48 horas en Córdoba 

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En plena Feria de Córdoba, qué mejor que una escapada tranquila a la milenaria ciudad andaluza.

Córdoba ya no es esa ciudad “lejana y sola” por la que suspiraba Federico García Lorca en su Canción del jinete. Por el contrario, está mejor comunicada que nunca (el viaje en AVE desde Madrid tarda una hora y 40 minutos) y es un destino de interior cada vez más apreciado por el turista slow. Sobre todo en los meses de primavera, cuando los patios se llenan de flores y el olor a azahar perfuma cada rincón. Precisamente en estos días (del 20 al 27 de mayo) se celebra la Feria de Nuestra Señora de la Salud, que pone el punto final a un mes pródigo en fiestas y tradiciones. Milenaria, relajada y sensual, presume de tener cuatro Patrimonios de la Humanidad -la Mezquita-Catedral, el Casco Histórico, el festival de Los Patios y Medina Azahara– y guarda un as en la manga: el factor sorpresa. Tal vez no deslumbre a primera vista como Sevilla o Granada, pero es de las que conquistan poco a poco. Con humildad y sin prisa. Merece la pena reservar dos días para alojarse en sus nuevos hoteles boutique, perderse por las callejuelas de la Judería, visitar museos únicos o degustar su renovada gastronomía. 

DÍA 1. VIERNES 

9 h. Check-in en La Ermita Suites, único hotel-monumento de Córdoba. 

En la imagen superior, el Festival de los Patios Cordobeses, un concurso celebrado desde 1921 y que se realiza durante la primera y segunda semana del mes de mayo. En 2012 fueron declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Sobre estas líneas, fachada del hotel La Ermita Suites. En 1473 el edificio fue quemado junto a otros del casco histórico en la revuelta contra los judeoconversos conocida como Motín del Rastro.

La fachada del hotel boutique La Ermita Suites está coronada por una campana que recuerda los orígenes sacros de este singular establecimiento situado en la Plaza de Abades, en plena judería cordobesa. Aquí se alzaba la antigua ermita de la Concepción, construida en 1700 y desacralizada a finales del siglo XIX. Junto al templo estaba la casa del santero, fechada en 1753, y en la parte trasera del edificio, una vivienda judeoconversa que ha sido documentada hasta 1412. Todo este conjunto histórico, reflejo de las tres culturas que dejaron huella en la ciudad -árabe, judía y cristiana-, estaba casi abandonado cuando el economista cordobés Javier Velasco lo adquirió para cumplir su sueño: transformarlo en un hotel. Inaugurado en 2021 tras un largo y riguroso proceso de rehabilitación, La Ermita Suites alberga 6 habitaciones con vistas al casco histórico y a la Mezquita-Catedral, entre las que destaca la suite de 80 m2 provista de una terraza con alberca. El interiorismo combina piezas de anticuario con un diseño funcional y vanguardista. Alojarse aquí es como dormir en la Historia, no en vano “cualquier habitación tiene más de 400 años”, afirma el propietario, orgulloso de regentar el primer hotel de Córdoba con categoría de monumento.  

9:30 h. Besayuno gourmet en El Patio del Posadero

La fusión de la cocina italiana y española, con los ingredientes y recetas de diversos lugares del mundo, hace que lleguen a la mesa de Patio del Posadero unos desayunos distintos y originales.

En la Plaza de Abades también está el asador de pollos El Gallo de Oro, un puesto con 40 años de antigüedad donde sirven uno de los mejores bocadillos de pollo de la ciudad (3 €). Lo comprobaremos después. Antes nos dirigimos al hotel boutique Patio del posadero para probar sus afamados besayunos, desayunos servidos “con mucho amor” por sus propietarios, José y Lisa. La pareja reformó esta antigua casa-patio del siglo XV para convertirlo en hotel boutique “solo para adultos” de 6 habitaciones. En la planta superior nos decantamos por el menú degustación: zumo natural prensado en frío, kéfir casero, bowl de yogur y fruta, focaccia con embutido y queso o aguacate y tomate, postre casero y cafés de especialidad. Trabajan con proveedores locales y elaboran su propio AOVE (Aceite de Oliva Virgen Extra), La joya del abuelo.  

11 h. Museo Julio Romero de Torres, “místico y feminista”. 

El flamenco fue una de las grandes aficiones de Romero de Torres, que exploró con sus pinceles el potencial temático, semántico y expresivo del cante jondo, al que el museo dedica una sala.

