Nacho Duato: «Me Gustaría Ser Hetero, Sobre Todo Para que Me Dejen Tranquilo»

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«Ni de derechas ni de izquierdas, quiero gente inteligente y coherente» / «No soy de la cuerda de Putin, pero toca el piano y va al ballet» / «Con Bosé no había amor ni nada; nos divertimos y ni me acuerdo de más».

En un momento de la entrevista, Nacho Duato (Valencia, 1957) confiesa que no es una persona creyente. “Pero cuando tú bailas todos los días, eso ya es una oración”, dice el exbailarín y coreógrafo tras el ensayo de su nueva coreografía, “Morgen;”, donde aborda el suicidio. Con esta obra, una plegaria en movimento, Duato regresa a la Compañía Nacional de Danza once años después de su abrupta salida de la dirección, cargo que ejerció desde 1990 a 2010. Su pulso con el Ministerio de Cultura -se negaba a abordar clásico con el exiguo presupuesto de repertorio moderno- precipitó su salida. No tardó en recibir ofertas: a los los tres meses fue contratado para dirigir el ballet imperial del Teatro Mijáilovski, en San Petersburgo. “Por primera vez en más de cien años, una compañía rusa ponía al frente a un extranjero”, recuerda el artista, quien de 2013 a 2017 fue director del Ballet Estatal de Berlín. En la actualidad vive entre Madrid, Valencia y San Petersburgo, la segunda ciudad más grande de Rusia, donde reside de cuatro a seis meses al año. 

Duato tiene 65 años, pero nadie diría que está en edad de jubilarse. Alto y estilizado, quizá ya no sea ese “hombre con la gracia de un animal; y aún más bello, más grácil”, como le describió un crítico cuando aún volaba sobre el escenario. Pero quien tuvo, retuvo. Además, a lo largo de su carrera no ha tenido lesiones importantes. Durante el ensayo de “Morgen;”, no obstante, el maestro se lleva una mano a la espalda y hace una mueca de dolor. “Ahora estoy con ciática y me tienen que hacer una infiltración el mes que viene. Creo que, por el parón de la pandemia, se me ha descuajeringado un poco el chasis”, aclara entre risas quien está considerado uno de los mejores coreógrafos del mundo. Y no solo de danza contemporánea: en marzo regresará al Mijáilovski para montar Don Quijote, su quinto ballet clásico, además de la ópera Carmen. 

Siempre le ha acompañado una estela de éxito. Sin embargo, no olvida que su infancia fue “más dura que la de Billy Elliot”. Con 12 años ya tenía dentro el gusanillo del baile, pero mientras sus seis hermanas asistían a clases particulares de ballet en el chalet familiar de Roquefort (Valencia), él tenía que esconder las mallas. Su padre, gobernador de Alicante en la dictadura, solía reprimirle con dureza -“¡Habla con un hombre!”- y en el cole le llamaban marica. “Hace poco me enteré de que mis compañeros se referían a mí como el patito feo, porque siempre paseaba solo por el patio”. Al menos su abuelo materno, el pionero de la neurocirugía Juan José Barcia, nunca le hizo sentirse diferente. 

Por fin, a los 17 años se fue a estudiar a la Rambert School de Londres, dejando atrás todo ese ambiente opresivo. Después se matriculó en la École Mudra de Bruselas, bajo el cobijo del gran Maurice Béjart, y de ahí saltó al American Dance Center de Alvin Ailey. Con 21 años firmó su contrato con el prestigioso Cullberg Ballet de Estocolmo y un año después ingresó en el Nederlands Dans Theater (NDT), donde se curtió como bailarín de la mano de su director, Jirí Kylián. Con 23 compuso su primera su primera coreografía, Jardí Tancat. Tras ganar el Concurso Coreográfico Internacional, con 28 fue nombrado coreógrafo estable de la compañía holandesa. Cuando regresó a España para dirigir la Compañía Nacional de Danza, el patito feo ya se había convertido en un majestuoso cisne.

