Es el diestro que más toros ha lidiado de todos los tiempos. Supera las 2.200 corridas y 5.000 astados en sus 25 años en los ruedos, aniversario que celebra esta semana. Enrique Ponce se sincera sobre su familia y creencias religiosas y se despacha con los políticos antitaurinos. Aparece vestido de Tom Ford.
Enrique Ponce es un torero asombrado de sí mismo. Pasmado ante los récords que ha logrado sin aparente esfuerzo a lo largo de sus 25 años de carrera. Su trayectoria no tiene precedentes en la historia de la tauromaquia y las cifras son de libro Guinness. Desde que el 16 de marzo de 1990 tomara la alternativa en la plaza de Valencia, de manos de Joselito, ha toreado más de 2.200 corridas que, según sus propios cálculos, equivalen a 5.000 morlacos. Durante 10 años consecutivos (1992-2001) superó las 100 corridas por temporada, llegando a un tope de 120 en 1995.
Es el diestro que más toros ha indultado (42) y más alternativas ha dado (62). Ha toreado todos los encastes (incluidos 50 vitorinos) y se ha medido con todos los grandes del firmamento taurino (Espartaco, Joselito, César Rincón, José Tomas), sobreviviendo a todos por la vía de la constancia. Y todo sin hacer ruido, ganándose el respeto y la admiración de una afición que tardó en apreciar su difícil facilidad. Es incombustible. «Escucho esas cifras y yo mismo me quedo impresionado», afirma el valenciano de Chiva (8 de diciembre de 1971). «Las interpreto como una consecuencia de mi larga y exitosa trayectoria, pero nunca he perseguido una meta que fuera más allá de torear buscando la perfección». A sus 43 años, se arrima más que nunca. Tras sus recientes triunfos en la Monumental de México y en Olivenza, nos recibe «con la moral muy alta» con motivo del 25 aniversario de su alternativa, celebrada el pasado lunes en la misma plaza de Valencia donde arrancó su carrera. Fino, sereno y elegante, entra en el estudio vestido con un total look de Tom Ford (incluso la colonia), exceptuando su camisa blanca de Prada. «Me gusta la moda, soy bastante presumidillo», admite.
Sobre la mesa hay un vestido goyesco diseñado por Lorenzo Caprile (el tercero hasta ahora) que lució el pasado sábado en la Goyesca de Castellón. Durante la sesión de fotos se coloca su capa goyesca sobre su chaqueta de diseño, componiendo una rompedora estampa. De un capotazo pasamos del siglo XVII al siglo XXI. «Así se la colocaba Joselito El Gallo«, apunta con erudición. Dicen los que saben que Ponce tiene «la cabeza y la técnica» del mítico maestro sevillano, rival de Belmonte en el XIX. Que desde niño tuvo una inteligencia extraordinaria para interpretar al toro. Su abuelo Leandro le enseñó el toreo «puro y clásico» y 25 años después él sigue practicándolo. Como dijo su amigo Vargas Llosa, «no es solo una figura de época, sino un auténtico torero para la historia».
PREGUNTA. Ha dicho que «el vestido de luces es transparente, porque refleja el alma de quien lo lleva»…
RESPUESTA. Sí, de hecho, mi cara no es la misma durante una prueba que mientras me visto para salir al ruedo. Hay una transfiguración que se refleja de dentro afuera. Cuando veo a un torero de luces puedo adivinar cómo se siente: si está tenso, relajado o afligido.
P. ¿Se torea como se es?
R. Esa frase se le atribuye a Juan Belmonte y creo que es totalmente cierta. Yo al menos sí me identifico mucho con mi toreo. Me considero una persona serena y practico un toreo natural, sin crispaciones; me gusta la elegancia y creo que delante del toro también intento transmitirla.
P. Ante corridas importantes como las de Castellón o Valencia, ¿le ronda el miedo al fracaso?
R. La moral la tengo muy alta por el triunfo reciente en México y en Olivenza. Siento que estoy preparado, y que si el toro me ayuda un poquito lo voy a cuajar. Pero no cabe duda de que en las corridas significativas siempre tienes el cosquilleo de la responsabilidad.
P. Su abuelo Leandro [fallecido en 2013 a los 100 años] le inculcó el sueño de ser torero y con 8 años le llevó a torear su primera becerra. ¿Le echa de menos?
