La Hacienda de Abajo, primer hotel emblemático de Canarias, alberga más de 1.300 obras de arte. Los propietarios han convertido esta antigua azucarera del s. XVII en un museo habitable.
La austera fachada, pintada con colores de ultramar que van del terracota al azul añil, no anuncia la rica decoración que esconde el interior. Situado en el casco antiguo de Tazacorte, al oeste de la isla de La Palma, Hacienda de Abajo es el primer “hotel emblemático” de Canarias; un exclusivo sello reservado a los bienes inmuebles integrados en el patrimonio artístico del Archipiélago. Hasta los astrónomos del Observatorio Roque de los Muchachos saben que esta antigua hacienda azucarera del siglo XVII brilla con luz propia en el universo hotelero.
Nada más pisar la recepción advertimos que no es un “4 estrellas” convencional. En el vestíbulo de la entrada, sobre una mesa italiana de mármol y piedras duras del s. XIX, destaca una virgen barroca esculpida por La Roldana (s. XVIII); detrás, un cuadro flamenco del XVII que representa el paso del Mar Rojo, y a los lados, dos esculturas chinas de la dinastía Tang (s. VII) y sendas fuentes del servicio de mesa del 40º virrey de la India portuguesa. “Y esto es sólo el aperitivo”, advierte nuestro anfitrión, Enrique Luis Larraque del Castillo Olivares, copropietario del hotel junto a sus primos Luis y Javier Ignacio López de Ayala y Aznar. Pertenecientes a una aristocrática familia con arraigo en La Palma desde el siglo XVI, un buen día decidieron embarcarse en un ambicioso y romántico proyecto: rehabilitar para uso turístico la primera y más rica azucarera de Canarias.
Este hotel sólo para adultos (con acceso restringido a mayores de 16 años) abrió sus puertas en 2012, hace ahora cinco años. “La idea partió de mi madre, una auténtica visionaria”, cuenta Enrique, de 48 años, un abogado especializado en Derecho comunitario que en la actualidad se dedica a gestionar las empresas familiares. “Siempre bromeaba con que algún día se vendría a vivir aquí, porque le encantaba la historia del lugar. En los años 50 y 60 se derribaron muchas casas antiguas de Calle Real de Santa Cruz de La Palma y ella compró buena parte de su carpintería para que no se echara a perder. Toda esa madera se inventarió y se acabó utilizando en muchas estancias”. A pesar de que la rehabilitación supuso añadir 113 puertas y 151 ventanas, entre otros elementos constructivos, el estilo se mantiene fiel a la arquitectura tradicional rural canaria.
El azúcar como moneda de cambio
En el siglo XVI, la Hacienda de de Abajo -de la que este complejo hotelero tomó su nombre- era un conjunto urbano rodeado de un extenso cañaveral. Perteneciente a Tazacorte (en contraposición a la Hacienda de Arriba, situada en la vecina localidad de Argual), el fértil terreno era ideal para la plantación de la caña de azúcar, el maná de la época. “Aquí se produjo uno de los mejores azúcares blancos del mundo, por eso sobrevivió al de las Antillas. De hecho, desde el siglo XVI hasta el cierre del ingenio azucarero a comienzos del s. XIX, cuando la caña se sustituye definitivamente por la platanera, el cotizado producto se exportaba desde el puerto de Santa Cruz de La Palma a Amberes (Bélgica), antiguo centro internacional del comercio del azúcar”, ilustra Enrique Luis Llarroque.
La llamada “ruta atlántica del azúcar” produjo una corriente de intercambios comerciales y culturales interesantísimos, pues en el tornaviaje, los ricos hacendados importaron tallas, pinturas y muebles de los mejores artistas flamencos de la época, además de plata labrada, bargueños y tapices. Entre esos terratenientes estaban los antepasados del actual gestor, Catalina Cecilia de Sotomayor y su marido Pedro de Sotomayor, quienes en el s. XVII construyeron la hacienda o Casa Principal de Tazacorte donde hoy se asienta el hotel. De su poderío baste decir que “ostentaban varios señoríos de origen medieval en los Estados de Flandes; unos dominios que gobernaban desde La Palma”.
A la hora de acometer la reforma, los propietarios quisieron recrear aquel antiguo esplendor. Durante años investigaron los inventarios de las antiguas haciendas y rehicieron el contenido de lo que pudo haber sido este magnífico rancho a largo de los últimos siglos. Buena parte de las 1.300 obras de arte que decoran el hotel son heredadas y otras han sido adquiridas en viajes y subastas; tesoros que en definitiva constituyen “la mayor aportación de patrimonio artístico a La Palma desde el siglo XVII”.
