Se la conoce como la isla de la eterna primavera, el jardín flotante, la perla del Atlántico y, más recientemente, como la cuna de Cristiano Ronaldo.
Todos estos eslóganes son válidos. Pero cuando uno pisa por primera vez este archipiélago de origen volcánico –oficialmente descubierto en el siglo XV por navegantes portugueses– entiende que los lemas publicitarios no pueden contar todo lo que este paraíso cercano ofrece. Senderismo por las levadas (acequias), paseos por los jardines tropicales, travesías en barco, arte contemporáneo, hoteles de lujo, campos de golf, balsámicos spas, animación nocturna… Tranquila, sí, pero al mismo tiempo vibrante, la isla es tan sugerente y diversa que, tras haberla disfrutado, el hechizado visitante sólo piensa en redescubrirla de nuevo.
El archipiélago, enclavado en medio del Atlántico, a 608 km de Marruecos y a 416 km de Canarias, está formado por dos islas habitadas (Madeira y Porto Santo) y otras más inhóspitas (Desiertas y Salvajes). Recuperada en tiempo récord de las riadas que hace cuatro meses embarraron sus verdísimos paisajes, Madeira –y especialmente su capital, Funchal– vuelve a lucir radiante de cara al Festival del Atlántico, que ha tenido lugar durante este mes de junio. Esta celebración, junto a los festivales de las flores, el vino, Carnaval y las Fiestas de Fin de Año, mantienen a la isla en continua ebullición.
Medio ambiente
Para entrar en contacto con la naturaleza, nada mejor que hacer senderismo, bicicleta o escalada a través de las levadas, cascadas de agua y precipicios. El primitivo bosque de Laurisilva, declarado Patrimonio Mundial Natural por la Unesco, es uno de los pocos en el mundo que conserva la pureza de especies que existieron hace miles de años.
Si se prefiere el mar a la montaña, es posible bucear en aguas impolutas, probar las olas sobre una tabla de surf en las costas de Jardim do Mar, Paul do Mar y São Vicente, o salir a capturar el marlín azul en alta mar.
Los más arriesgados pueden practicar el ala delta y el parapente, mientras los amantes del golf disponen de tres campos con vistas al océano. Quienes no se conforman con las playas artificiales de Madeira, situadas en Machico y Calheta, pueden optar por las piscinas naturales. O por la arena tostada de la vecina isla de Porto Santo.
Una visita a Funchal, ubicada en la costa sur, no estaría completa sin subir en teleférico hasta el Monte Palace Tropical Garden, descender luego por las cuestas dentro de un cesto empujado por un carreiro; repostar en las bodegas Blandy’s; entrar en una quinta; visitar el Mercado dos Lavradores, donde se puede adquirir desde artesanía hasta mimbre y bordados; o relajarse en uno de sus numerosos spas (www.spasmadeira.com).
No en vano, Madeira es el lugar ideal para disfrutar del equilibrio perfecto entre cuerpo y mente. Además, la capital ofrece más de una decena de hoteles de lujo, con espectaculares vistas. Los paladares más exquisitos tienen parada obligada en Il Gallo d’Oro, único restaurante con una estrella Michelin de la isla.
Más información:
www.madeiratourism.org