Andueza, la soprano de las emociones

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La diva en el estudio. Raquel Andueza durante la grabación de su disco In paradiso (2012).

Es la voz que hace de Isabel una serie de televisión especial. Admiradora de Madonna, la soprano navarra Raquel Andueza presta su música como terapia para neonatos y enfermos de cáncer. También es la banda sonora de conocidos anuncios de perfumes.

La han definido como «la soprano de la emociones» por su capacidad para transmitir afectos. Especializada en la música del Barroco italiano de los siglos XVII y XVIII, cuando interpreta a Monteverdi, Strozzi o Ferrari, su voz cristalina puede conmover hasta el llanto. «Siempre me ha interesado la música que busca el afecto por encima del efecto», sostiene la cantante navarra Raquel Andueza (Pamplona, 6 de diciembre de 1975), una antidiva sin artificios que de niña jugaba a ser Madonna. Cuarta hija de una familia apasionada por la música clásica, a los 6 años empezó su formación musical en una escolanía del colegio de los maristas. «Aprendí antes a solfear que a leer», recuerda. Un buen día, el cura descubrió sus dotes de solista y su garganta prodigiosa se fue afianzando en el coro.

Becada por el Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Londres, Andueza continuó su formación en la prestigiosa Guildhall School of Music and Drama de Londres, donde obtuvo las más altas calificaciones. Durante cuatro años se empapó de ópera, música americana y claqué, entre otras disciplinas, cimentando sus bases de artista total. Regresó a España con el objetivo de ingresar en el Coro de la Comunidad de Madrid –»tenía que pagar los 300 euros de mi piso de alquiler»– pero, tras escucharla, el director la animó a emprender el vuelo como solista. En 2001 conoció a su actual marido («preferiría poner ‘actual pareja’ o ‘a su marido’, parezco Liz Taylor si no…, ¡ja, ja, ja, ja!), el tiorbista Jesús Fernández Baena, con el que formó un dúo especializado en música italiana del siglo XVII y en 2010 el grupo La Galanía. «Sin él no sería ni la mitad de lo que soy», admite quien actualmente no solo es reclamada en festivales y auditorios de todo el mundo (en 2012 actuó en el Carnegie Hall de Nueva York), sino que pone voz a bandas sonoras de películas, anuncios o series de televisión. Así, es capaz de transmitir lujo en el último spot de Loewe; dramatismo en la serie Isabel de TVE, o épica en la película Exodus, de Ridley Scott.

Apasionada e intensa como la música que paladea, nos cita en la biblioteca del Instituto Italiano de Cultura de Madrid, donde actuará el próximo 4 de junio junto a La Galanía. En cinco minutos se desprende de su cazadora vaquera y se enfunda su vestido negro de recital. Con un montón de actuaciones por delante, nos atiende entre dos grabaciones: la serie Carlos V (continuación de Isabel) y el quinto disco de su grupo, editado por su propio sello discográfico, Anima e Corpo. Resucitar a Monteverdi en tiempos de Lady Gaga, y además vivir de ello, no deja de ser una proeza. Pero nada detiene a esta soprano a flor de piel, cuya voz es pedida en hospitales como terapia para neonatos y enfermos de cáncer.

PREGUNTA. «Soprano y rubia… ¿o rubia y soprano?», se presenta en su cuenta de Twitter. ¿Por qué decidió jugar con ambos términos?

RESPUESTA. Por los clichés que encierran. Las rubias tenemos fama de superficiales, y las sopranos de ser a veces peores músicos, además de muy competitivas y divas. Me pareció gracioso juntar a la soprano y a la rubia y convivir felizmente con ellas, demostrando, espero, que los tópicos no son ciertos. ¡Yo soy las dos! [risa aguda].

P. Rubia natural, supongo…

R. Sí, el pelo lo heredé de mi padre. Lo llevo con mucho orgullo.

P. La llaman «la soprano de la emoción», ¿de qué color es su voz?

R. Es algo que prefiero que juzguen los que me escuchan, pero quisiera pensar que es cálida, que es de color dorado como mi pelo.

