Roca Rey, torero: «A veces no te das cuenta del riesgo que corres»

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El triunfador de los ruedos es un «millennial» que escucha «reggaeton», reza a sus muertos y fue astro infantil del golf. ROCA REY, 30 puertas grandes en 54 corridas la temporada pasada, visita fugazmente Madrid para recoger el premioPaquiro. Aprovechamos para entrevistar a este joven peruano de 22 años y cambiarle de «look».

Tres jóvenes novilleros están viendo una película en su piso compartido de Gerena (Sevilla), el pueblo con más profesionales taurinos de España. Aún no han cumplido los 20 años y tienen la cabeza llena de sueños. RocknRolla, la cinta de Guy Ritchie sobre unos delincuentes británicos que intentan sacar tajada de la corrupción inmobiliaria, no refleja en nada su ascética vida de toreros en ciernes. Pero, de repente, un diálogo del protagonista atrapa su atención: «A todos nos gusta la buena vida. A unos el dinero, a otros las drogas, a otros el sexo, el glamour o la fama. Pero un rocknrolla es diferente: quiere el pack completo». ¿Y qué significaba para ellos el pack completo? Ni más ni menos que salir a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas.

De modo que aquella tarde hicieron una apuesta: el primero que lo consiguiera haría la señal de los cuernos con la mano, en plan rockero. Como en la peli. «Y el primero que lo hizo fui yo», dice el torero peruano Andrés Roca Rey (Lima, 21 de octubre de 1996) rememorando su brillante debut como novillero. Como había prometido, aquella tarde de abril de 2015 celebró su triunfo con ese gesto iconoclasta que nadie, salvo sus dos compañeros de fatigas, acertó a interpretar. Arrancó así una fulgurante carrera que no se recuerda desde los tiempos de El Juli, el ídolo de su infancia. Apenas han trascurrido tres años desde su alternativa en Nimes y ya se ha ganado el respeto de crítica y afición, que le sigue como a un mesías redentor. El diestro de 22 años ha revolucionado la fiesta y agota el papel en taquilla. «Tiene cabeza, corazón y bragueta, que diría un taurino. Arriesga, pero por más que se arrima está muy seguro y no a merced del toro. No es nada conservador. Le sobran condiciones de figura, ambición y personalidad. Tiene carácter de número 1, y sin duda es el que más gente lleva a las plazas. Le hacía falta a la fiesta; la despertó», opina el veterano periodista taurino Manolo Molés.

Con Mario Vargas Llosa

El pasado 2018 fue el año de su consagración: cortó 89 orejas y abrió 30 puertas grandes en 54 tardes, a las que asistieron medio millón de espectadores. Protagonizar el acontecimiento taurino de la temporada le ha hecho merecedor de la X edición del Premio Paquiro, el prestigioso galardón otorgado por El Cultural de El Mundo. Roca Rey nos recibe horas antes de recibir el premio de manos de su compatriota y amigo Mario Vargas Llosa. Alto (1,83 m) y delgado, tiene percha de modelo y aguanta estoico las cuatro horas de sesión de fotos. «¿Me veis saliendo con esto a la calle?», pregunta divertido cuando la estilista le ofrece probarse un moderno batín azul. Educado y risueño, a veces guasón, no está maleado. «He madurado como persona, pero en el fondo sigo siendo El Andi, aquel niño que jugaba a ser torero en el jardín de mi casa», dice este limeño del barrio de Miraflores que toreó su primera becerra a los 7 años.

Hijo de un empresario del algodón y de una asesora financiera de fondos de pensiones, se educó en una familia de gran raigambre taurina: su hermano Fernando también es matador; su tío José Antonio fue rejoneador y un abuelo administró durante muchos años la plaza de Acho, en Lima, que después de la española de Ronda es la más antigua del mundo. Su madre le llegó a apuntar a clases de tenis y de golf (fue campeón nacional en categoría infantil), pero su vocación ya era firme: él soñaba con enfundarse el traje de luces. El maestro José Antonio Campuzano, su actual apoderado, le echó el ojo a los 10 años en un pueblo peruano y enseguida supo que tenía entre manos a un diamante en bruto. «Para ser una figura mundial», le dijo, «tienes que venirte a España». Dicho y hecho. A los 14 años, mientras sus primos optaron por estudiar inglés en el extranjero, él prefirió pasar los dos meses de verano en Badajoz, donde vivió en casa de una familia de picadores y recibió clases en la Escuela de Tauromaquia de la Diputación. Tras foguearse en varias plazas de América bajo la atenta mirada de su mentor, a los 16 llegó a Sevilla sin billete de vuelta.

Dejar atrás su hogar, sin saber cuándo volvería a ver a su familia, fue duro para todos: «Mi mamá no fue al aeropuerto de Lima porque le daba pena, y me acompañaron mi papá y mi hermano Fernando. Mi papá me dio un abrazo, pero mi hermano, en vez de abrazarme, estiró la mano y me dijo: ‘Mucha suerte, torero. A partir de ahora te vuelves un hombre’. Su intención era probarme, hacerme sentir si estaba convencido de mi decisión», explica RR, a quien esta experiencia le marcó de por vida: «Cuando tengo que hacer un gran esfuerzo, siempre me acuerdo de aquel día y eso me motiva», asegura el fenómeno peruano, «un enfermo de su profesión que a su edad parece que ha vivido tres vidas», según describe su banderillero Juan José Jiménez. Un joven de su tiempo con más de 120.000 seguidores en Instagram, que se inspira en Muhammad Ali, escucha música reggaeton y conduce un Lamborghini rojo. Indiscutible número 1 del escalafón, parece feliz con su pack completo.

2018: la consagración

Golpe a golpe, como el martillo pilón que golpea el hierro candente sobre el yunque, Roca Rey insiste en el triunfo. La extraordinaria temporada que fraguó en 2018, con 54 festejos, 89 orejas y 30 puertas grandes, han convertido a El Cóndor de Perú en el rey de los ruedos. Entre bernardinas y manoletinas dejó varios hitos para el recuerdo: la corrida del Domingo de Resurrección en Sevilla, donde cortó dos orejas; su doble puerta grande en Valencia, o las seis orejas que cortó en solo 48 horas en la plaza de toros de Pamplona durante los sanfermines. Casi medio millón de personas (494.903 para ser exactos) le vieron hacer el paseíllo en el año de su consagración.

De las 54 actuaciones, sólo cinco bajaron del 75% de asistencia y 28 superaron el 90%, agotando el papel en sus dos tardes isidriles con casi un mes de antelación. Pero más que los números, a RR le importan las emociones.

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