadas en la NBA, donde la media es de cinco años. Su sueño es retirarse en la liga americana. “Soy un competidor y tengo la ambición de seguir alargando lo que ha sido una carrera increíble”, asegura quien, tras la retirada de su inseparable amigo Juan Carlos Navarro, es el último representante activo de la generación de los juniors de oro.
Pese a su currículum superlativo, Bajo el aro deja claro que “los superhéroes no existen”. La entrevista tiene lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, veinte minutos antes de la presentación de su libro. Sentado al fondo de la sala, sus 2,14 metros, 120 kilos y 50 de pie no impresionan tanto… hasta que se levanta. Su rostro, enmarcado en una barba cuidada, transmite calma y cercanía. Y su discurso, aunque esté en promoción, suena sincero y pausado, muy lejos del piloto automático que suelen activar otras estrellas deportivas.
Cuando habla de su papel como embajador de buena voluntad de Unicef o de la Gasol Foundation, fundada junto a su hermano Marc para luchar contra la obesidad infantil, emerge también su estatura moral. Educado, humilde y carismático, no sorprende que, año tras año, encabece los rankings de personajes más valorados por los españoles, junto a Rafa Nadal.
Vestido con camisa blanca y chinos marrones, choca verle “disfrazado” de persona normal, sin su habitual uniforme de partido. Pero luce con estilo la ropa a medida de Tommy Hilfiger. “De momento no trabajo de forma pública con esta firma. Es un acuerdo de imagen como influencer: ellos me proporcionan ropa y yo la luzco con alegría”, cuenta con desenfado.
PREGUNTA. ¿Estaría dispuesto a anunciar calzoncillos, como hizo Rafa Nadal en una campaña reciente?
RESPUESTA. En principio no entra en mis planes. No tengo necesidad y estoy en un momento de mi vida más maduro… Si me hubiera pillado 10 o 15 años antes, igual lo hubiera dado todo [risas].
P. Dedica Bajo el aro a su familia. Sus padres, Marisa (médico) y Agustí (ATS), le inculcaron valores clave en su carrera.
R. Su apoyo ha sido crucial, tanto como persona como deportista. Mi madre, tras largas jornadas en el ambulatorio, nos preparaba la cena. Mi padre venía a buscarnos a Marc y a mí a los entrenamientos. En 2001, cuando fiché por los Grizzlies, pidieron un año de excedencia y nos fuimos todos a Memphis. Mis hermanos Marc y Adrià dejaron el colegio. Fue duro, pero decisivo para que yo pudiera funcionar.
P. ¿Tener talento no basta para triunfar?
R. Para desarrollarlo hay que esforzarse, tener disciplina, ser perseverante… No basta con decir “soy bueno y no necesito trabajar”. El talento solo te lleva hasta cierto punto. Si te apoyas demasiado en él, acabas perdiendo.
P. ¿Qué es para usted un buen líder?
R. Ser líder no es ser el mejor, sino sacar lo mejor de los demás. El liderazgo exige inteligencia emocional, no autoritarismo.
P. En el colegio le llamaban “Fido Dido” por lo larguirucho. ¿Su estatura fue un hándicap?
R. A los 14 ya medía 1,89 y a los 16, dos metros. Me sentía distinto, objeto de miradas y bromas, algunas de mal gusto.
P. ¿Sufrió acoso escolar?
R. No exactamente, pero los niños pueden ser crueles. Con el tiempo entendí que aquello que me hacía sentir diferente acabó siendo un regalo. Me permitió construir autoestima y dedicarme al baloncesto.
P. Aunque para ello tuvo que renunciar a su sueño de ser médico.
R. Sí. De pequeño soñaba con curar el cáncer y el sida, sobre todo tras enterarme de que Magic Johnson tenía la enfermedad. En 1999, el mismo año que debuté con el Barça, empecé Medicina. A mi madre le dolió que dejara la carrera por el baloncesto. Fue un momento difícil para todos.
P. ¿Cómo mantiene la motivación tras tantos años?
R. Con ilusión, ambición y un gran inconformismo. Y gracias a los valores que aprendí en casa y durante mi carrera: humildad, compañerismo, entrega. No puedes confiarte: jugar bien una temporada no garantiza nada la siguiente.
P. ¿Cómo se explica su longevidad en la NBA?
R. Por mi capacidad de adaptación. A nuevos sistemas de juego, roles, compañeros… Y por saber dejar el ego a un lado. No todos pueden jugar 30 minutos o meter 20 puntos. A veces hay que anteponer el bien del equipo.
P. “El ego es el mayor enemigo del trabajo en equipo”, asegura. ¿Cómo se controla?
R. Con liderazgo claro. Phil Jackson, mi entrenador en los Lakers, era brillante en eso. Sabía qué podías aportar y cómo sacar lo mejor de ti. El talento colectivo gana campeonatos.
P. Cuando llegó a los Lakers con 27 años, aceptó el rol de secundario frente a Kobe Bryant.
R. Lo tenía clarísimo. No iba a competir con Kobe, iba a complementarle. Mi objetivo era ayudar al equipo a ganar. Si hubiese buscado más protagonismo, habría sido un error.
P. ¿Cómo se sobrepone a las derrotas?
R. Relativizándolas. Estoy en un momento en que relativizo mucho. Una derrota debe servir para salir al día siguiente con más fuerza.
Fotos: Sergi Pons RE

Contra el cáncer y la obesidad infantil
Pau Gasol tuvo que abandonar sus estudios de Medicina para centrarse en el baloncesto, pero ha sabido aprovechar su popularidad para llenar ese hueco. En 2001, durante su primer año en Memphis, empezó a colaborar con el hospital Saint Jude, pionero en la investigación y el tratamiento del cáncer infantil. Cada año visita a los niños en los hospitales pediátricos con los que ha colaborado, ya sea en Los Ángeles, Chicago, Memphis, San Antonio o Barcelona. “La posibilidad de arrancar una sonrisa a un niño que hace semanas no sonríe es maravilloso”, dice el jugador, que desde 2003 es Embajador de Buena Voluntad de Unicef. Con esta ONG ha conocido de primera mano la situación de la infancia en países como Sudáfrica, Chad, Angola o Irak. También ha visitado los campamentos de refugiados sirios en Líbano y ha viajado a Indonesia para solidarizarse con los rohingya, que huyen del genocidio birmano. Su labor en Unicef le animó a crear en 2013, junto a su hermano Marc, la Gasol Foundation, que tiene como objetivo reducir los índices de obesidad infantil, proporcionando medios y fomentando hábitos saludables.