Javier Hidalgo (Globalia)

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JAVIER HIDALGO, El ‘piloto’ más divertido del imperio

Tiene la fama que merece: noctámbulo, juerguista, frívolo y concupiscente. No en vano su lema es no trabajar más de ocho horas diarias y gozar de los placeres que le brinda la vida. Que son muchos: el díscolo delfín ha conseguido ganarse la confianza del padre –hombre hecho a sí mismo que empezó vendiendo pieles de conejo para luego crear la agencia de viajes Halcón– y dirigir Globalia, el imperio turístico familiar que da 30 millones de beneficios anuales. Es un soltero de oro a quien adoran los famosos.


Sueños. Con la guitarra que le regaló Brian May, de Queen. Confiesa que uno de sus deseos de juventud era ser rockero.
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Foto de familia. De arriba abajo y de izquierda a derecha, María José, Javier y Cristina, y sentados en primer término sus padres, Eloísa y Juan José.
Foto de familia. De arriba abajo y de izquierda a derecha, María José, Javier y Cristina, y sentados en primer término sus padres, Eloísa y Juan José.

Juan Carlos Rodríguez / fotografías de Rosa Muñoz
No hace falta ser ornitólogo para advertir en el rostro afilado de Javier Hidalgo los rasgos del falco peregrinus. Toda la fuerza de este halcón de 34 años, director general del grupo turístico Globalia (que integra empresas como Air Europa, Halcón Viajes, Travelplán, Viajes Ecuador y Pepecar) se concentra en su mirada acechante de ave rapaz. Incluso en reposo parece alerta. Bajo sus cejas anchas y pobladas, negrísimas, asoman unos ojos color avellana y un pico ganchudo propios de la especie, sin duda heredados de su progenitor, el empresario salmantino Juan José Hidalgo, de 64 años, alma mater y presidente de Globalia, con 12.000 empleados. En 2004, el grupo prestó servicios a 14 millones de clientes y obtuvo un beneficio neto de 30,1 millones de euros, consolidándose como uno de los grandes líderes del sector turístico español. Un imperio levantando de la nada que desde sus orígenes se rigió por un lema: la democratización del viaje. Por facturación, es la segunda empresa del sector y, por red de distribución, la primera.

Padre e hijo podrían encarnar el salto generacional que ha experimentado España en los últimos 25 años. La experiencia y el tesón del patrón visionario, un empresario hecho a sí mismo que apenas pisó la escuela (hijo de agricultores, tras ganarse la vida con la venta de pieles de conejo emigró a Suiza en los 60 para trabajar en una granja y empezó a labrar su fortuna como taxista, transportando emigrantes en la ruta Suiza-España), va dejando paso a la frescura y el riesgo más calculado de su sucesor natural, un licenciado en Empresariales por la Universidad de Pepperdine (California), con varios máster internacionales y un marcado carácter hedonista. «Mi única religión es disfrutar de la vida», proclama el mediano y único hijo varón de los Hidalgo, cuyas dos hermanas también forman parte de la empresa familiar: María José, de 37 años, es directora de Air Europa, y Cristina, de 25, adjunta del director de marketing de Globalia. «Los tres somos muy independientes, pero nos compenetramos, nos queremos mucho y además somos buenos amigos».

Las fiestas privadas en su espectacular mansión madrileña de Puerta de Hierro, a las que acude una corte privilegiada de futbolistas, aristócratas, actores, cantantes y bellas modelos, son ya míticas en la noche de la capital. Él mismo reconoce que es un excelente relaciones públicas: «Desde que me fui a EEUU con 15 años siempre he estado solo. Me tuve que buscar la vida para relacionarme con gente». Sociable por naturaleza y por supervivencia. Ronaldo, Fernando Gómez-Acebo, Leonardo di Caprio o Eugenia Silva se cuentan entre sus amistades, a las que mima y apoya. Íntimo de Ronaldo, a quien define como «una persona 10 en todos los aspectos», el pasado 14 de febrero estuvo entre los 200 invitados a la boda que el futbolista del Real Madrid celebró con la modelo brasileña Daniela Cicarelli en el castillo francés de Chantilly. «Fer, el cantante de Maná, invitó al novio al escenario. Ronaldo me agarró por el camino y subimos los dos, pero al final él se rajó y me quedé solo cantando Rayando el sol», recuerda entre risas. Cuando Leonardo di Caprio vino a Madrid a presentar El aviador, acabó tomando la última copa en su casa. «Tengo relación con el director de Miramax y productores de Hollywood», explica. Tiburón empresarial de día y juerguista redomado de noche, procura buscar el punto divertido a la vida y a los negocios. «Y Globalia me divierte muchísimo».

