El hotel nómada del arquitecto de moda

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El hotel nómada del arquitecto de moda

21-08-2012

Juan Carlos Rodríguez. Fotografías de Chema Conesa.

Diego Gronda, director creativo de Rockwell Group Europe, es el creador de moda. Entre sus proyectos más arriesgados están un hotel flotante o una isla sostenible en Oriente Medio.

Un tipo alto y corpulento se afana en ultimar el restaurante del Hotel Le Meridien, que esa misma noche se inaugura en Orán (Argelia). Vestido con camiseta, vaqueros y deportivas, parece un hombre tranquilo, pero durante la fiesta de apertura confesará su estrés: el día anterior recorrió varias tiendas de la ciudad, a contrarreloj, hasta dar con los últimos accesorios que darían vida al espacio. «Sin ellos, el espacio habría resultado mucho más frío», explica.

En realidad, el supuesto operario es el responsable del diseño del hotel. Lejos de tener aires de prima donna, el arquitecto Diego Gronda (Buenos Aires, 20 de abril de 1968), gerente y director creativo del estudio de arquitectura e interiorismo Rockwell Group Europe, es de los que se arremangan. Sobre todo cuando se trata de crear un vínculo emocional a través del diseño; y el personal del hotel no parece que acabe de entender el concepto.

Al frente de un equipo multidisciplinar de unas 20 personas (entre artistas, arquitectos, interioristas, gráficos e industriales) su estudio se centra en el diseño de hoteles, restaurantes, escenografías, balnearios, centros comerciales y piezas decorativas. «Pero a mí lo único que a la larga me interesa es la experiencia. Porque si la iluminación es incorrecta, o los espacios son fríos, no me vuelves a dar otra oportunidad. No se trata de dinero, sino de cómo llegar a la gente desde la emoción», explica con acento porteño.

Su modus operandi siempre pasa por elaborar un guión de cada experiencia que va a desarrollar. «Es prioritario conocer el perfil de nuestros potenciales clientes, ver a través de sus ojos para después abrazarlos con el diseño de una manera emocional. Y si para ello tenemos que trasladarnos a una ciudad como Orán, para reinterpretar su cultura, lo hacemos».

El resultado salta a la vista: las modernas jaimas que flanquean el lobby del hotel, las celosías fragmentadas que decoran las habitaciones, las lámparas que representan los meridianos o las alfombras que imitan las ondulaciones de una duna sahariana son estéticas abstracciones que resultan de ese intenso y riguroso trabajo de asimilación cultural.

Vista del hall del Hotel Le Meridien, situado en Orán (Argelia).Vista del hall del Hotel Le Meridien, situado en Orán (Argelia).

UNIVERSAL. A lo largo de una década, el argentino se curtió como diseñador en la oficina central de Rockwell Group en Nueva York, prestigioso estudio creado en 1984 por el arquitecto americano David Rockwell donde trabajan unos 200 empleados. Fue el propio Gronda quien se postuló para expandir el mercado fuera de Estados Unidos.

Desde 2005 dirige proyectos en 15 países de Europa, Asia, África y Oriente Medio desde su oficina satélite de Madrid. «Me considero un ciudadano del mundo; no creo demasiado en las nacionalidades», afirma este cosmopolita, que entre vuelo y vuelo ha encontrado en la capital de España su «remanso de paz». Aquí instaló su flamante estudio con vistas a la calle Alcalá y su nido familiar. A sus 44 años, está casado con la abogada Elena Garrigues (hija del jurista Antonio Garrigues Walker) y es padre de dos hijos.

Además del diseño del Le Meridien argelino, su currículo incluye proyectos variopintos como una isla sostenible en pleno Oriente Medio; la escenografía de dos ediciones de los Óscars de Hollywood (este año repite); un «hotel nómada» con carpas individuales que se asientan sobre plataformas flotantes o la arena del desierto; un edificio de oficinas en Puerto Madero, el lujoso barrio de Buenos Aires; el restaurante Wasabi del mítico Taj Mahal Palace Mumbai (India); el recién inaugurado Hotel W Paris-Ópera… y hasta una ciudad cultural para el Circo del Sol en Hong Kong. Este último encargo no llegó a materializarse, lamenta, por ser demasiado ambicioso. «El cliente me superó en locura, algo que agradezco pero que no suele suceder. La propuesta incluía hotel, museo, discoteca para 5.000 personas, una comunidad de artistas que daba vida a la ciudad las 24 horas… Al final se paró por un escándalo financiero relacionado con la construcción de un parque temático de Disney, pero fue bonito mientras duró».