Famoso por no tener pelos en la lengua, Duato siempre dice lo que piensa, “pero eso en España es hablar demasiado”. A lo largo de la charla habla con transparencia sobre la homofobia que sufrió en sus infancia; sobre su depresión y su enganche al Lexatin; sobre el menosprecio del ministerio de Cultura hacia la danza (frente al apoyo de Vladimir Putin al ballet) o de su relación con su íntimo amigo Miguel Bosé. En otra vida le gustaría ser heterosexual, “sobre todo para que me dejasen tranquilo”. Sensible, cultivado y solidario, a veces parece que todo le resbala. En realidad, afirma, “he aprendido a llevar a una coraza”.

P. ¿Eres muy exigente como coreógrafo? ¿Metes mucha caña a tus bailarines?

R. Yo no meto caña nunca a nadie, pero si quieres hacer un buen ballet tienes que ser exigente contigo mismo y con todo: música, vestuario, luces. Es decir, me lo tomo muy en serio y no pierdo el tiempo nunca.

P. Siempre te has quejado de que la danza es “la Cenicienta de las Artes”, por el escaso apoyo que recibe del Ministerio de Cultura. ¿Ha cambiado algo el panorama desde que hace 11 años te despidieron de la CND?

R. No es que haya cambiado, es que yo creo que va de mal en peor. Hay mucha más burocracia, más restricciones, menos confianza del INAEM hacia el director… Yo, por ejemplo, hacía anuncios, galas, etc, y eso redundaba en la visibilidad de la compañía. Hay demasiado control, y un artista necesita más libertad. Tienes que tener las cuentas bien hechas y ya está. Cuando yo era director me reunía con el padre del presidente Sánchez, que era el gerente del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música de la época, y no había problemas. Yo le caía muy bien, y él a mí. Era la única compañía que daba dinero al Ministerio. ¡Más de un millón en entradas!

P. “El problema de España es la ignorancia”, denunciaba hace poco el arqueólogo de la música Jordi Savall. 

R. No puedo estar más de acuerdo, y además admiro muchísimo a Savall. Es el rey de la música antigua en el mundo. Desde antes del Siglo de Oro, España producía música antigua de primerísima calidad y tenía compositores a la altura de Hendel. A Savall le gustaría reproducir aquellas partituras, pero tú se las enseñas al ministro de Cultura y es como si le mostraras una calabaza. No sé si en Cultura sabrán que Alfonso XIII fue mecenas del empresario Serguéi Diáguilev, fundador de los Ballets Rusos… Por cierto, una vez, el rey le dijo a Diaghilev: “¿Pero usted a qué se dedica? Porque no es compositor, no baila, no es director de música…”, a lo que el ruso le contestó: “Majestad, yo soy igual que usted: no hago nada, pero soy imprescindible”. (Risas) 

P. El bisabuelo de Felipe VI también fue el primer promotor de cine pornográfico de España.

R. Ya, pero también le gustaba mucho el ballet y asistía a los estrenos… Ahora estamos peor que en tiempos de Alfonso XIII.

P. ¿Cuál ha sido tu principal legado como director de la CDN (1990-2010)? 

R. Creo que le di una identidad y una proyección internacional. Éramos un referente de compañía de ballet contemporáneo en todo el mundo, con actuaciones en el Brooklyn Academy of Music de Nueva Yorkj o la Opera de Sidney. Traje a los mejores coreógrafos y creé la CDN 2 (la cantera de la compañía) de la que salieron muchos bailarines y coreógrafos como Patrick de Bana, Nicolo Fonte o Ángel Rodríguez. 

SUICIDIO

P.  En coreografías pasadas has abordado temas sociales como la drogadicción, el racismo o la tortura. En Morgen; te has fijado en el suicidio. ¿Por qué?

R. Yo estoy siempre alerta, y el suicidio ahora mismo es una pandemia oculta. (De las 3.941 personas que se quitaron la vida en 2020, 300 tenían entre 14 y 29 años). Yo acababa de hacer El lago de los cisnes en San Petersburgo (cuatro actos con tutús, grandes decorados, las joyas de la reina) y me apetecía crear algo radicalmente distinto. Además, siempre me gustó Dorothy Parker, y me topé con su poema “Resumé”, escrito entre dos intentos de suicidio. (http://triunfo-arciniegas.blogspot.com/2016/08/dorothy-parker-resume.html) En cuanto al título, lo tomé prestado de un aria de Strauss, que me gusta mucho. Uno no se inventa nada…

P. El título de la coreografía (Morgen;) incluye un simbólico punto y coma… 

P. Sí, muchas personas que han sufrido depresión, adicciones o suicido llevan tatuado este signo ortográfico para expresar que la vida continúa. No es un punto final. Por eso en la obra hay un resquicio para la esperanza. 

