Hemos preguntado a Elena Urizar, una de las pioneras en España en pensamiento visual, por qué el visual thinking es una disciplina cada vez más demandada. Se basa en escuchar al interlocutor, sintetizar los datos obtenidos y plasmar el resultado en un mapa de ideas. Ella lo ha hecho con Fuera de Serie.
Cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, Elena Urizar (Bilbao, 6 de agosto de 1968) respondía con desparpajo: «Hacer dibujos animados». Perteneciente a la generación de Mazinger Z y La abeja Maya, de niña devoraba los tebeos de Astérix y «flipaba» con La Pantera Rosa, «un dibujo muy sintético que transmite todo con la mayor simplicidad». En el colegio pintarrajeaba todos sus libros. «Es lo que ahora se llama doodling [garabatear]. Tuve que convencer a una monja de que así me concentraba más», recuerda entre risas esta bilbaína de carácter risueño, melena rubio platino y abultado currículo. Licenciada en Bellas Artes, tras acabar la carrera consiguió una beca de Diseño Gráfico en el Museo Guggenheim de Nueva York. Para despedirse de la agencia de comunicación de Madrid donde hacía prácticas, en vez de una carta envió una viñeta: «Me dibujé dentro de un avión que despegaba del puente colgante de Bilbao, pasaba por la Puerta de Alcalá y aterrizaba junto a la Estatua de la Libertad. Me resultaba mucho más práctico hacerlo así», precisa.
De vuelta en Madrid, Elena trabajó en otra agencia especializada en gastronomía (la buena mesa es una de sus mayores aficiones) y participó en el lanzamiento de start-ups pioneras en Internet. Cuando la burbuja online explotó, en pleno cambio de milenio, recaló en Indra, compañía puntera del sector tecnológicodonde, durante una década, gestionó equipos web centrados en experiencia de usuario. Y en estas estaba cuando un compañero de la oficina llegó entusiasmado tras asistir a una feria de contenidos digitales: sobre una pizarra, dos chicas americanas sintetizaban los discursos de los ponentes con sencillos pictogramas. «¿Te atreverías a hacerlo?», la incitó. Al instante se sintió identificada con una técnica que había utilizado desde siempre de forma espontánea y natural. Así que hizo una «sopa de bruja» con todos los conocimientos anteriores y poco a poco se fue adentrando en el maravilloso mundo del visual thinking, disciplina que lleva practicando desde hace cinco años.
El visual thinking o pensamiento visual es una poderosa herramienta de carácter universal para facilitar el conocimiento y la comprensión. «A través del dibujo o cualquier otro recurso gráfico logramos captar la atención de la audiencia y que las principales ideas se transmitan correctamente y se compartan. Si eres capaz de dibujarlo, es que lo has entendido. Y si lo has entendido, lo has aprendido», explica esta facilitadora gráfica, cuyas armas básicas de trabajo son una buena lámina de papel o una pizarra, unos rotuladores de colores…, y su buen oído para captar conceptos esenciales.
La técnica no es nueva; de hecho, las pinturas rupestres son una forma primigenia de pensamiento visual. Fue el psicólogo alemán Rudolf Arnheim quien empezó a teorizar sobre la materia en su libro Visual Thinking, publicado en 1969. Sin embargo, el mayor valedor de esta profesión es el consultor americano Dan Roam, autor del superventas Tu mundo en una servilleta (de 2010, publicado en España por Gestión 2000), donde enseña a visualizar de forma eficiente y divertida la solución a problemas complejos.
Aunque resulte paradójico, en plena era digital multinacionales como Apple, Google o Facebook, pero también empresas más pequeñas o incluso particulares, están utilizando esta herramienta en sus procesos de creatividad e innovación. Es más, muchas animan a sus empleados a que expresen sus ideas mediante el dibujo. «El mundo digital nos ha traído muchos beneficios, pero conlleva una velocidad que a veces hace perder la perspectiva de la conversación. El visual thinking permite echar el freno y pensar de una manera más pausada», argumenta Elena Urizar, quien, a falta de escuelas donde aprender el oficio, se formó a través del International Forum Visual Practitioners (IFVP), una organización surgida en San Francisco (EEUU) que este año celebra su 23 congreso.
Los ámbitos en los que se desenvuelve la especialista bilbaína van desde una ONG hasta un congreso gourmet como Madrid Fusión, pasando por empresas como Vodafone, BMW o Accenture. Trabajar en proyectos educativos le resulta especialmente satisfactorio. «Recientemente me llamaron de un colegio para inspirar a alumnos de 12 años sobre cómo serían los trabajos del futuro. Acabamos hablando de inteligencia artificial y garabateando un dron dirigido con la mente«, comenta esta experta en coaching relacional. No obstante, reconoce que también le gusta la adrenalina de salir al escenario y enfrentarse a grandes auditorios.
Carne y sake
Su prueba de fuego fue el congreso El ser creativo (21 presentaciones de 21 minutos cada una, en español y en inglés), donde tuvo que sintetizar en una pizarra ponencias tan abstractas como ¿Qué es la física cuántica? ante más de 1.000 espectadores. «En el descanso me vi rodeada de gente que me quería conocer, ¡a mí!, y fotografiar los murales. Me dio confianza. De ahí me salieron otros encargos». Uno de los más sabrosos y coloridos fue el taller gastronómico El mundo en un tartar, sobre el maridaje entre carnes de distinta maduración y sakes japoneses, impartido en Madrid Fusión 2017. Concluido el trabajo, Elena puede enviar una copia física o virtual del panel para que los asistentes tengan un recuerdo lúdico de la sesión. La opción de archivar esta chuleta gráfica en un dispositivo electrónico permite que la charla pueda ser recordada en cualquier momento.
¿Cuáles son las principales cualidades de un facilitador visual? «La capacidad de síntesis, de conceptualización y de representación«, enumera Urizar, cuyo estilo dinámico captura muy bien el movimiento. Como ávida lectora de periódicos y revistas, le encanta sentirse al servicio del contenido y siempre procura hacer una crónica ilustrada de lo que está pasando. «Me gusta hacer viñetas y sacar pequeños titulares», admite esta creadora de mapas conceptuales, que cita entre sus referentes a la americana Brandy Agerbeck, autora de The Idea Shapers.
Si algo tienen en común todos los profesionales del visual thinking, cuyos honorarios varían mucho en función del tipo de actividad, pero que pueden oscilar entre 1.000 y 2.000 euros por jornada en directo, es que no se andan por las ramas: van al grano, a la esencia. Tienen la mirada en lo que de verdad importa. Tras cinco años profundizando en su oficio, ella tiene claro que «el dibujo es una poderosa herramienta de reflexión compartida, y por lo tanto esencial para poner en marcha proyectos de innovación. Además, establece un punto de encuentro entre culturas dispares gracias al uso de metáforas universales y un lenguaje común». Y añade que el pensamiento visual resulta especialmente útil en un brainstorming o tormenta de ideas: «En una lámina de papel, a través de esquemas, gráficos o diagramas,conseguimos que nuestras ideas sean visibles y accesibles para todos en el mismo momento. Podemos comprobar que estamos en la misma página». Palabra de una niña grande que sigue aprendiendo de la Pantera Rosa.