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Los hermanos Francisco y Rosa Vañó abandonaron sus lucrativos puestos en el banco Santander y en Coca Cola para transformar una empresa familiar de aceite a granel en una innovadora marca de alta gama que hoy se exporta a 40 países.
Fue como saltar al vacío sin paracaídas. Los hermanos Paco y Rosa Vañó, propietarios y socios al 50% de la compañía aceitera Castillo de Canena, todavía recuerdan esa «sensación de vértigo en el estómago» cuando, en 2003, abandonaron sus respectivas empresas, Banco Santander y Coca-Cola, donde ocupaban puestos directivos, para darle la vuelta a un negocio familiar dedicado a la producción industrial y a granel de aceite de oliva. ¿Por qué no montamos un negocio propio y elaboramos un virgen extra de alta gama?, se plantearon. «Llevábamos tiempo meditando la decisión, pero lo de tirarte al vacío son fracciones de segundo», aseguran los hijos del economista y abogado Luis Vañó, ex presidente del Banco Árabe Español y eslabón de una familia vinculada al olivar desde 1780.
Emprendedores. Los hermanos Paco y Rosa, de 51 y 48 años respectivamente, ante el Castillo de Canena (s. XVI).
Para este veterano hombre de banca, su finca heredada de 1.500 hectáreas (El Cortijo de Guadiana, enclavado entre los parques nacionales de Cazorla y Mágina, en Jaén), era más bien «una afición rentable»: produce 8.000 toneladas de aceituna y factura unos 13 millones de euros. Por eso, al principio le costó encajar que sus descendientes, padres de familia y con los 40 ya cumplidos, abandonaran su zona de confort (sueldo de ejecutivo, despacho propio, cochazo de empresa) para embarcarse en esta arriesgada aventura. Una vuelta a las raíces que pasaba por reinventarse en «cosecheros con valores», al estilo de los productores de vino franceses.
«Nuestro padre no lo celebró con una mascletá», bromean ocho años después, satisfechos por el camino recorrido. A día de hoy, Aceite de Canena, que comercializa cuatro productos distintos (Reserva Familiar, Primer Día de Cosecha, Royal Temprano y Cata Horizonal), figura entre los aceites de oliva virgen extra de mayor prestigio internacional. Entre sus numerosos premios están el Coq D’Or 2006 de la Guide des Gourmands (único aceite español en lograrlo), la Medalla de Oro y el Best of the Show del Concurso Internacional de Los Ángeles 2009, o los 96 puntos sobre 97 que la prestigiosa guía Flos Olei, considerada la Parker de los aceites, ha otorgado este mismo año a su reserva familiar.
La cita con los herederos tiene lugar en el Castillo de Canena, situado en una loma de esta localidad jiennense de unos 2.000 habitantes. Construido por los árabes sobre las ruinas de un castro romano, el secretario del emperador Carlos V lo convirtió en castillo-palacio en 1538, encargando el proyecto al arquitecto Andrés de Vandelvira. Desde 1931 es Monumento artístico nacional. El patriarca de los Vañó adquirió y restauró la fortaleza hace tres décadas para usarlo como casa familiar, sin sospechar que acabaría siendo santo y seña de la marca aceitera. «Aquí nos hemos casado, hemos celebrado fiestas, reuniones con amigos… Normalmente, la imagen de un castillo es de un lugar frío e inhóspito, pero el nuestro está lleno de buenas vibraciones», coinciden los hermanos Vañó, un tándem bien engrasado que desde el principio tuvo claro el reparto de papeles: Francisco es el director general y Rosa la directora comercial y de marketing. Mientras él tiene la visión global de la empresa, ella pone su creatividad y su olfato de vendedora al servicio del producto. Con un equipo formado por 75 personas, Aceite de Canena factura 1.200.000 euros y exporta a 40 países. Hasta los almacenes Harrods de Londres despacharon una edición especial denominada Familia Vañó para Harrods.
