Antonio Najarro, director del Ballet Nacional, premio Personaje de Danza 2017 de Fuera de Serie

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Despuntaba como primer bailarín del Ballet Nacional, cuando bajó de las tablas para dirigirlo. Hoy puede presumir de haber contribuido a modernizarlo.

Contemplar a su perro Lolo mientras duerme es uno de los pasatiempos favoritos de Antonio Najarro (Madrid, 23 de noviembre de 1975), director del Ballet Nacional de España (BNE). «Yo le he enseñado disciplina y él, a no hacer nada», dice el bailarín y coreógrafo sobre su Westy blanco. Aprender a desconectar es casi una obligación para este profesional inquieto y tenaz que en 2011, con sólo 35 años, entró de puntillas en la dirección de esta compañía después de que su proyecto fuera seleccionado en concurso público.

Desde entonces renunció a bailar para volcar todas sus energías en la coreografía. ¿Su objetivo? Modernizar este baluarte de la danza española sin dejar de escuchar el tañido de las castañuelas. Nada más estrenar el cargo dejó claro su firme deseo de «sacar brillo al BNE». Para ello, se propuso «defender y dar a conocer la danza española«. De hecho, preservar y difundir el rico patrimonio coreográfico español es el cometido fundamental de esta compañía pública dependiente del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), que desde su fundación en 1978 ha sido dirigida por figuras como Antonio Gades, Antonio el Bailarín, Aída Gómez o José Antonio.

Esther Jurado, bailarina principal del BNE, y María Fernández, bailarina solista (detrás), en la coreografía en homenaje al pintor valenciano. Álvaro Felgueroso

Cada maestro dejó su impronta, interpretando a su manera las cuatro ramas de la danza española: folclore, escuela bolera, flamenco y danza estilizada. Especializado en danza clásica española o estilizada, aunque formado en todos los palos, Najarro también está dejando su sello. No sólo en coreografías como Suite Sevilla, Sorolla, Alento y Zaguán, sino abriendo las puertas del Nacional a públicos más amplios. La participación en desfiles de moda y exposiciones; las conferencias en colegios; la edición del primer libro de danza para niños; las actividades con enfermos de Parkinson o afectados por síndrome de Down, o la creación del Círculo de Amigos son algunas iniciativas.

Hijo de un representante de cámaras fotográficas y de una diseñadora y modista que le cosía su vestuario, Najarro sintió la vocación de una forma espontánea y natural. «De pequeño iba con mis padres a la feria de Málaga y no tardé en arrancarme por sevillanas», recuerda. Tras estudiar en una escuela de baile de Madrid se matriculó en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma y salió con matrícula de honor. A los 15 años dio sus primeros pasos como profesional, fogueándose en compañías como el Ballet Antología o el Ballet del Teatro Lírico de La Zarzuela, antes de ingresar en el BNE en 1997. Tres años después ascendió a primer bailarín.

Su inclinación por la coreografía había asomado en tiempos del conservatorio, perofue en su propia compañía, fundada en 2002, donde puso en marcha producciones más elaboradas. Fueron años duros, sin medios, en los que además de bailar y coreografiar, diseñaba su vestuario, redactaba los dosieres de prensa y llevaba la contabilidad. Una experiencia que le dio el aplomo necesario cuando llegó el momento de manejar el timón del Ballet Nacional de España.

En principio, le quedan dos años de contrato. Mientras llega el relevo, ensaya un papel en Electra, que se estrenará en diciembre en el Teatro de la Zarzuela bajo la dirección de Antonio Ruz. Nos recibe una soleada tarde de octubre en la sede del BNE, situada al final de un largo pasillo interior de las Naves de Matadero, al sur de Madrid. Amable y disciplinado, posa desnudo de cintura para arriba mientras envuelve su espigado cuerpo con un mantón de manila. A sus 41 años, este caballero de fina estampa sabe cómo crear instantes de belleza.

P. Dicen que es más alegre que unas castañuelas…
R. Sí, me considero una persona alegre y optimista. Y aunque a veces la procesión vaya por dentro, me gusta reflejar siempre positividad.
P. ¿Sus comienzos fueron tortuosos como los de Billy Elliot?
R. No, mis padres me han ayudado siempre, aunque en mi familia nunca hubo antecedentes artísticos. Mi padre [Vicente Rodríguez] descendía de vendedores de carbón en Málaga y fue representante de Olympus en Málaga. Mi madre [Rosalía Najarro] desde niño me hacía los trajes. Ella ha confeccionado el vestuario que yo diseñaba para mi compañía privada, e incluso algunos modelos del BNE.
P. ¿Qué cualidades adornan a un buen bailarín?
R. Ritmo, sensibilidad, expresión, un buen físico y mucho corazón, porque es el motor de una carrera durísima y muy corta. Tiene que ser al mismo tiempo caballo de carreras y jockey. Es decir, además de las condiciones físicas y el talento natural es importante que tenga una cabeza bien amueblada