Desde su despacho de Torre Madrid, en pleno centro de la capital, coordina a todos los directores generales del grupo y se esfuerza lo justo. «Cada cual tiene independencia absoluta para tomar sus decisiones. Yo no trabajo más de ocho horas diarias; me niego. A veces tengo seis reuniones en una mañana, pero me organizo. Para ir a hacer bulto a la oficina no voy. A mis ejecutivos les digo: ‘No me gusta que os quedéis en la oficina hasta las nueve. Eso al final os hará perder creatividad e ilusión’. Me importa que mis trabajadores sean felices. Que les guste su trabajo y que se sientan parte del grupo. Para ofrecer un buen trato a nuestros clientes externos debemos satisfacer primero las necesidades de nuestros clientes internos, es decir, de nuestros empleados, a los que motivamos con planes de formación y de carrera dentro de la compañía. A más motivación, más productividad y más rentabilidad». Un momento… ¿Un empresario preocupado por la felicidad de sus trabajadores? Ciertamente, Javier Hidalgo es un tipo raro, raro, raro.

Rafael Cortés Elvira, ex director general del Consejo de Estado para el Deporte, consejero de Globalia y rector de la Universidad Camilo José Cela, encuentra similitudes entre padre e hijo. «Ambos son vehementes, tienen capacidad estratégica, visión de negocio y capacidad de riesgo. Para ser justos, Javier es menos visionario; por su formación, interpreta más el riesgo. Expansivo y sincero, tiene un gran concepto de la amistad, pero como joven impulsivo que es, a veces es poco reflexivo, un defecto que se cura con la edad. Posee todas las condiciones para ser un gran empresario».

Ocio y negocio. Desde que fue nombrado director general de Globalia en 2001, el joven halcón decidió apostar firmemente por nuevas líneas de negocio, a ser posible compatibles con la red de distribución de las agencias minoristas. Así, la empresa de alquiler de coches Pepecar, la franquicia inmobiliaria Century 21 o la oficina virtual Halcón Tickek, que despacha entradas de eventos por Internet, llevan su impronta personal. Su sentido lúdico de la vida le ha llevado a interesarse también por sectores ajenos al turístico, como la moda, la música o el deporte. Es dueño de la prestigiosa agencia de modelos View Management (con Eugenia Silva, Almudena Fernández o Laura Sánchez entre otras top models); socio de la nueva línea de ropa Melody Maker, y patrocinador de las aventuras náuticas de su amigo Álvaro de Marichalar, «un tío cojonudo» con quien, por cierto, comparte una imagen pública algo frívola y concupiscente. Amante de la buena mesa y de los deportes, suele esquiar en Baqueira Beret, practica la vela en Ibiza y el kite surf en Tarifa.

¿Disperso? «A mi padre no le gusta mucho que yo me busque negocios independientes, pero lo que hago es involucrarle, y al final acaba entrando. Tengo en cuenta sus opiniones, pero las decisiones las tomo yo», explica el delfín multimillonario, a quien la prensa del corazón ha calificado como «soltero de oro del momento», un título que a él no le hace demasiada gracia. «La empresa está saneada y tiene beneficios, pero hay gente con mucho más dinero que yo. Lo de mi jet privado es un bulo, y por descontado tampoco se lo presto a Jaime de Marichalar, como se ha publicado. A veces no me queda más remedio que alquilar un jet por tema de negocios, pero suelo volar con Air Europa si el destino está dentro de la ruta». A sus 34 años sigue soltero y sin compromiso. «Y tan feliz». Cuando parecía que su ex novia, María Gamero, con la que esperaba su primer hijo y apenas llevaban un año saliendo, le haría sentar la cabeza, la relación se fue a pique a comienzos de año. ¿Complejo de Peter Pan propio de los treintañeros? «Me hacía ilusión ser padre, pero perdimos el bebé. Fue un palo», dice sin entrar en más detalles.

La cita tiene lugar en su casa, un imponente edificio de 1.000 metros cuadrados. Es fácil perderse por el camino, por lo que Roberto, su escolta personal (uno de los 12 que componen el equipo de seguridad privada de la familia Hidalgo), nos espera en un cruce de carreteras para guiarnos hasta su lujoso nido. A la entrada están aparcados sus dos coches: un BMW 760 Li que utiliza para ir a trabajar y un agresivo e imponente Hummer de aspecto militar con el que sale de marcha por la noche.