P. Dicen que su voz es única, absolutamente personal, reconocible; que paladea el texto haciéndolo inteligible para cualquier oyente; que transmite de manera cercana las emociones que interpreta…

R. Los músicos somos canales de transmisión, y cada cual interpreta la partitura de una manera personal. Yo intento comunicar y dar lo mejor de mí en cada nota, procurando que los textos se entiendan nítidamente.

P. ¿Acaso eso no es lo habitual?

R. Bueno, quizá es más cómodo no pronunciar tanto el texto para que la belleza de la voz sea más continua y homogénea, aunque también sea menos arriesgada. Siempre digo que más que a cantar, yo me dedico a contar.

P. Curiosamente, de niña no soñaba con ser Montserrat Caballé, sino Madonna. ¿Ensayaba Like a Virgin delante del espejo?

R. ¡Y sigo cantando y bailando! [risas]. No he cambiado tanto. Nunca me imaginé que iba a acabar haciendo música clásica, la verdad. Empecé cantando en coros a los 6 años, pero me veía mucho más actuando en estadios que en un auditorio. Al final, sin saber cómo, acabé encontrando mi hueco en el Barroco, que es una música muy directa, tanto como lo pueden ser el pop o el rock. Está desprovista de todo artificio y pomposidad. En el repertorio barroco, la técnica del bel canto, como tal, no existía. La emisión de la voz era mucho más natural, más hablada que impostada, lo que en mi opinión acerca más al público más joven, que abunda en nuestros conciertos.

P. Así que la soprano de moda…

R. Las modas son pasajeras, y eso es peligroso [risas].

P. Pero la reclaman incluso para poner voz a películas, series y anuncios de televisión. ¿El objetivo es transmitir emoción?

R. Siempre lo es, ciertamente. En el caso de la serie de TVE Isabel, por ejemplo, el compositor de su banda sonora, Federico Jusid, vio que podía utilizarme como vehículo para diferentes escenas, cantando con diferentes tipos de color de voz.

Para Jusid, reconocido pianista y compositor hispanoargentino, autor de la banda sonora deEl secreto de tus ojos, entre otros 30 largometrajes, «la voz de Raquel es un maravilloso instrumento. Pero lo que personalmente me apasiona de ese instrumento, más allá de su color y sus posibilidades técnicas, es su capacidad para cristalizar las intenciones y emociones a través de su expresión, como gran músico que es». El compositor, que nos atiende por correo desde Los Ángeles, describe a la soprano como una profesional «sensible, inteligente, honda e intuitiva, pero también analítica cuando hay que serlo. Es una fuente de grandes emociones y aprendizajes… ¡Ciertamente inspiradora!».

P. ¿Cómo vivió la escena en la que la reina Isabel agoniza en su lecho de muerte?

R. El Réquiem fue un momento precioso, de esas veces que he cantado y llorado al mismo tiempo. Tuvimos que repetir varias veces la escena, la música de Federico me cala siempre muy hondo.

P. Ahora está inmersa en la grabación de Carlos V, ambientada en pleno Renacimiento. Fue un monarca que recibió una exquisita educación musical e incluso tuvo músicos de gran prestigio en su corte, como el organista Antonio Cabezón. ¿Se imagina formando parte de su capilla musical?

R. Claro que sí. Los reyes deberían tener una capilla musical para amenizar sus actos. Actualmente se utilizan coros y orquestas maravillosas de Madrid o de cualquier otra ciudad a la que viajan, pero no una corte de músicos que los acompañe. Es una pena.

P. ¿Con qué pieza sorprendería a Carlos V si pudiera viajar en el tiempo?

R. Con una canción del futuro como Like a Virgin, de Madonna. Entre las del pasado elegiría el Romance de don Gayferos [siglo XVI], porque me gustan las historias melancólicas.