DEPRESIÓN

P. La depresión es un enfermedad que puede ir acompañada de pensamientos suicidas. Tú la padeciste durante 20 años. ¿La has superado por completo?

R. Creo que a todo el mundo se le pasado por la cabeza quitarse de en medio alguna vez. Hay mañanas en las que te levantas y no te hubiera importado nada no haberte despertado. Yo a veces voy en el avión, cuando hay mucha turbulencia, y pienso: “Pues mira qué bien, sería estupendo acabar aquí”, aunque otras veces me aterra que se mueva un poquito. Todo depende de cómo esté tu centro de gravedad. Albert Camus decía que la pregunta más importante en filosofía es: “¿Por qué no nos suicidamos?” 

P. ¿Cómo llevas el insomnio? 

R. ¡Uf! Tengo problemas para dormir desde muy pequeño. Los médicos me recomendaron que no tomara Orfidal más de 15 días, pero llevo más de 15 años…  (Risas)

P. Hablas de algo serio, pero le quitas dramatismo.

R. La ironía es la seriedad disfrazada de broma, y a mí me gusta practicarla. 

P. Los trastornos psicológicos están dejando de ser tabú en ámbitos como el deporte. ¿También en la danza? 

R. Un bailarín, como un atleta, está siempre al borde. Físicamente tienes que dar mucho, y psíquicamente también. Tener un fallo delante del público es tremendo. Hay mucha presión, y tienes que ser muy fuerte para afrotarla. Boris Izaguirre dijo una vez: “Nacho Duato tiene una piel de nácar: todo le resbala”. Y no es que todo me resbale, pero he aprendido a llevar a una coraza.

P. ¿La sigues llevando?

R. Sí, claro. Y cada vez más.

P. ¿Y has acudido a terapia para desprenderte de ella? 

R. Sí, de pequeño en Valencia y luego aquí en Madrid durante una época. Pero para mí ir a terapia era algo normal: mi abuelo y mi tía eran psiquiatras, y en toda mi familia hay muchos médicos. De niño me llamaba “Leucocito”, porque al nacer era blanquísimo (Risas)  

INFANCIA

P.  ¿Cómo surge tu vocación por el baile? 

R. De niño siempre quise ser bailarín, pero no me atrevía a decirlo. Un día vi una película donde Burt Lancaster hacía de trapecista y llevaba mallas (Trapecio, de Carol Redd), y dije que yo quería ser como él. Entonces me compraron unas barras y allí hice mis pinitos. En casa, mis seis hermanas (éramos nueve hermanos en total), asistían a clases particulares de danza. La mayor hacía de hombre, y yo decía: “¿Pero por qué no bailo yo?” Una vez, Lola, la profesora, le dijo a mi madre: “Aquí el único que puede llegar a bailar es Nacho”. Pero tuve que esperar a tener 17 años para irme de España…

P. A tu padre, que fue gobernador civil de Alicante, no le hacía mucha gracia verte con mallas…

R. He actuado en los escenarios más importantes del mundo, desde el Bolshoi al Metropolitan, pero solo vino a verme bailar cuatro veces. Nunca le conmovió el ballet. Si hubiese sido un tenista, seguro que hubiera venido, porque a mi padre le gustaba mucho el tenis. Pero no me siento mal.

P. ¿Le dolía esa falta de apoyo?

R. En muchas ocasiones he tenido que disfrutar el éxito a solas. Cuando en Holanda me dieron la primera medalla de oro de la danza, fui solo a recogerla. Ni un amigo, ni el director, ni nadie. 

P. Tengo entendido que tu abuelo materno, Juan José Barcia Goyanes, pionero en neurocirugía en España, es tu gran inspiración.