Suite del W Paris Opera, obra también de Gronda.Suite del W Paris Opera, obra también de Gronda.

PREGUNTA. Aparte de la variedad, ¿qué distingue a la firma Rockwell Group?

RESPUESTA. No manejamos un lenguaje único. Cada proyecto lo abordamos desde una perspectiva totalmente innovadora, intentando siempre borrar las fronteras. Con cada nuevo encargo y combinación de personas emergen nuevas ideas, vocabularios, materiales, técnicas y diseños.

P. ¿Dónde radica el éxito de su diseño sin fronteras?

R. En parte, en que no somos arrogantes. No todos los clientes son iguales ni tienen las mismas necesidades, por eso no puedes imponerle tu visión. Por otro lado, nuestro diseño funciona. Eso a la larga es lo que nos hace distintos: no sólo se trata de crear un diseño novedoso; también tiene que ser práctico. Nuestros restaurantes y hoteles hacen dinero.

P. Tengo entendido que la arquitectura se le queda pequeña…

R. No es inusual que deba buscar herramientas e inspiración fuera de mi disciplina. Por eso prefiero la palabra diseñador a la de arquitecto.

Para ilustrar su afirmación, recuerda un dilema que surgió durante la construcción de la terminal para una línea de bajo coste en el aeropuerto JFK de Nueva York, un lugar atestado de pasajeros y con mucha ansiedad en el ambiente. «Lo primero que hicimos fue contratar al mejor coreógrafo de Broadway para entender cómo se mueve la gente en situaciones de estrés».

Admirador de «la arquitectura sin estilo» que practican consagrados como Peter Zumthor o Herzog & De Meuron, nuestro protagonista iba para ingeniero civil por tradición familiar. Su padre y su hermano lo son, «así que me crié en un ambiente hostil para un arquitecto, pues, como todo el mundo sabe, somos ingenieros frustrados», bromea. Una exposición de acuarelas de Frank Lloyd Wright, autor del Guggenheim de Nueva York, cambiaría su destino. Su padre, presente en la muestra, advirtió que su vocación no estaba clara. «¿Así que te gustan los edificios de Wright? Tú en realidad quieres ser arquitecto, como yo cuando era joven». Dicho y hecho. Tras estudiar la carrera en la Universidad de Buenos Aires, Diego hizo un máster en la Parsons School of Design, donde obtuvo una medalla de oro a la excelencia de la AIA (American Institute of Architects). Con veintipocos años saltó a Nueva York, «y allí sobreviví feliz de la vida en un cuarto de 16 m2 con un pequeño orificio por el que se colaba el Empire State», recuerda.

El arquitecto argentino Diego Gronda.El arquitecto argentino Diego Gronda.

DECORACIÓN. De la mano del arquitecto de interiores chino Tony Chi se metió a interiorista. «Mi ignorancia en el tema me llevó a aprender y la experiencia fue muy enriquecedora». Con él participó en proyectos como el Grand Hyatt de Taipei o el Mandarin Oriental de Miami. Su maestro, que también trabajó junto a cocineros como Ducasse o Puck, le ayudó a romper sus límites.

En 2000 se asoció con David Rockwell para aportar su rica y multifacética perspectiva. «Yo no busco el límite, trato de forzarlo en esa búsqueda constante de la experiencia total», insiste. Y pone ejemplos sobre el terreno: «Si en Le Meridien me hubieran dejado diseñar el paisajismo, el coche de recepción o la música, lo habría hecho. No sería la primera vez. Luego, ¿soy diseñador, arquitecto, interiorista o creador? Un poco de todo».

Si algo se le resiste es diseñar casas particulares. «Sólo he intervenido en mansiones de algunos clientes, por cortesía. Aquí entramos en los gustos de cada cual, dependientes de los estados de ánimo, y yo no tengo ningún tipo de autoridad para discutir esto». Pero con sus padres hizo una excepción (arriba, en la foto). Se empeñó en hacerles una casa de cristal en Buenos Aires pese a la frontal oposición de su madre, de gustos más bien clásicos. «Una de las mayores victorias de mi vida profesional fue cuando me llamó a mi casa de Nueva York y me dijo: ‘Hijo, está lloviendo y esta casa celebra la lluvia’. Mi diseño había convencido a uno de mis clientes más difíciles», reconoce antes de prepararse para la fiesta de inauguración del hotel.

Si le dejan, es capaz de diseñar el escenario y de pinchar su propia música.

Más info: TEL.: 91 524 18 70 | www.rockwellgroup.com

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