Para recuperar el antiguo jardín de aclimatación de los siglos XVI-XVII (se tiene constancia documental desde 1613), se importaron rarezas botánicas desde Australia o Sudáfrica, sin desdeñar las especies endémicas de Canarias. “Encargamos a un matrimonio de botánicos franceses que nos diseñaran un jardín exuberante, rico en color y en olores”, comenta nuestro guía de excepción mientras paseamos entre palmeras, orquídeas y capas del rey. Tanto antes como ahora, este vergel “no es un complemento de la hacienda, sino un elemento fundamental del mismo”. De hecho, es el primer jardín privado que se crea en La Palma desde el s. XIX. Por él corretean lagartijas y todo tipo de insectos sin temor a envenenarse con químicos. Entre las prácticas respetuosas con el medio ambiente que lleva a cabo el hotel también está la utilización de la biomasa como energía limpia.
Nuestra visita continúa escaleras arriba, con una relajante música barroca de fondo. En el descansillo, un formidable bargueño mallorquín del siglo XVIII aparece rodeado de retratos de Antonio María Esquivel, Vicente López y Federico Madrazo. Le acompañan un tapiz francés del XVII, jarrones chinos de la dinastía King y urnas Carlos IV del XVIII. Enrique Luis Larroque, hombre culto y refinado, va describiendo las piezas con la precisión de un subastador de Sotheby’s. Antes de entrar a una de la suites, nos detenemos junto a un tresillo fernandino del s. XIX. “Puedes sentarte; todos estos muebles se hicieron para ser utilizados. Nos encanta que nuestros huéspedes se sientan como en casa”, afirma Larroque, satisfecho de que Hacienda de Abajo, que emplea a 25 personas, recibiera en 2014 el premio Hispania Nostra a la Conservación del Patrimonio.
El “museo habitable” cuenta con 32 habitaciones, incluidas una suite de 70 m² y una de luxe con 50 m² con vistas al jardín. A la entrada de ésta última, vemos una antigua cocina restaurada que más bien parece una escultura contemporánea; en el centro, una flamante cama centroeuropea del XVII rodeada de tapices, e incrustada en la pared, una vitrina en cuyo interior destacan un Cristo flamenco, una porcelana de la Compañía de Indias y abanicos con dos siglos de historia. El cuarto de baño no se queda atrás. “Un cliente muy viajado nos dijo que La Hacienda de Abajo es el único hotel del mundo donde te encuentras un jarrón de Cantón del s. XIX encima del retrete”.
Conciertos privados en la capilla
En la segunda planta se encuentra el Mirador, una pequeña terraza decorada con sillas estilo “Emmanuelle” donde se sirven cenas privadas para un máximo de diez personas. Está conectado con un pasillo que conduce a la sala de lectura, vigilada por esculturas Tang y budas tailandeses. La bacanal de arte tiene su punto culminante en la sorprendente capilla. Situada junto al jardín, su fachada está decorada con un mural de San Miguel Arcángel, patrón de La Palma, que lleva la firma del artista grafitero canario Matías Mata, alias “Sabotaje al montaje”. “¡Hemos leído mucho y tenemos la mente muy calenturienta!”, dice Enrique entre carcajadas cuando se le pregunta por la extraña combinación de piezas, procedentes de viajes exóticos y subastas. Sólo el retablo de 1646 aúna tallas alemanas del s. XVI, un san Bruno de Juan de Mena, una virgen virreinal, un Cristo catalán del XVIII y un banco de altar inspirado en los templos privados de Goa. En la capilla no se pueden celebrar actos religiosos al estar dentro de un hotel, pero sí organizan eventos privados y veladas musicales de arpa, timple y piano.
Tras acomodarnos en nuestra habitación (dormiremos en una cama china del s. XIX, tan alta que hacen falta dos peldaños para escalarla), nos damos un chapuzón en la piscina de agua salada, resguardándonos del sol bajo las sombrillas balinesas. En la casa de baños contigua es posible tomar contratar varios masajes: “ayurveda abhyanga”, “aloha”, “shiatsu”… Completamente relajados tomamos una cerveza en el bar-cafetería “El Sitio”, con una barra bien surtida de whiskies japoneses, y a continuación subimos al restaurante del mismo nombre. Servidos en vajilla cartujana, van desfilando exquisitos platos como “Tartar de atún con guacamole”, “Salmorejo con crujiente de langostinos” o “Crema de brócoli con tocino”. Todos ellos convenientemente regados con una selección de vinos locales, entre los que destaca el Clarissimus, un verdello de producción limitada.
Durante la cena, nuestro anfitrión –todo un experto en el arte de recibir- nos informará con todo detalle sobre las excursiones que podemos realizar desde el hotel: Salinas de Fuencaliente, volcán Teneguía, Caldera de Taburiente, Bosque de los Tilos, Observatorio Roque de los Muchachos, piscinas naturales de Charco Azul… Tenemos una semana por delante para disfrutar de todos los encantos que ofrece la isla bonita. Y la suerte de poder regresar al hotel Hacienda de Abajo para sentirnos como en casa.
+ info: www.hotelhaciendadeabajo.com