P. Él fue la primera persona que abrió una cabeza en España. Fue rector de la Universidad de Valencia y hablaba 12 idiomas. Vivió hasta los 102 años y escribió un libro precioso sobre la vejez titulado Cuando el sol se vuelve amarillo”. A los nietos nos daba a leer la Biblia, y por cada palabra que encontráramos relacionada con una parte del cuerpo, nos daba una peseta. Era muy facha, pero a mí eso no me importaba tanto. A estas alturas, a mí no me importa si la gente es de izquierdas o de derechas. Mi abuelo nunca dejó de ser franquista, pero otros iban de socialistas cuando sus padres habían chupado del Régimen. Yo lo que quiero es gente inteligente y coherente. 

CONTRA LOS VIENTRES DE ALQUILER

P. ¿En qué espectro político te sitúas?

R. Aunque soy muy de izquierdas, en el fondo soy bastante conservador en mi forma de ser y de ver la sociedad. Por ejemplo, soy muy crítico con temas como el matrimonio gay y los vientres de alquiler, a pesar de cómo lo vende el movimiento LGTB. No es tan fácil como se cuenta. Hace poco tiempo que los homosexuales se han empezado a casar; ahora empiezan a divorciarse y los hijos nacidos mediante paternidad subrogada ya tienen 18 o 20 años. A ver cómo acaba la cosa. Si ya el matrimonio convencional cristiano no ha funcionado… Yo no soy homófobo, pero tampoco estoy loco.

P. Has dicho que te hubiera gustado ser heterosexual. ¿Y eso? 

R. Sí, si volviese a nacer me gustaría ser hetero, sobre todo para que me dejasen tranquilo. Porque incluso hoy sigue uno teniendo esa presión por ser gay. Siempre hay algún momento en el día que te recuerdan que eres diferente. Recuerdo que Pilar Bardem, en una entrega de premios, me soltó: “Ay qué pena seas gay, con lo guapo que eres”. ¿Qué pena? ¡De qué pena, nada!

P.  Empezaste a coreografiar “por casualidad” y a dirigir “sin querer”. Dices que no haces nada bien, “pero tengo algo que engancha”. ¿Un talento oculto? 

R. Nadie es tan genio como para considerarse a sí mismo un dios. No considero que mi trabajo esté tan bien como que me pongan en un altar. Pero sí creo que está mejor que el de la mayoría (Risas) 

P. A lo largo de tu carrera has vivido en varios países: Holanda, Suecia, Dinamarca, Inglaterra… ¿Llevas algún recuerdo especial en la maleta?

R. Me llevaba la foto de mi hermana Carmiña y la sigo llevando. Murió de sida y fue la primera pérdida importante que tuve. Si ahora tuviera que llevar en la maleta las fotos de todos las personas que se me han muerto, tendría que comprar un álbum.

P. ¿Eres creyente? 

R. No, pero cuando tú bailas todos los días, eso ya es una oración. 

RUSIA

P. En Rusia eres una personalidad muy respetada. “Si me muero en Rusia, que me entierren allí”, has dicho

R. Sí, estoy convencido de que los bailarines me traerían flores y bailarían todos mis ballets. Cuando salgo del ballet San Petersburgo, a veces veo a 15 personas esperándome en la calle, incluso a varios grados bajo cero.

P. Vamos, que eres el Raphael de la danza. ¿Has visto el documental Raphael, desde Rusia con amor? Fue el primer artista europeo que cruzó el Telón de Acero…

R. Allí le adoran. Recuerdo que hace seis años, cuando yo vivía entre la catedral de San Isaac y el Hermitage, en San Petersburgo, salí de casa y vi toda la calle empapelada con fotos del Raphael. A mí en Rusia me quieren mucho y conocen mi trabajo. En España no me tienen tan ubicado… 

PUTIN

P. ¿Putin ha asistido a alguno de tus estrenos en el Mijáilovski? 

R. Sí, ha estado en cuatro estrenos y hemos podido charlar un rato. 

P. ¿Cómo es en las distancias cortas?

R. Bajito (Risas) y muy normal. La última vez vino a la despedida de una bailarina veterana y estuvo hablando media hora sobre Tchaikovsky. Yo no soy de la cuerda de Putin, pero admiro que sepa tocar el piano, que sea íntimo amigo de la Filarmónica de Moscú y que vaya al ballet y a la ópera. Como presidente de Rusia, es una especie de padrino del Bolshoi y tiene voz para poner y quitar bailarines y coreógrafos. 

