Agro ejecutivos de la cerveza

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Alfonso y Agustín Perdomo-Spínola elaboran la artesana Casasola en su finca familiar de Valladolid. Su objetivo es convertirse en referencia de la cerveza ‘premium’.

La anécdota ocurrió hace unos meses en el restaurante Embassy de Aravaca (Madrid), con motivo de la degustación de una cerveza que acababa de salir al mercado. «De repente, entró en el local una señora muy elegante. Una amiga me sopló que era la dueña de Mahou», recuerda, todavía con el brillo en los ojos, el maestro cervecero Alfonso Perdomo-Spínola. Ni corto ni perezoso, este joven de 34 años -propietario junto a su hermano Agustín de Casasola- se dirigió a la clienta: «¿Quiere probar nuestra cerveza artesanal? La elaboramos en nuestra finca familiar de Valladolid, en pleno valle de Esgueva. Sé que le va a gustar, porque usted es una Mahou, ¿no?». Al principio, ella se resistió: «Yo solamente las huelo». Pero, sorprendida por el fresco aroma a cebada de la Benedictina (la cerveza rubia), bebió un trago: «¡Qué maravilla!», concedió al fin, y añadió con cierta solemnidad: «Que pase a la Historia: he de reconocer, por primera vez en mi vida, que una cerveza que no es la mía es excelente». Ese día, Alfonso se sintió un 5 estrellas.

Cervecera Casasola partió de un capital privado de 1,5 millones de euros y se calcula que empezará a obtener beneficios en 2013. Con apenas un año de vida, la fábrica produce 8.000 litros al mes, aunque prevén doblar la producción para finales del año que viene hasta llegar a las 250.000 botellas anuales. «Estamos viviendo los momentos más felices de nuestra vida», aseguran los hermanos en la sala de catas de la hacienda, separada de la fábrica por un cristal que deja a la vista las cocederas. Sobre la barra, las tres variedades que hasta ahora se comercializan: Benedictina (rubia, desde 9 €/botella), Silos (tostada; 10,50 €) y Ness Ness (negra; 12 €), todas ellas presentadas en elegantes envases tipo borgoña de 75 cl.

En esta construcción se asentaba la Granja Convento de Casasola de San Benito el Real, propiedad de frailes benedictinos desde el siglo XIV hasta las desamortizaciones del XIX. «A partir de entonces, pasó a pertenecer a nuestra familia materna. Es un paraje privilegiado donde confluyen el valle de Esgueva y el valle del Duero. Con sus viñas, aquellos frailes producían excelentes vinos; hoy, con nuestros cereales obtenemos una excelente cerveza», explican los dos hermanos. Además del convento, la finca alberga una cuadra de caballos de salto y doma.

CASASOLA SILOS. Tostada de 6º y cuatro maltas. Intenso color caoba, espuma densa y aromas melosos y cítricos. Memorable paso por boca, goloso y bien balanceado gracias a una generosa acidez. 10,50 € (75 CL).

AGRO EJECUTIVOS. En las tarjetas de visita de los Perdomo-Spínola se lee maestros cerveceros. Pero lo cierto es que sus anteriores profesiones no tenían nada que ver con su actual oficio, aprendido en fábricas de Milán. Hijos de abogado y empresaria, llevan el espíritu emprendedor en sus venas. «Nuestra madre, Elena Molero, ha impulsado desde proyectos agrícolas a editoriales, como el lanzamiento del diario El Independiente, ya desaparecido. Desde niños hemos visto pasar por aquí a muchos periodistas como Raúl del Pozo o Pablo Sebastián», comentan, elegantemente vestidos.

Agustín (Valladolid, 1972) se licenció en Literatura inglesa en Basilea (Suiza), aunque su afición a volar le llevó a trabajar como piloto comercial durante 15 años. Los últimos cuatro, para una compañía canaria especializada en vuelos a África que le permitió protagonizar curiosas operaciones. «Durante el último golpe de Estado en Mauritania, el pasado agosto, tuvimos que rescatar al ex presidente Sidi Mohamed y llevarlo a Gran Canaria con todo su séquito. ¡Imagínese a 30 personas armadas con sus Kalashnikov! Y en 2009 trasladamos a Aminetu Haidar, la famosa activista saharaui, desde Tenerife a El Aaiún, después de su huelga de hambre».

Por su parte, su hermano Alfonso (Madrid, 1979) estudió Comunicación Audiovisual en Nueva York antes de montar una productora (pionera en eventos televisivos en tiempo real por Internet) y una empresa de reparto de comida a domicilio. En 2000, empezó a pasar largas temporadas en Liguria, al norte de Italia. Allí conoció una fábrica artesana donde degustó «la mejor cerveza que había probado jamás».