R. Sobre todo su presencia. Yo le brindé el toro de la alternativa, el de los 10 años, el de los 20 Y le hubiera brindado el de los 25. Espero que desde donde esté me eche una manita. De él solo tengo buenos recuerdos. Como el día que me enseñó aquel capote viejísimo que guardaba en un desván. A mí me impresionó, porque era un crío y me pareció enorme. Luego mi abuela me hizo una muletita a medida que aún conservo, con un mantel rojo y un palo. Así empecé a torear, con 5 o 6 añitos. Desde que tengo uso de razón he querido ser torero.
P. Él era de toreo «puro y clásico»…
R. «Hay que pensar delante del toro, porque a cojones gana él», me decía (risas). Le gustaba que los toreros pudieran al toro. Y si además toreaban con una estética especial, mejor. Pero creo que en la historia solo algunos han tenido la capacidad de dominar al toro difícil y, al mismo tiempo, de cuajar una faena con suavidad, temple y clase.
P. ¿Enrique Ponce estaría en esa terna?
R. Yo no soy quién para juzgarme, pero por lo que he conseguido hasta ahora creo que sí [más risas].
P. ¿Cómo le gusta torear?
R. Encajado, despacito, abandonado, dejándome llevar por el sentimiento. Ir reduciendo la embestida del toro, sentir que lo transporto. Cuando te metes dentro de un muletazo, te olvidas del tiempo.
P. Desde niño destacó su inteligencia para interpretar al toro, en la línea de Joselito El Gallo, Luis Miguel Dominguín o Paco Camino. ¿Es esa su mayor virtud?
R. No solo es una virtud mía. Pensar delante de la cara del toro me parece fundamental para poder ser una figura del toreo.
P. El crítico taurino de El Mundo, Zabala de la Serna, le llamó El Minotauro de Chiva, por cómo se mete en la cabeza del toro…
R. Cuando estoy delante del animal trato de intuir sus reacciones. De repente amaga en un muletazo y en milésimas de segundo le cambias su dirección. Es como si los músculos tuvieran inteligencia.
P. La corrida del 25 aniversario podría haber sido el perfecto colofón a su carrera. ¿Qué le empuja a seguir toreando?
R. Yo no pensaba que iba a estar tanto tiempo en activo. Incluso pasar de 10 años me parece mucho, cuánto más celebrar 25 años de alternativa. Mientras me vea en plenas facultades, siendo capaz de evolucionar y sintiendo que la afición me espera…El milagro no es que cumpla 25 años de alternativa, es que haya ilusión por verme.
P. Parece que se asombra de sí mismo.
R. ¡Es que veo lo difícil que es! Posiblemente esté mejor que nunca.
P. Me dijo Manolo Molés, periodista taurino de la SER y Canal Plus, que se arrima más que nunca.
R. Recuerdo que mi abuela me decía: «Hijo, tú no te arrimes». Y yo respondía: «¡No te preocupes abuela, si el que se arrima es el toro!» [risas].
P. ¿Sueña con la faena perfecta?
R. Sí, es uno de los alicientes que me mantiene ahí. No veo que haya tocado techo, sino que estoy en un constante aprendizaje. Últimamente estoy siendo capaz de reducir esa embestida del toro, de torear más despacio y al compás. No creo que haya llegado a la perfección de mi toreo, tampoco creo que exista, pero trato de buscarla.
P. ¿Y qué me dice de sus récords? Ningún torero se ha mantenido 25 años en primera línea, con más de 2.200 corridas lidiadas.
R. Hasta hace poco no conocía estas estadísticas, pero leo esas cifras y yo mismo me quedo impresionado.
P. Dicen que Pedro Romero [1754-1839], considerado el primer matador de época, llegó a matar 5.000 toros, pero es imposible contrastar esta cifra…
R. Alguno pincharía, ¿eh? [risas]. En la época de Pedro Romero se mataba el toro como quien sale de caza, con la habilidad de esquivarlo con una capa. Yo estoy cerca de los 5.000. Es cuestión de echar cuentas.
P. José Mari Manzanares le decía: «Tienes que poner cara de que estás sufriendo, porque si no parece que no haces nada»… ¿Su «difícil facilidad» para torear le ha impedido ser más apreciado?
R. A él también le pasaba, ¡por eso me lo decía! A veces, esa facilidad innata que tengo de interpretar el toreo ha sido un hándicap, aunque el buen aficionado sepa apreciarla. Yo creo que en todas las artes lo más difícil es hacerlo sencillo. La guitarra de Paco de Lucía parece que sonaba sola, pero, ¿tú has visto que a Paco de Lucía le sangraran las uñas?