P. Muy propio de regímenes autocráticos, por otra parte…

R. Tiene el poder. La ventaja es que apoya el ballet y da dinero a dos teatros para mantener a 400 bailarines. Yo tengo muy claro que estoy en Rusia para cambiar el ballet y lo he cambiado. Ya sé que el país es homófobo y misógino, pero yo allí voy a hacer ballet.   

P. ¿Te preocupa que Rusia pueda invadir Ucrania? (La entrevista coindice con la visita diplomática de Macron a Moscú para rebajar la tensión).  

R. No lo va hacer, es imposible. 

P. ¿Por qué estás tan seguro? De momento, Rusia sigue desplegando su fuerza militar en la frontera… 

P. Ya, pero la frontera está como de aquí a París. No lo veo.

P. El bailarín ucraniano Serguéi Polunin, considerado “el chico malo de la danza”, tiene tatuada en el pecho la cara de Putin, al que admira desde pequeño.

R. Yo le di el primer premio cuando hice de jurado en un concurso de televisión de Moscú, pero lo del tatuaje demuestra la idiotez del personaje. 

P. Hace poco, Polunin colgó el siguiente mensaje en Instagram: “El hombre debe ser un hombre, y la mujer, una mujer. Los hombres son lobos, leones. Deja de ser débil, sé un hombre, sé un guerrero”. ¿Qué le parece?

R. Una persona que piensa así no puede bailar bien. Yo le doy dos años más de carrera como bailarín. Polunin es una chispa, y en la danza es mejor ser una vela que ilumine cálidamente una habitación durante mucho tiempo. Yo pretendo ser eso: llevo 40 años haciendo ballets. 

65 AÑOS

P. El 8 de enero cumpliste 65. ¿Llegaste a imaginar que seguirías dando guerra a esta edad?

R.  Hay días en los que me siento pletórico y otros en los que pienso que no me importaría no despertarme. Días en los que no me pesa la edad y días en los que me pesa demasiado. 

P. Tu fachada no se corresponde con la del típico jubilado. 

R. Mi fachada no lo sé, pero mi cabeza desde luego que no (Risas). 

P. ¿Quién tuvo, retuvo? 

R. Sí. Ten en cuenta que yo me he cuidado bastante, sobre todo en cuanto a la alimentación. Me hace gracia esa gente que va de ecologista y luego se zampa un bollycao.  

P. ¿Te gusta el chuletón al punto, como a Pedro Sánchez? 

R. Lo puedo comer sí, no soy vegetariano, aunque no pruebo mucho la carne.

BELLEZA

P. Has sido un Adonis. ¿La belleza para ti ha sido una ventaja o un hándicap?

R. Puede ser una ventaja. Recuerdo que fui a hacer la audición de Maurice Béjart y ni siquiera llegué a bailar. Me vio caminar y dijo: “Este pasa”. Yo siempre he sido consciente de mi belleza, porque iba a un sitio y la gente se quedaba mirando. He hecho todas las portadas habidas y por haber; anuncios con Claudia Schiffer, Linda Evangelista, Andie Macdowell; fui imagen de Loewe… Pero no le he dado importancia, porque además en mi familia son todos más guapos que yo. La belleza está mucho más en los ojos de los demás. 

P. ¿Tienes miedo a envejecer? 

R. Hombre, cuando has sido muy guapo y te vas arrugando, pues te da un poco de rabia. 

P. ¿Qué es en lo primero que te atrae de una persona?

R. Me gustan mucho los rasgos bereberes y aztecas; facciones como las de Jessie Norman (la soprano afroamericana ya fallecida). Pero a un guapo tipo Brad Pitt lo encuentro aburrido. 

P. Fuiste el primer hombre que se desnudó en España después de la Transición, en la obra ¿Por qué corres Ulises?, junto a Victoria Vera…

R. El casting fue en casa de Antonio Gala (autor de la obra) y éramos chicos de unos 18 años. Nos pidieron que nos quitásemos la ropa y el único que se desnudó del todo fui yo; el resto se quedó en calzoncillos.    

P. ¿Nunca has tenido pudor?

R. Sí, lo tengo. Hace mucho que no piso una playa en bañador, y ni siquiera iba cuando tenía cuerpazo, porque no me gusta sentirme observado. Pero si me lo piden para una obra de teatro o para una sesión de fotos, me desnudaría sin problema. 