TODO A MANO. Acabó trabando amistad con un reconocido maestro del Piamonte que le introdujo en el mundillo. «Me enamoré de las bebidas de cebada premium y comprendí que en nuestra finca contábamos con todo lo necesario para elaborar nuestra propia etiqueta: centenares de hectáreas para sembrar cebada; un excelente manantial de agua caliza, ideal para elaboración de esta bebida y, cerca de casa, uno de los mejores lúpulos del mundo, el de León». No en vano, en términos cerveceros, Castilla y León (la región cerealista más importante de Europa) viene a ser la Baviera alemana.

Lo siguiente fue explicar el proyecto a su hermano Agustín. Familiarizado desde joven con el campo, éste no tardó en entusiasmarse con la idea. Después, el fabricante de maquinaria canadiense Alexandro Aversa visitó Casasola y les dio su bendición. Se quedó «impresionado con el potencial de esta tierra». Pertenecientes a la cuarta generación de la saga Molero, los herederos dejaron todo para volver a sus raíces. «Este nuevo negocio nos liga de una forma natural con la tradición agrícola y ganadera de nuestra familia. Se trataba de renovarse o morir», afirman en traje de faena. Sus mandiles negros llevan bordada la silueta de un monje benedictino, el emblema de la marca.

A pie de fábrica, en lo que antiguamente era la lechería del convento, Agustín explica las características de Casasola, donde a día de hoy trabaja un equipo de ocho personas: «Aquí producimos cervezas de elaboración artesanal y doble fermentación en botella de borgoña de 75 cl, con carbónico natural generado en segunda fermentación dentro del envase. Frente a una cerveza industrial o de refresco, ésta conserva los valores nutritivos al no estar pasteurizada. La artesanal es la que realmente alimenta. Usamos cereales cultivados en nuestras tierras y malteados en Madrid. La producción integrada nos permite seleccionar las mejores semillas de cebada que posteriormente enviamos a una planta maltera para su transformación». Todo esto, aseguran, convierte a Casasola «en la única cerveza artesanal de pago de toda España». ¿Su aspiración? «Ser el Vega Sicilia de nuestra especialidad».

El antiguo claustro monacal de la finca conserva el silencio que se respiraba con los monjes benedictinos del siglo XV.

En los últimos cinco años, las microcervecerías (unas 50, según el informe socioeconómico del sector de la cerveza en España 2010) han empezado a despuntar con fuerza en España. Y algunas están ya en las cartas de restaurantes de calidad. Romper el tópico de que la suya es sólo una bebida refrescante es el objetivo de los productores artesanos. Estos, a diferencia de los industriales, no sólo elaboran birras para vender, sino también para disfrutar. «Cada vez hay más adeptos a este mundo maravilloso», explica Alfonso. «Nuestro reto es enseñar a la gente a distinguir las que son tipo refresco, que me encantan, de las premium, como ocurre en el caso de los vinos o del champán».

PROYECTO DE HOTEL. Siguiendo el concepto de cervecería italiana tradicional, pretenden que Casasola se convierta en una agroindustria con hotel y restaurante incluido. Entre la fábrica y la sala de catas hay un patio monacal del siglo XVI, con un olivo centenario, fuentes y plantas aromáticas para los que busquen disfrutar relajadamente de un buen trago. Es perfecto para eventos y visitas. «Nos gustaría poner de moda el birraturismo», bromean los maestros cerveceros, que aseguran estar afrontando la crisis «con pico y pala. Ha sido una apuesta personal, un riesgo que afrontamos toda la familia. Pero desde el principio el proyecto nació con alma y continuamos con mucha ilusión».

Acostumbrados a disfrutar de la buena vida, ambos saben sacar partido a su tiempo libre. Además de una Harley-Davidson, Agustín tiene un avión clásico Fournier Sperber, una pequeña aeronave alemana de los años 60, la única que queda en España. «En una hora me pongo en el valle del Jerte (Cáceres) y regreso para comer», dice este gran viajero, para quien recorrer el delta del río Okavango, en Botsuana, es lo más parecido a estar en el paraíso. Su hermano Alfonso, por su parte, practicó salto y doma hasta los 21 años, pero ahora prefiere el senderismo y cabalgar en su bici fixie de piñón fijo y sin frenos (se detienen ralentizando progresivamente el ritmo del pedaleo), la última moda en deporte urbano.

Más info: 983 29 12 40; www.cerveceracasasola.com

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