P. Ha toreado todo tipo de encastes: miuras, samueles, vitorinos (50) Con razón dice Manolo Molés que es un «torero de buena boca».
R. Sí, no le hago ascos a nada. Antes yo mataba corridas de Núñez, Santa Coloma, Guardiola , y lo hacía como una gesta, como diciendo «puedo con todo», aunque no fueran de mi estilo. Pero algunos de esos encastes han ido desapareciendo al no poder evolucionar hacia toros de mayor tamaño sin que eso suponga una pérdida de embestida. Por eso hoy las figuras estamos encasilladas en el encaste Domecq, que es el toro más bravo y más encastado que existe.
P. Lleva 42 toros indultados, pero, ¿alguno le ha perdonado la vida a Enrique Ponce?
R. El último que me indultó fue uno de Victoriano del Río, en la corrida de Fallas del año pasado. El pitón entró por la axila cuando yo entraba a matar, pasó por la subclavia [una arteria por debajo de la clavícula] y me llegó al cuello, a un centímetro de la aorta. Si el toro pega el derrote, me mata en el acto. Pero en ese momento tropezó y cayó al suelo. Fue un milagro. El toro no tiene sentimientos: el que me perdonó la vida fue Dios.
La profunda religiosidad de Enrique Ponce no es ningún secreto. Durante la sesión de fotos nos muestra su colección de medallas. «Cada tarde, las beso antes de colgármelas: la Virgen de los Desamparados, la Virgen Estrella, El Cristo Caído de Córdoba, el de Medinaceli, la Virgen del Castillo de mi pueblo… ya no sé ni cuántas tengo». El colombiano Franklin Gutiérrez, su mozo de espadas durante los últimos 23 años, le ayuda a colocar la capilla en la habitación del hotel donde se viste, un trámite que le ocupa alrededor de una hora. Además de las medallas tiene cientos de estampas religiosas que le han ido regalando. «Los hoteles donde me visto ya lo saben y me preparan un tablero de unos dos metros para poder colocarlas. Además, cada imagen tiene su lugar en la capilla, y siempre las pongo en su sitio exacto». Tanto su familia como la de su mujer, Paloma Cuevas, tienen fuertes convicciones religiosas. «Para mí, tener la suerte de poder creer es un don que te da Dios. Yo lo siento así».
P. ¿Conoce a algún torero ateo?
R. Hay pocos, pero sí conozco a algunos. No daré nombres porque ellos lo han confesado. Pero que un torero no pase por la capilla no quiere decir que no sea creyente. Seguramente buscará la fe en algún sitio.
P. Tengo entendido que José Tomás no es tan creyente… Por cierto, ¿ve factible un mano a mano con él; una corrida dura en Las Ventas?
R. Habría que ponerse de acuerdo; si no es en Las Ventas, en otra. A mí me gustaría. No hace mucho hubo conversaciones y yo dije que palante…
P. Sí, el empresario Simón Casas habló con ambos y usted propuso cinco corridas televisadas, pero José Tomás no aceptó…
R. Al principio pedí que fueran televisadas, para que las viera todo el mundo, pero luego no puse objeciones. José y yo hemos toreado mucho juntos, cuando él toreaba. Pero es que él ahora torea tres corridas al año.
P. ¿Qué opinión tiene del diestro de Galapagar?
R. Creo que es un toreo clásico que basa su arte en ese valor seco que tiene. Por él siento el mismo respeto que por cualquiera que se pone delante de un toro. Luego te pueden gustar unos toreros más que otros…
P. ¿La crisis ha dado una buena estocada a la Fiesta?
R. Hasta el fondo, igual que a toda España. Si muchos aficionados no llegan a fin de mes, ¿cómo van a ir a los toros? Ha habido menos público en muchas corridas, y eso ha hecho que se reduzcan los festejos.
P. ¿Esa falta de espectáculos ha afectado a su caché?
R. A veces he tenido que ayudar económicamente al empresario, o cobrar menos por el bien de la Fiesta. Siempre con un respeto y un entendimiento.
P. ¿La mayor amenaza de la Fiesta son los antitaurinos?
R. Los antitaurinos siempre han estado ahí. ¿Ahora qué pasa? Que están más organizados y en las redes sociales hacen mucho ruido. Lo que me molesta son los detractores que no tienen ni idea de lo que supone abolir la Fiesta. A no ser por las corridas, el toro bravo desaparecería como especie; ese toro que ellos defienden y por el que no hacen absolutamente nada.