Arte y chicas. A primera vista, no parece la casa de un hortera tan sobrado de dinero como de mal gusto. Ni dorados ni mármol ni metacrilato. Por el contrario, está decorada con el gusto ecléctico de un jet setter internacional, con predominio de mobiliario étnico. De las paredes cuelgan tres retratos originales de Wharhol (Ché Guevara, The Beatles y Jimmy Hendrix), un Sicilia y un Roberto Mata. Pero su obra favorita es un magnífico collage del fotógrafo Peter Beard, titulado 756 Elephants, que preside una estancia de la segunda planta y habla de su pasión por África. Por supuesto, Beard es amigo suyo. «Me encantaría tener un Miró, a ser posible el tríptico Azul». La estantería del salón principal está llena de libros de arte, compactos de música variada —de Queen a Bono pasando por Coldplay— y muchas fotos con chicas guapas, incluida Naomi Campbell. ¿Mujeriego? «Parece un término algo despectivo pero… Sí, soy bastante mujeriego», admite. «Aunque si estás solo puedes hacer lo que te dé la gana, no? Sin prometer mucho, me entiendes?, ¡ja, ja!».

Menudo y fibroso, el directivo global se presenta cómodamente vestido, con barba poblada y melena perfectamente descuidadas. «Cuanto más macarra voy, más a gusto me siento», sonríe relajado junto al futbolín del jardín, mientras Lita, una de las dos empleadas del servicio doméstico, le sirve una Coca-cola en bandeja. Al otro lado de la verja se oye el ruido de las excavadoras. «Mis padres se están haciendo una casa (mansión de 1.300 metros cuadrados sin contar el jardín) justo al lado de la mía. ¡Para tenerme vigilado, ja, ja, ja!».

Su carcajada deja entrever una dentadura perfecta en la que destacan unos colmillos afilados. Sin embargo, no va de ejecutivo agresivo. Serio en el primer apretón de manos, enseguida se muestra accesible y dicharachero, revelándose como una auténtica rock star en la sesión de fotos. A pesar de que el agua está congelada, no duda en ponerse el bañador para zambullirse en la piscina del jardín, sosteniendo entre sus manos la maqueta del Airbus 350, réplica de las 10 unidades que estarán listas para operar en 2010. «Cada mañana nado varios largos antes de ir a trabajar. Y por las tardes le digo a Lita que me prepare un baño, con mi incienso, mis velas, mi música…». Tampoco repara en desmelenarse sobre la alargada mesa del comedor que le sirve de escenario, para, a continuación, rasgar la guitarra que le regaló su amigo Brian May, el guitarrista de Queen. Ni en cambiarse varias veces de traje («no me sientan bien los de marca; me los hago a medida en Collado») para ensayar pose intensa y glamourosa a lo Vanity Fair. «Me hubiera encantado ser una estrella del rock, un modelo o un futbolista, pero como no tengo facultades me rodeo de ellos y veo el espectáculo desde la barrera», dice este joven sin sentido del ridículo, que cita entre sus defectos «ser poco humilde y no envidiar a nadie».

La entrevista se acabó alargando cinco horas y se vio a menudo interrumpida por los continuos alaridos de euforia y desesperación procedentes del salón, donde sus amigos Cameron (famoso modelo internacional) y Pino Sagliocco (promotor musical italiano) presenciaban en una pantalla gigante uno de los partidos más emocionantes de los últimos tiempos. «Yo soy del Madrid», aclara Javier, que vivió en su propia casa las alegrías y sinsabores del fútbol cuando su padre presidía la Unión Deportiva Salamanca. Además del 80% de Globalia, la familia mantiene el 30% de las acciones del club salmantino.

Más que amigo y socio, el italiano Pino Sagliocco, de 46 años, es como el «hermano mayor» de Javier. Artífice del encuentro entre Montserrat Caballé y Freddy Mercury en las olimpiadas de Barcelona, del concierto de los Rolling o de la gira de Bebo Valdés y Diego El Cigala, este veterano promotor musical organiza más de la mitad de los conciertos internacionales que se celebran en España a través de su empresa de entertainment Gamerco. «Nos presentaron en Ibiza hace cinco años y enseguida conectamos. Me cautivó desde el principio. Tiene magnetismo, es muy familiar y leal con sus amigos. Estaba muy interesado en montar algo relacionado con viajes y música, y buscamos cómo fusionar ocio y entretenimiento aprovechando la sinergia ambas empresas». Dicho y hecho. A través de Halcón Ticket, un joven de Tomelloso (Ciudad Real) puede comprar una entrada por Internet para ver un concierto de Lenny Kravitz en Nueva York y volar hasta allí en Air Europa utilizando un paquete turístico de Travelplán».