P. ¿Y cómo amenizaría a Felipe VI y a Doña Letizia?

R. Les cantaría algo del italiano Claudio Monteverdi o una pieza del francés Jean-Baptiste Lully compuesta en español: Sé que me muero de amor.

P. Está considerada una de las grandes referencias de la música barroca en España, ¿no se siente fuera de tiempo?

R. [Risas]. No, me siento muy afortunada de vivir en el siglo XXI, disfrutando de comodidades como la ducha diaria. Pero sí es cierto que me veo un poco marciana respecto a las prioridades de alguna gente: hay muchos que prefieren ver a Belén Esteban antes que leer un libro.

P. ¿Cómo le marcó el ambiente musical que se respiraba en su casa?

R. Mis padres tuvieron el concesionario de Volvo en Pamplona, pero siempre han sido muy melómanos e inculcaron su afición a sus cuatros hijos. Yo aprendí antes a solfear que a leer. Mis hermanos estaban en el coro de los maristas [Niños cantores de Navarra], y yo le pedí a mi madre que me dejara ir con ellos. Al principio el cura era reticente, por mi corta edad, pero aceptó, y un día me escuchó cantar sola y dijo: «Pues vas a ser la solista». Y hasta hoy.

P. ¿Alguno de sus hermanos también continuó, como usted, con su carrera musical?

R. Sí. Esther es pianista; Ignacio, acordeonista, aunque de lunes a viernes no se dedica a ello, y Simón toca el contrabajo y trabaja como barítono en el Coro de la Comunidad de Madrid.

P. A los 14 años entró en el Conservatorio Superior de Música Pablo Sarasate, pero no se entendió con su profesora. ¿Por qué?

R. Para poder entrar me puse los tacones de mi hermana mayor, un colorete, y dije que tenía dos años más, 16 años en vez de 14. Ella lo descubrió enseguida y ahí ya empezaron las divergencias. No me sentí muy respaldada, y estuve a punto de dejarlo. Me generó muchas inseguridades que en muchos momentos me han seguido acompañando. Por fortuna, en un curso conocí a David van Asch, el bajo del conjunto vocal The Scholars. Él me escuchó y me dijo que hacía todo mal: «Inspiras mal, emites mal… Pero tienes algo dentro». Me sugirió que fuera a estudiar a Londres y allí solicité ingresar en la Guildhall School of Music & Drama, con la suerte de que me admitieron. El primer año lo pasé fatal: tenía 16 asignaturas y solo una de ella era Canto. Yo pensaba: «¿Pero he venido aquí a cantar o a qué he venido?». ¡Aprendí incluso claqué!

P. Allí se licenció con honores y obtuvo el premio School Singing Prize. ¿Cómo empezó a volar sola?

Discografía. La Galanía es el grupo que forma con su marido, Jesús Fernández Baena. En la imagen Yo soy la locura (2011).

R. A mi vuelta a España, hice una audición con Jordi Casas Bayer, que entonces era director del Coro de la Comunidad de Madrid. Tras escucharme me dijo que no me podía admitir. Yo, claro, me llevé una grandísima decepción, porque acaba de mudarme a Madrid y necesitaba pagar un alquiler. Según él, si me admitiese en el coro perjudicaría mi carrera, porque yo tenía que cantar sola.

P. ¿En qué medida cambió el rumbo de su carrera conocer a Jesús, su actual pareja?

R. En 2001 coincidimos en un concierto en Zaragoza y me propuso hacer dúo. Estuvimos colaborando varios años, él acompañándome con la tiorba, un instrumento de la familia del laúd, y ya se sabe, el roce hizo el cariño [risas]. Es un grandísimo erudito de la música italiana, y he aprendido tantísimo de él… Sin su apoyo no me hubiera animado a fundar nuestro grupo [La Galanía] ni el sello discográfico [Anima e Corpo]. Ha sido un soporte brutal, y supongo que sin él no sería ni la mitad de lo que soy hoy.