P. Las corridas ya están prohibidas en Barcelona y en el País Vasco, además de en Bogotá y en Quito…
R. El toreo se ha politizado. En los últimos años se ha ido amasando un odio a España, sobre todo en Barcelona, y el toro es un símbolo español. Los peores antitaurinos son los políticos que cierran las plazas.
P. En el punto 6.7 de su programa electoral, referente a la Protección Animal, Podemos recoge «la prohibición de la tauromaquia». ¿Qué consecuencias tendría?
R. Se podría liar la de Dios. ¿No se dan cuenta de que hay muchos más aficionados a los toros que antitaurinos? Es un problema de ignorancia. No me imagino una feria de Pamplona o Sevilla sin toros; una feria de San Isidro o de Fallas sin toros.
P. ¿Siente que Felipe VI no sea tan aficionado a los toros como su padre?
R. Ha ido poco, pero a Felipe VI le gustan los toros. Yo le he brindado varios en Las Ventas. Y me consta que él respeta y admira el mundo del toro. Otra cosa es que por su agenda no pueda asistir a más corridas.
P. Usted tiene dos hijas pequeñas: Paloma y Bianca, de 6 y 3 años. ¿Entienden ya cuál es su oficio?
R. Palomita sí. El otro día retransmitieron en directo la corrida de la Monumental de México y al acabar le dijo a mi mujer, que nunca me ve, ni en el ruedo ni por la tele: «Mamá, estate tranquila, que papá ya ha matado al segundo toro. Lo ha intentado por todos los medios pero no había forma de hacerle embestir» [risas]. ¡Le hizo la crónica!
P. ¿Qué aficiones tiene, qué hace cuando no torea?
R. Me gusta jugar al fútbol, soy del Valencia, aunque tengo muchos amigos futbolistas del Real Madrid. También al golf [hándicap 12]. En mis ratos libres escucho música, desde flamenco a boleros y rancheras. Y de vez en cuando voy al teatro y a la ópera. Hace poco participé en la obra La Argentinita, donde recité mi papel de Joselito el Gallo. Intento entender todo tipo de arte para luego poder disfrutarlo.
P. Dicen que es un torero de época. ¿Cómo le gustaría ser recordado?
R. La huella que voy a dejar como torero es evidente y queda para la Historia, porque está escrita. Me importa mucho más la que deje ante mi familia y mis amigos. Para ello me preocupo por mejorar cada día como persona, haciendo el bien y ayudando en lo que pueda. Me gustaría que el día de mañana la gente dijera: «Ponce es una buena persona, un fenómeno».
El traje
Lorenzo Caprile ha sido el encargado de diseñar el traje de luces de Enrique Ponce para el 25 aniversario de su alternativa. Fuera de Serie asistió a la última prueba del vestido, el tercero que confecciona Caprile para el matador: antes le hizo los que lució en su corrida número 2.000 y en el homenaje celebrado con motivo del 125 aniversario de la plaza de toros de Murcia. Igual que en los anteriores, el diseñador madrileño se ha inspirado en los trajes goyescos, «una época que me gusta mucho», explica. La única indicación que ha dado Ponce para su elaboración ha sido la elección del color, perla (antes fueron en tonos tabaco y azul pavo real). Confeccionado con raso natural; seda natural rayada para la parte de atrás del chaleco y un mikado de seda para los solapas, «busca reinterpretar el goyesco tradicional y adaptarlo al siglo XXI», señala Caprile. Esto se consigue aumentando el número de abalorios que lo adornan, entre los que destacan los azabaches, los cristales de Swarovski, las mostacillas de color dorado y la pasamanería de seda. Por Jessica Nieto
El experto
Antonio López, de Sastrería Fermín, es uno de los más reputados sastres de trajes de luces. Explica que «hace falta una pieza de raso de 2,5 x 1,4 metros para la confección de las tres piezas que lo forman [una chaquetilla, un chaleco y una taleguilla]». A ella hay que sumar los forros y entretelas. En cuanto a los adornos, 1.500 m de cordón, 1 kg de lentejuelas y más de 500 piedras dan forma a los dibujos. El peso que puede tener es de unos 4,8 kg. Su precio: entre 3.800 y 6.000 euros. Por Jessica Nieto.
Más información. Próximos festejos de Enrique Ponce: 11 de abril en Brihuega (Guadalajara) y 18 y 22 de abril en Sevilla. www.enriqueponce.com
Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografías de Álvaro Felgueroso