Patricia Olmedilla, duquesa de Terranova, es miembro de la Academia Madrileña de Gastronomía. Descubrimos a una apasionada del motor, los animales y los relojes, que confiesa empezar el día con una bebida energética y complejo de vitamina C.
Si Isabel I levantara la cabeza podría comprobar que su vigesimotercera nieta, Patricia Olmedilla (Madrid, 7 de junio de 1977), no vive en un palacio, sino en una lujosa urbanización del norte de Madrid. Con cierto asombro, comprobaría que esta atractiva mujer de 34 años -duquesa de Terranova, licenciada en Márketing y Publicidad, madre de dos hijas, miembro de la Academia Madrileña de Gastronomía, granjera a tiempo parcial, colaboradora en producciones de la revista Hola! y apasionada del mundo del motor-, no se desplaza en carroza, sino en potentes máquinas de cuatro ruedas que ella misma conduce.
Aficionada a montar a caballo (una caída la apartó de los concursos de salto), disfruta también cabalgando sus bólidos, como el Toyota FJ Cruiser que utiliza para sus incursiones camperas o el Porsche Cayenne Turbo con el que se escapa a la ciudad a ritmo de Si estoy loca, de Malú. Por no hablar de su Can Am Spyder, una supersónica moto de tres ruedas que, para asombro de sus vecinas, utiliza incluso para ir al súper del barrio. O del buggy con el que dribla desmontes y atraviesa riachuelos en su finca particular como si de un rally se tratase… «Nunca me ha gustado ir de paquete», afirma esta aristócrata todoterreno, hija del fallecido Vicente Olmedilla (conde de Cerragería) y de su segunda mujer, Paloma Caveda.
Su abuela materna, la marquesa de la Puebla de Rocamora, desciende de Fernando II el Santo. Pero su título nobiliario (duquesa de Terranova) proviene de su matrimonio con el empresario Gonzalo de la Cierva, duque de Terranova y marqués de Poza. «Nuestro padrino de boda fue don Gonzalo de Borbón».
PREGUNTA. ¿Tener un título facilita la vida?
RESPUESTA. No, a mí me inculcaron que quienes lo llevamos tenemos una responsabilidad histórica y debemos sentirnos agradecidos por ello. Yo lo llevo con orgullo porque admiro la figura del Gran Capitán, militar y hábil negociador a quien los Reyes Católicos concedieron este ducado.
A la entrada del chalé hay dos triciclos rosas y un quad eléctrico de juguete, señal inequívoca de que Patricia está decidida a inculcar su afición al motor a sus dos pequeñas: María y Sofía, de 3 años y 7 meses, respectivamente. El sol se cuela por los ventanales de este dúplex de 780 m2 decorado por la interiorista Belén Domecq. Aún quedan cuadros por desembalar. «Nos mudamos en abril; entré aquí con bombo», dice con desenfado, vestida con un top de Zara, pantalones de piel de Miguel Molinera y botines. Sobre la chimenea, un clásico cuadro de Zuloaga contrasta con el resto de la decoración, mucho más moderna.
Nada más comenzar la entrevista, la duquesa abre una lata de Red Bull. «Soy adicta a esta bebida; la tomo todos los días para desayunar», confiesa. Suele acompañarla con un sándwich de jamón y queso y un Redoxon, complemento alimenticio a base de vitamina C.
P. ¿Está a dieta?
R. Qué va, las dietas me causan mucha ansiedad. Eso sí, con el Método Thinking adelgacé enseguida los 20 kg que engordé en mi último embarazo.
Es lo que asegura esta aprendiz de cocinera, recientemente aceptada como miembro de la Academia Madrileña de Gastronomía. «Se me dan bien los platos de cuchara y los asados al horno», comenta. Joven, atractiva y sociable por naturaleza, empezó a ser carne de photocall a los veintipocos, siendo novia de Jaime Martínez-Bordiú. Hoy combina con soltura biberones y saraos. «Tras dejar a mi hija mayor en el colegio, desayuno y recojo a la pequeña para ir juntas a matronatación. Después comemos y acompaño a mi marido a la finca para ver a los animales. Paso las tardes enganchada al móvil, y enseguida empiezo con los baños. Cuando las acuesto, empiezo a arreglarme, porque casi siempre tenemos cena o fiesta».
P. Es usted una pija de manual…
R. (Risas) ¿Por qué lo dices? No te creas… Bueno, quizás un poquito. Vale, me gusta ser pija, no me importa reconocerlo. Pero sé moverme en cualquier ambiente, ¿eh? Lo mismo voy a una fiesta de Moët & Chandon que colaboro con la ONG Infancia sin Fronteras.
Aunque reconoce que atraviesa una etapa de serenidad, su vida no ha sido color de rosa. Tenía 14 años cuando, interna en un colegio de Sigüenza (Guadalajara), recibió la noticia del fallecimiento de su padre en accidente de tráfico. De allí fue enviada a New Hampshire (Estados Unidos), a casa de unos amigos de su padre. «Mi afición por los coches empezó allí: me enseñaron a conducir un Ferrari con 15 años». Antes de sacarse el carné se compró su primer vehículo, un Volkswagen Corrado G60. «De ahí pasé a los Mercedes deportivos: el CLZ y el SLZ 320 Kompressor, ideal para mi etapa de soltera. Enseguida salió el Porsche Boxster S y me enamoré. Y luego mi marido me regaló este Cayenne Turbo, sin el que ahora ya no sabría vivir», cuenta.
Con ese espíritu libre regresó a España tras pasar por la Universidad de San Louis, en Vermont, donde se licenció en Márketing y Publicidad.
Patricia Olmedilla comparte con su marido su locura por el motor. A sus 50 años, Gonzalo de la Cierva ha subido varias veces al podio como campeón nacional de Enduro. «Se presentó haciéndome el caballito con la moto», recuerda la joven duquesa, que también ha emulado el gusto de su esposo por los (buenos) relojes. Él tiene una colección de 30 Rolex, mientras que ella atesora una quincena de distintos modelos. El más especial: un Rolex Daytona de oro con esfera negra que él le regaló cuando nació su segunda hija.