¿Se acuerdan de Curro, el del Caribe? En los 90, encarnó a ese españolito medio de bermudas y pelo en pecho que le daba un corte de mangas a su jefe largándose a Cuba. Seducido por los viajes de tarifa reducida, podía permitirse el lujo (impensable hasta entonces) de cruzar el charco, disfrutar de sus vacaciones soñadas a la sombra de un cocotero y presumir a la vuelta de moreno caribeño. Hoy, gracias al poder de distribución de Halcón Viajes y Viajes Ecuador (1.200 oficinas entre la agencia primigenia y la adquirida), la capacidad de transporte de Air Europa (33 aviones) y la variedad de paquetes vacacionales del tour operador Travelplán, otros muchos Curros siguen manteniendo la ilusión de disfrutar unas vacaciones chollo al alcance de su bolsillo. Y ello, a pesar de temporales como la guerra de Irak, el tsunami o las compañías aéreas de bajo coste.

Pero el Caribe se ha quedado pequeño. Air Europa, que el año pasado inició su expansión por el Este europeo, será la primera de España en realizar, el próximo 22 de mayo, su primer vuelo directo a China, un Airbus 340 bautizado con el nombre del astronauta Pedro Duque. «Volaremos dos veces por semana a Beijing y a Shanghai. Ya se han vendido más la mitad de las plazas ofertadas hasta octubre», explica satisfecho el joven halcón. El billete: 600 euros.

Un trasto. En Salamanca y en Villanueva del Conde, el pueblo serrano de su padre, quedaron sus recuerdos de infancia y adolescencia. Los vecinos de la céntrica calle salmantina Torres Villarroel no han olvidado sus trastadas. «Me lo pasaba en grande tirando huevos a la calle desde la ventana de mi casa», recuerda el empresario, que desde los ocho años era enviado a Inglaterra cada verano. «Cuando abría la maleta me echaba a llorar pensando en mi madre, Elo (de Eloísa). Ella siempre ha sido mi punto de referencia, la que ha escuchado mis problemas… Mantenemos una relación de mucha ternura». Con su padre, la relación fue siempre más distante y esporádica. «Él es abierto, cariñoso y muy social…, pero poco familiar. Se ha volcado mucho en su empresa, aunque como padre siempre ha estado ahí, controlando desde la distancia. Yo le comparo con el halcón que está cazando para traer comida a sus polluelos, mientras la madre espera en el nido», explica.

De su época de EGB en el colegio público Francisco de Vitoria se recuerda como un niño de papá. «Hasta los 16 años fui el típico chulito. Muy pijo, con mi polo de Lacoste rosa y mi gomina. Todo el mundo me quería pegar. Empecé a congeniar con rockers, heavies y gitanos». Su padre, que por entonces empezó a volar a Zúrich con Aviaco, por lo que tomó el sobrenombre de «Pepe Aviones», decidió mandarlo a Oregón (EEUU) a estudiar el Bachillerato. Culo de mal asiento, Javier saltó de Oregón a Houston, volvió a Salamanca para terminar COU, inició sus estudios universitarios en Madrid (gestión comercial y marketing en el ESIC) y, sin acabar el primer curso, se largó a estudiar Empresariales a la Universidad de Pepperdine (Los Ángeles), dirigida por jesuitas. Allí conoció a una chica llamada Odile (hija de Félix Rodríguez de la Fuente, que por entonces salía con Carlo Ponti, el benjamín de Sofía Loren) y, junto a otros dos amigos alquilaron una casa en Malibú. «Pasé los mejores años de mi vida». Viviendo del cuento: sí, de la beneficencia paterna. Con 25 años, año 1996, consiguió el ansiado título.

Para entonces ya conocía la empresa desde abajo, pues aprovechaba los veranos para hacer prácticas. En 1991 su padre compra Air Europa por 600 millones de pesetas y, con 19 años, comienza a curtirse en el aeropuerto de Palma de Mallorca. Al año siguiente hizo un curso de auxiliar de vuelo del que no guarda muy buen recuerdo: «Me resultó duro. Era la primera vez que volábamos a Bangkok y el avión era pequeñito, un Boeing—757. A la vuelta, la clientela no paraba de protestar porque los asientos no se reclinaban, y yo me puse tan nervioso que le tiré el café encima a una señora. No sabía dónde meterme. Al mes y medio lo dejé, no me divertía». De ahí pasó al departamento comercial de Air Europa, donde se lo pasó en grande. Por cierto, no le tocó, como a su hermana mayor, repartir folletos publicitarios de Halcón Viajes. Con 25 años, regresó de Estados Unidos.