Tener un castillo del XVI, una tradición olivarera de más de 200 años y la capacidad de gestionar todo el proceso productivo en la misma finca (desde la recolección al envasado pasando por la almazara), así como la inversión en I+D y la calidad intrínseca del producto, fueron los principales elementos diferenciadores que estos empresarios noveles valoraron a la hora de posicionarse dentro del sector. Un sector muy competitivo y fragmentado «donde sólo en España existen mas de 50 marcas Premium, aunque muchas dicen serlo y no lo son, y viceversa», precisan.
‘Primero’. Con aceituna Royal, variedad propia de Cazorla, con una acidez de 0,6%. 18 euros (0,5 l).
Sin duda, la experiencia laboral acumulada en sus anteriores compañías les dio confianza para afrontar el reto. Licenciado en Derecho, Francisco Vañó ha trabajado durante casi 20 años en la banca internacional. Empezó en el banco Atlántico en 1984, luego estuvo cuatro años trabajando para la filial panameña, a comienzos de los 90 entró en Banesto (fue director de oficina en Milán, donde vivió hasta el 97) y, tras ser absorbido por el Santander, aceptó quedarse en esta entidad, donde terminó como responsable de instituciones financieras internacionales. Por su parte, su hermana Rosa, economista de formación, fue directora de marketing de las discográficas Warner y Universal Music –ha conocido de cerca a artistas como Prince o Phil Collins- ant es de aterrizar en la división española de The Coca Cola Company, donde fue responsable de marketing y se jubiló al frente de la unidad de Carbonatados. De la multinacional de refrescos se trajo «la capacidad de crear valor, de entender que existen formas de construir preferencia de compra».
-Si la Cola Cola es ‘la chispa de la vida’…
-El aceite es la chispa de la gastronomía.
‘Primer día de cosecha’. Edición limitada del aceite recolectado el primer día de cosecha. En este caso es 100% variedad Arbequina. 16 euros (0,5 l).
¿Fue la ilusión de recoger el testigo el principal motivo para dar el salto? «Evidentemente, debemos mucho a nuestros antepasados, pero también influyó el deseo de trabajar por nuestra cuenta», explica Francisco, un tipo culto y sosegado que vivía en Madrid y decidió trasladarse a Jaén para estar a pie de finca. «Las multinacionales te meten mucha presión, y a veces eso te impide dar lo mejor de ti. Además, yo acababa de cumplir 40 años, me sentía con energía y me apetecía poner en práctica un proyecto sin ataduras ni cortapisas. Para dar el salto tienes que encontrarte en un momento vital determinado», añade Rosa, una auténtica crack de la mercadotecnia. Enérgica, divertida y gran entendida en temas de gastronomía (es amiga y colaboradora de muchos chefs con estrella Michelín), no extraña que fuera elegida ‘Mujer Empresaria del Año 2008’ por la federación española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (Fedepe). Contagia su pasión con profesionalidad y gracejo.
«De niños pasábamos los veraneos jugando en los olivares. Hacíamos cabañas con las pestugas (brotes nuevos del olivo), recogíamos los botes de gasoil de los tractoristas para jugar a las tiendas… Nos juntábamos 36 primos en casa de la abuela y allí nos daban pan con aceite para merendar; a la hogaza le hacían un hoyico con el dedo, y podías elegir entre echarle sal o azúcar. ¡Era baratísimo!», relata la directora de marketing. Probablemente, los buenos recuerdos de infancia también influyeron en la decisión de volver al terruño. «Al principio fue muy duro», recuerda el director general. «Tuvimos que formarnos en el mundo del aceite, porque no teníamos ni idea. Luego, conseguimos la certificación de Agricultura Integrada, a fin de validar la calidad. Y por último, hubo que transmitir la nueva cultura empresarial a los equipos, porque pasar del granel al aceite gourmet no sólo implica un cambio drástico en los procesos de producción, sino de mentalidad. La ventaja de tener una superficie extensa (1.500 hectáreas) es que podemos hacer una selección previa de las mejores zonas al inicio de campaña, porque no siempre la misma zona produce la misma cantidad de aceitunas ni éstas tienes la misma calidad».