P. Tengo entendido que detrás de cada uno de sus discos hay un arduo trabajo de investigación…

R. Sí, procuramos siempre trabajar desde el manuscrito, desde el fácsimil, desde la fuente. Y después intentamos buscar un repertorio infrecuente, siempre que sea bonito. Las cuatro estaciones de Vivaldi son maravillosas, por supuesto, pero todavía hay música que no ha salido a la luz o se ha interpretado muy poco. A ese tipo de música nos gusta también hincarle el diente, creando nuestra propia versión desde cero. Es una labor casi de orfebre.

P. ¿Cómo decide especializarse en la música italiana del siglo XVII, y por qué se la llama «música de los afectos»?

R. La descubrí cuando tenía 15 años a través de un amigo de Pamplona, aunque trabajando con Jesús, que es una persona sensible y empática, ahondamos más en el repertorio. Se denomina así porque la única misión de ese repertorio es conmover; no desde el efecto, con fuegos de artificios, sino desde el afecto, es más introvertido.

P. ¿En la vida real es tan intensa y apasionada como la música que interpreta?

R. [Risa escandalosa]. Sí, soy una persona muy optimista y muy feliz. No sé por qué luego me gusta tanto el dramón. Supongo que purgo todas mis miserias cuando canto y luego me quedo tan pichi.

In Paradiso (2012).

P. ¿Qué caprichos de diva se permite?

R. La diva es mi garganta, no yo, así que de vez en cuando le compro algún pañuelito. Intento no consentirle demasiado…

P. Desde luego, no es muy habitual que una soprano use Twitter…

R. Yo uso bastante las redes sociales e intento tener un contacto más directo con el público. Me parece fundamental que los intérpretes de música clásica nos desprendamos de ese corsé o ese frac que nos separa.

P. ¿Actuar en el Carnegie Hall de Nueva York fue su gran momentazo?

R. Supongo que es el más prestigioso, pero luego hay actuaciones casi anónimas, como la que hicimos Jesús y yo en el Hospital 12 de Octubre, en Madrid, cantando para los neonatos, que para mí tienen un valor humano mucho más grande. La música tiene un valor terapéutico enorme y debería utilizarse más como terapia.

P. ¿Tiene algún sueño por cumplir?

R. Siempre he soñado con ponerle voz a una princesita de Disney. Tengo un punto infantil: me encanta el color rosa, tengo aún muchos peluches en mi habitación… Todavía no he madurado, pero no me importa, porque de alguna forma sigo jugando.

P. ¿Sigue escuchando a Madonna o cree que debe retirarse?

Álbum Alma mía (2013).

R. ¡Por supuesto que no se debe retirar! Ella sí que es una diva de verdad…

Faceta empresarial

Es la única soprano española que ha creado su propio sello musical, Anima e Corpo, que ya ha producido cuatro discos: Yo soy la locura (2011), In Paradiso (2012), Alma Mía (2013) yPegaso (2014). ¿No hay que estar un poco loca para meterse a empresaria en plena crisis?, le preguntamos. «Supongo que es una locura, pero la vida sin locura sería excesivamente aburrida», responde. «Nos embarcamos para hacer nuestros proyectos con La Galanía de la forma que queríamos, sin tener que pedir explicaciones respecto a programas, fechas o portadas de discos. Queríamos tener libertad. Toda la producción de los discos con La Galanía la hemos hecho libremente eligiendo los músicos, el repertorio o el texto que queremos. Nos podía haber salido fatal, pero nos salió bien y hemos tenido el respaldo de un público fiel que además va creciendo. He aprendido mucho de los grupos y profesores con los que he trabajado, pero le he cogido el gusto de hacer las cosas a mi manera. Es momento de centrarme en mi propia aventura. Yo soy la locura lo hemos reeditado tres veces, vamos por 10.000 copias, es mucho para nuestra música (como la poesía en los libros) y estamos muy contentos».

Más información. www.raquelandueza.com

Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografía de Álvaro Felgueroso

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