 

En el año 2011 Antonio Najarro fusionó la danza clásica española con «Suite Sevilla». Álvaro Felgueroso

P. ¿Qué maestros han apuntalado su carrera?

R. José Antonio, que dirigió el BNE en dos periodos [de 1986 a 1992 y de 2004 a 2011], me dio la oportunidad de pisar un escenario como primer bailarín. Con él aprendí desde cómo comportarme hasta cómo vestir con elegancia. Mariemma, en cuyo conservatorio madrileño estudié, interpretaba todos los estilos de la danza española y además sabía comunicar. Y luego hay un montón de artistas a los que admiro: Nuréyev, Baryshnikov, Margot Fonteyn, Antonio el Bailarín, Pilar López, Alberto Lorca, Lucía Lacarra…
P. Si pudiera reencarnarse, ¿lo haría en Nuréyev o en Antonio «el Bailarín»?
R. En Antonio el Bailarín, porque la danza española es la más completa del mundo. Requiere una técnica muy depurada y una combinación de energía, raíz, pasión y expresión que no tiene otro tipo de danza. Un miembro del BNE debe saber tocar las castañuelas con virtuosismo, zapatear, tener expresión, hacer piruetas, bailar jotas, sardanas, muñeiras…
P. ¿Con qué variante de la danza española se siente más identificado?
R. Con la danza estilizada, que surgió de la teatralización del flamenco, de las primeras obras teatrales de Pilar López, Mariemma, Antonio Ruiz Soler… En mis coreografías abunda el zapato de baile con castañuela, pero tengo un sello muy personal. Es un estilo muy virtuoso a nivel técnico, expresivo, con movimiento y con ritmo. Me encanta que el resultado tenga un gran impacto visual, por eso doy mucha importancia a los tejidos. En Alento, por ejemplo, el vestuario es de la diseñadora Teresa Helbig.
P. ¿Cuál fue su momento profesional más emocionante?
R. El estreno de Tango flamenco [en 2002], la primera obra de mi compañía. Tras haber sido primer bailarín del BNE y haber coreografiado allí, mi sueño era crear un espectáculo completo con mi lenguaje. Un lenguaje especializado en la danza estilizada, con mucha castañuela, pero muy vanguardista. En todos mis espectáculos mezclo la danza española con el tango, el blues, el soul… Pero yo no pienso tanto en fusionar como en universalizar la danza española.
P. ¿La danza española sigue siendo la cenicienta de las artes escénicas?
R. Como defensor de la danza española creo que tiene que ser explotada de manera inteligente porque es una vitrina que llena y levanta teatros en todo el mundo. Falta atención mediática. Debería haber un programa de televisión semanal, dinámico y ameno, de danza española. Y yo estoy luchando por ello.

 