Cata horizontal. De Arbequina, hay tres botellas, cada una con aceite evolucionado en 3 meses consecutivos. 60 euros (las 3 u).
‘Reserva familiar’. 100% Picual, el aceite se ha extraído antes de 4 horas después de la recolección. De color verde intenso. 10 euros (0,5 l).
Rosa Vañó recuerda sus comienzos como captadora de clientes a puerta fría: «En Coca Cola estaba acostumbrada a la alfombra roja, pero en mi empresa empecé por la puerta de atrás. Un día entré en el restaurante El Olivo, en Madrid, de los pocos que trabajaban bien el aceite, y pregunté por el chef, Jean Pierre Vandelle. Como no estaba, le dejé mi tarjeta y unas muestras de arbequina y picual. A los dos días me llamó para decirme que me había equivocado, que el picual no era tal. Cuando le hice entrar en razón, me dijo: ‘Entonces venga a verme, es el mejor que he probado en mi vida». Días después, los hermanos Vañó fueron a comer al restaurante y, en homenaje a ellos, el chef sirvió una sopa con Aceite de Canena. «Se nos saltaron las lágrimas». Después llegó el Coq D’Or y la lluvia incesante de premios, fruto del esfuerzo constante y la fe en la calidad del producto.
De los cuatro productos de la casa, quizá el más emblemático sea el Primer Día de Cosecha, un homenaje a la liturgia de la primera recolección. Cada añada –como si de vino se tratara- tiene su propia etiqueta. El diseño de la botella se encarga cada año a una personalidad distinta. «La primera en interpretarla fue la diseñadora Sara Navarro, que la pintó de color cereza, su color favorito. Luego vinieron Enrique Ponce, Ainhoa Arteta, Manolo Valdés o Pau Gasol, que firma la de 2011. La idea era cambiar de color cada año, pero a la vista del éxito, la botella roja se mantuvo». La gama se completa con el Reserva Familiar, El Royal Temprano y La Cata Horizontal (tres extracciones de tres meses diferentes), los dos últimos agrupados bajo la denominación ‘Aceites del siglo XXI’. En parrilla de salida espera el aceite al Humo de Roble, con una sorpresiva cata y una botella azul de gran impacto, que sería el tercero de este grupo.
Y luego están los ‘divertimentos’, como el aceite carbonatado y el aceite de caviar. «El primer proyecto está abandonado: el gas de las burbujas oxidaba el aceite. Respecto al segundo, no hemos dado con la tecla: el caviar y el aceite son inmiscibles». No obstante, siguen apostando por la producción sostenible y la inversión en I+D, «algo que nos distingue de otros aceites del mundo».
Mientras Francisco vigila los procesos de producción, Rosa organiza catas, acude a ferias internacionales, recoge distinciones (la Academia Georgofili, Florencia, la más antigua de Europa, acaba de reconocer su labor de difusión de los aceites de calidad) y explora nuevos mercados. «Hay que salir fuera. Lo primero que hicimos fue llamar al ICEX (Instituto de Comercio Exterior) y apuntarnos al programa PIPE (Programa de Internacionalización para Empresas), que nos ayudó a hacer un plan de exportación», aconseja. Hace unos meses viajó a Copenhague por negocios y, como buena gastrónoma, aprovechó para comer en el Noma, elegido mejor restaurante del mundo por segundo año consecutivo. «Los platos, excelentes, y la puesta en escena, espectacular. Me encantó la opción de poder maridar el menú degustación con zumos muy singulares en vez de con vino». ¿Y le dejó unas botellitas al triestrellado Renè Redzepi? «Por supuesto, y su reacción fue buenísima. Fue uno de los días más especiales de mi vida». Como emotivo fue el día en que los dos hermanos instituyeron el Premio Luis Vañó de Investigación Oleícola. El patriarca, aseguran, está encantado.
Más info: www.castillodecanena.com