P.  ¿Cuándo ha sido la última vez que te has enamorado? 

R. Yo creo que nunca. Me puedo enamorar un día, pero querer estar con esa persona continuamente, no me ha pasado nunca. Ni lo necesito. A mí alguien me canta “No existe un momento del día / en que pueda olvidarme de ti…” (tararea el bolero Contigo en la distancia) y lo tiro por el balcón (Risas).

P. ¿Lo ves como una carencia?

R.  No me hace falta. No creo en el amor, y nunca lo buscado. Cuando he estado con alguien, a los tres meses ya me ha puesto histérico. Prefiero soportar la soledad. 

MIGUEL BOSÉ

P. Conociste a Miguel Bosé en 1979, cuando eras bailarín de su espectáculo Super-Superman. “Nos gustamos como personas y físicamente”. ¿La cosa fue a más?

R. Éramos muy jovencitos, no había amor ni había nada. Él era muy guapo, yo también, y nos divertíamos en Nueva York. Pero no me acuerdo ni de haber follado con él. 

P. ¿Cómo? Si hubieras follado con Miguel Bosé, te acordarías…

R. Pues no me acuerdo de nada (Risas). Somos muy amigos, aunque hace mucho que no hablo con él. Es una persona a la que quiero mucho; siento que es muy cercano a mí.

P. ¿Qué te parece que Bosé se ha erigido en la voz de los antivacunas? ¿Habéis discutido sobre este tema?

R. Sí, pero eso se queda entre nosotros. Yo solo te puedo decir que ya tengo la segunda vacuna, y esperaré a que me pongan la tercera después del estreno, porque hace poco di positivo en covid.  

P. ¿Nunca te has planteado ser padre, como Miguel Bosé? 

R. No, y como te dije antes, rechazo la gestación subrogada. Tú puedes pagar un vientre de alquiler por 30.000 euros en Rumanía, pero en Estados Unidos te costaría 150.000. Ponemos precio a los vientres, y eso es tremendo. 

SOLIDARIO

P. Tengo entendido que apadrinas a una niña con polio en el Chad (África) a la que has pagado sus prótesis e incluso has construido una casa. 

R. Sí, se llama Chanceline, y la ayudo a través de la Fundación Fernando Fonseca. Pero apoyo más cosas… Hace años estuve tres semanas con niños soldados de Sierra Leona a los que enseñé a bailar. Y aquí mismo en Madrid trabajo con una ONG que apoya a niñas que han sido maltratadas y se dedican a la prostitución. Algunas acuden a un programa del Conservatorio Superior de Danza, y el ballet les ha servido de terapia. 

P. Supongo que esta faceta solidaria te llena de orgullo.

R. No, me da mucha vergüenza. No tenía que hacer una casa, tenía que hacer cien. Si realmente eres solidario tendrías que dar por lo menos la mitad de lo que tienes.

P. Has ganado algunos de los premios más importantes de tu profesión, como el Benois de la Danse (2000), considerado el óscar de la danza, el Premio Nacional de Danza (2003) o Max de Honor (2020)… ¿Qué es el éxito?

R. He conocido el éxito desde mi primer ballet. Pero ni te vuelve más inteligente ni más seguro de ti mismo. 

P. Junto a la música y la lectura, la pintura es una de tus mayores aficiones. ¿Cómo definirías tu estilo?

R. Estilo mamarracho (Risas). Empecé a pintar en Rusia porque pasaba mucho tiempo solo, y luego en Berlín, como el apartamento era más grande, empecé a pintar con acrílico y gouache. Y en mis casas de Madrid y en Valencia tengo estudio y pinto cuadros de mayor tamaño. En total tengo unos 200 cuadros… 

P. No lo harás del todo mal cuando te invitan a hacer exposiciones. 

P. Sí, me han invitado a hacer una expo en la Bienal de Basilea y en Positano (Italia). En Madrid hice otra, pero el director de la galería se enfadó porque no vendí ninguno. También es verdad que eran caros. No me importaba el dinero, ¿sabes?, pero tampoco los quería vender por el precio de unas Adidas que ahora se compran por 2.000 euros.

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