En 2015 llegó al panórama «Zaguán» y «Alento», un ballet flamenco y una interpretación personal de la danza clásica española, respectivamente. Álvaro Felgueroso
P. ¿Qué pasos ha dado para sacar brillo al BNE?
R. Mi objetivo principal ha sido abrir las puertas del BNE. ¿Cómo? Primero, agilizando el departamento de comunicación, sobre todo en el terreno audiovisual. En estos seis años, los vídeos que se han colgado de las siete producciones del BNE se han viralizado, con miles de visitas a nuestra web y redes sociales. En un 50% han sido producciones de nueva creación, tocando todos los estilos. En Sorolla, por ejemplo, el 80% del espectáculo es folclore, algo que el BNE llevaba dos décadas sin tocar. Hablo de jotas, sardanas, muñeiras… Puede parecer algo obsoleto, pero ese espectáculo fue ideado por Franco Dragone, fundador y creador de 10 espectáculos del Circo del Sol. El resultado es totalmente actual con un vestuario maravilloso y una puesta en escena increíble.
P. Para difundir la danza española se ha servido de otras disciplinas artísticas como la moda…
R. Sí, y los resultados están a la vista. El desfile que hicimos en 2015 con Juan Duyos, mezclando música de Björk con castañuelas, tuvo una repercusión mediática de tres millones de euros en todo el mundo.
P. ¿Qué actividades pedagógicas ha impulsado para fomentar la danza española entre los más jóvenes?
R. Hemos editado el primer libro de danza para niños, Bailando un tesoro, de mi asistente Azucena Huidobro. Y en breve lanzaremos un videojuego para el que yo he hecho de maniquí. También damos charlas en colegios a niños de entre 5 y 8 años y les invitamos a ver un ensayo al BNE. Después les hacemos test sobre conocimientos y emociones y es fascinante comprobar que se despierta más interés en los chicos que en las chicas. Muchos niños se han iniciado en la danza después de esta experiencia.
P. ¿Qué ventajas tiene abrir el BNE a colectivos como enfermos de Parkinson o afectados por síndrome de Down?
R. No sólo se trata de motivar a estos colectivos ensayando con ellos alguna pieza de baile, sino a los propios bailarines. Es emocionalmente muy fuerte. La mayoría pasamos siete horas al día ensayando frente a un espejo; cuando vienen ráfagas de aire fresco volvemos a la esencia, a la espontaneidad, a la ilusión.
P. ¿El bailarín es narcisista por naturaleza?
R. Sí, en este mundo hay mucho egocentrismo. Para mí, lo más duro como director ha sido gestionar los egos de los bailarines. Hay que repartir papeles y eso conlleva alegrías y decepciones. El éxito de la compañía depende de cómo se manejen los egos.
P. En 2016, 33 bailarines y cinco músicos organizaron una huelga para exigir contratos indefinidos. Y se quejaron de que usted no defendiera sus reivindicaciones…
R. Yo no contrato a los bailarines, los contrata el INAEM, aunque tuve que mediar porque soy el nexo. Intenté hacer ver a los bailarines que estaban mal asesorados, que sus reivindicaciones no eran compatibles con la ley vigente. Al final, la huelga obligó a suspender el estreno de Homenaje a Antonio Ruiz Soler, pero no sirvió para nada en aquel momento.
P. Esta entrevista coincide con la crisis por la situación en Cataluña. ¿Qué siente ante lo que está ocurriendo?
R. Muchísima tristeza. El sentimiento principal no es ni ira, cólera, rechazo, disconformidad… Es tristeza.
P. ¿Podría defenderse la danza española en una Cataluña independentista que rechaza lo español?
R. Yo no puedo creer que Cataluña dé la espalda a la danza española. Después de 10 años sin que el BNE actuase en Cataluña, en 2014 fuimos al Teatro del Liceo con Sorolla, un espectáculo con danzas de todas las comunidades, y el público aplaudió a rabiar. El público catalán no rechaza la danza española.

 

Najarro regresará en diciembre a los escenarios como bailarín con «Electra», bajo dirección de Antonio Ruz. Álvaro Felgueroso
P. ¿Echa de menos el brillo del escenario?
R. Sí, porque un bailarín necesita proyectar su alma con el movimiento del cuerpo. Yo decidí centrarme en la dirección porque considero que el motor del BNE tiene que estar siempre en los ensayos, en las reuniones, en las giras… Después de seis años, creo que la compañía está engranada y por eso volveré a los escenarios con un papel en Electra. Estoy disfrutando muchísimo: ¡a mí también me gusta que me guíen!
P. Le quedan dos años de contrato en el BNE. ¿Qué retos le quedan por cumplir?
R. Cuando finalice esta etapa, retomaré mi compañía, seguiré coreografiando e intentado comunicar danza por el mundo. Sinceramente, y no quiero que suene pedante, las metas que me he propuesto las he conseguido. Nunca me hubiera imaginado que a los 35 años sería director del BNE. Y aún me falta perspectiva para asimilar que lo fui desde 2011 hasta 2019. Nunca hubiera soñado llegar tan alto.

Detrás de sus coreografías

En 2011, Antonio Najarro revolucionaba el panorama nacional de la danza con «Suite Sevilla», en la que el coreógrafo fusionó la danza clásica española con las nuevas tendencias vanguardistas. Untrabajo muy personal que bebía del sentimiento de nostalgia de su creador. No en vano, la inspiración puede encontrarse en los lugares y ámbitos más insospechados. Así, en 2013, Najarro optó por una apuesta mucho más ambiciosa, pero segura en lo que a materia artística se refiere: Sorolla. La obra que el pintor español creó por encargo de la Hispanic Society de Nueva York en el año 1911, «Visión de España», fue en esta ocasión la idea de la que el coreógrafo bebió para confeccionar su propuesta en el Ballet Nacional de España. Najarro recuerda hoy el reto que en su día supuso «Sorolla»: «Aunamos la grandeza de nuestra danza española y la obra del genial pintor, celebrando así el 150 aniversario de su nacimiento y el 35 aniversario del BNE», explica. En 2015, llegarían «Zaguán» y «Alento». Constituyéndose como un ballet flamenco y una interpretación personal de la danza clásica española, respectivamente. El estilo del madrileño, ya maduro, se refleja aquí en su bagaje coreográfico, inspirado en la partitura del compositor y guitarrista Fernando Egozcue. Arte en todas sus formas.

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