Duro comienzo. Tras la dolce vita hollywodiense, su encuentro con Madrid fue más bien encontronazo. «Pasé dos o tres años muy malos», recuerda afligido. «No estaba ubicado, no tenía ninguna responsabilidad definida; llegué con un montón de proyectos y demasiada inocencia. Mi idea era montar una minicadena de restaurantes tipo Starbucks [la empresa cafetera global fundada por el norteameriano Howard Schultz, con 9.000 locales en 35 países], pero choqué de frente con mi padre. Me fui adaptando a la empresa con muchas discusiones, reacciones viscerales y arrebatos propios de mi juventud. Eso me creó una crisis de identidad. ¿Cómo debo actuar?, me preguntaba. De aquel conflicto aprendí mucho sobre la amistad, la traición y el riesgo de mezclar lo personal con lo profesional».

Javier resuelve su crisis de identidad a partir de 2001. «Mi hermana y yo nos enfrentamos al cierre de la compañía Europa Express. Desde la sombra, mi padre nos dejó enfrentarnos al problema. Y al ver cómo salimos de la crisis empezó a respetarnos más. A mi hermana la nombró directora general de Air Europa y a mí, director general de Globalia. Nunca nos pondría a los pies de los caballos. Si no valiéramos no estaríamos en nuestros puestos ninguno de los dos». A pesar de las fricciones iniciales, padre e hijo se sienten más cerca que nunca. El relevo se ha llevado a cabo sin traumas. «Ahora empezamos a tener una conexión brutal. Notamos que ha habido falta de relación, y la estamos recuperando».

Se nos ha hecho de noche. Tras la sesión de fotos, el empresario rock star se despide precipitadamente y nos deja a solas con sus amigos Pino y Cameron. «Perdonadme, llego tarde al cumpleaños de mi madre». Al igual que el fundador de Starbucks, la famosa cafetería global, su discurso está lleno de palabras como «humanidad», «benevolencia» «corazón», y «conciencia». Sí, el joven halcón parece un iluminado. Y como su admirado Howard Schultz, tiene claro que «ganar dinero es un objetivo muy vacío».

 

El padre: de las pieles a un imperio de ocio

Nacido en el seno de una humilde familia de agricultores de Villanueva del Conde, un pueblo salmantino de 200 habitantes, Juan José Hidalgo dejó la siega y la compraventa de pieles de conejo para emigrar a Suiza en busca de un futuro mejor. Primogénito de ocho hermanos, con sus ahorros de albañil y pintor de brocha gorda se compró, cinco años después, su primer coche, un Mercedes en el que empezó a transportar emigrantes desde Suiza a España. Fue en Zúrich, en 1965, donde conoció a su mujer de toda la vida, Eloísa Gutiérrez, una joven de Corrales de Buelna (Santander) que por entonces trabajaba allí como nodriza. Se casaron ese mismo año y pronto llegaron los hijos: María José, Javier y Cristina. Durante el servicio militar en Colmenar Viejo (Madrid) trabajó como chófer de un coronel, y con el oficio aprendido empezó a alquilar autobuses para transportar a los reclutas desde el puesto hasta sus ciudades. El millón de pesetas que ganó en la “mili” lo invirtió en un autobús Pegaso de 50 plazas al que apodó “El Abuelo”. A este vehículo se sumaron una furgoneta Saba y un Setra, completando una flotilla destartalada que constituyó el embrión de Viajes Halcón, la joya de la corona del imperio Globalia. El don de gentes de Pepe Hidalgo y su apuesta por las tarifas reducidas hicieron el resto. Cuentan que el nombre de Viajes Halcón se le ocurrió a Juan José durante un viaje a Madrid que hizo en coche en compañía de uno de sus ocho hermanos y su madre, Francisca:–¡Mire, mire madre, un halcón allí, junto a esa nube!

–¿Dónde? No lo veo, Pepe.

–Sí, esa mancha, es que vuela muy alto y apenas se ve… Creo que voy a llamar Halcón a la agencia, a ver si se nos pega algo del pájaro. Hoy preside una empresa líder en el sector turístico y tiene 12.000 trabajadores a su cargo.

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