Julio Romero de Torres (Córdoba, 1874-1930) pintó a la mujer morena… y la elevó a la categoría de símbolo erótico. Desprovisto de tópicos conservadores -el franquismo desenfocó su figura-, hoy se le reivindica como un artista “místico y feminista”. La mayor selección de sus obras puede verse en el museo situado en Plaza del Potro, junto al de Bellas Artes. La muerte, el amor, el mundo taurino, el flamenco o la nostalgia por Córdoba fueron algunos de sus temas más recurrentes. En la sala seis se expone su obra cumbre: La chiquita piconera.

13 hUn patio cordobés con taller de joyería. 

El joyero Leopoldo Salinas da forma a un colgante en su taller de la Casa de las Campanas.

Recorrer los patios de Córdoba, declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2012, es un festival para los sentidos en cualquier época del año. Pero aún más en los meses de primavera y sobre todo en mayo, cuando el olor a jazmín y a azahar perfuma cada callejuela. A la fiesta de las Cruces de Mayo le sigue el Festival de los Patios Populares, un concurso que data de 1921 y en el que se premian aspectos como la variedad floral o la originalidad de la fuente. Los barrios de San Agustín, Santa Marina y San Basilio acogen los patios más afamados. En el barrio de Santiago merece la pena entrar en la Casa de las Campanas (C/ Siete Revueltas, 1), una casa señorial del siglo XV de estilo mudéjar que albergó una fundición de campanas. Bajo sus arcos polilobulados está el taller de joyería Sal Roja, propiedad de Leopoldo Salinas. “La joyería cordobesa es mucho más que la filigrana”, explica este experto mientras da forma a un moderno colgante de plata.  

14:30 h. Almuerzo en la Ermita de la Candelaria.

La famosa Mazamorra, uno de los platos estrella del restaurante Ermita de la Candelaria.

Córdoba está para comérsela. Y las opciones gastro van desde un restaurante de alta cocina como Noor (dos estrellas Michelin) a una taberna de toda la vida. Tras tomar un vermú en el Mercado de la Corredera nos dirigimos al restaurante Ermita de la Candelaria, una antigua ermita del s. XV transformada en templo del buen yantar. En el comedor principal, con vistas a un agradable patio y presidido por una imagen de la Virgen de la Candelaria, degustamos un recetario tradicional cordobés puesto al día. No hay que perderse platos como la Mazamorra (antecedente del salmorejo, esta sopa fría lleva crema de almendras con sardina ahumada, ajo negro, polvo de aceite y pimiento rojo); el Puerro con lubina maridada y salmorejo, o la Alcachofa con carpaccio de gamba y velouté de hierbabuena. Explosión de sabores y servicio impecable en un espacio que invita a la calma.

17:30 h. Ruta por las iglesias fernandinas.  

La Iglesia de Santa Marina de Aguas Santas fue mandada a construir por el Rey Fernando III El Santo.

En 1236, Fernando III El Santo arrebata Córdoba a los árabes y empieza a organizar la ciudad en 12 parroquias, cada cual con su iglesia correspondiente. A día de hoy pueden visitarse ocho de estas iglesias fernadinas: San Pablo, San Francisco, San Pedro, Santiago Apóstol, San Lorenzo, San Agustín, Santa Marina y San Andrés. Construcciones de transición entre el Románico y el Gótico, no sólo tuvieron carácter religioso, sino también administrativo. Recorrerlas es una buena excusa para adentrarse en la Axerquía, en el barrio antiguo, una de las zonas más auténticas de Córdoba y menos frecuentadas por los turistas. La entrada a la Mezquita-Catedral incluye también la visita a estos templos.

20 h. La Mezquita-Catedral, también de noche. 

Reservada para el califa de Al-Ándalus, la maqsura es uno de los espacios más importantes de una mezquita.

Córdoba es mucho más que su Mezquita, pero no se entendería sin ella. Icono mundial de la arquitectura islámica, en 1984 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Con una superficie de 23.200 metros cuadrados, es una de las mayores y más bellas del mundo. Construida en el año 784, fue ampliada por las sucesivas generaciones de gobernantes musulmanes conocidos como califas. Impresiona la sala de oración, formada por un bosque 856 columnas de mármol, jaspe y granito sobre las que se apoyan unos 400 arcos de herradura bicolores. Mosaicos bizantinos y mármoles labrados recubren el resplandenciente mihrab, lugar hacia el que se orienta el rezo.

Al conjunto monumental accedemos por el Patio de los Naranjos, donde se alza la torre campanario de la catedral. Tras la conquista cristiana en 1236, en el interior de la mezquita se construyó este templo cristiano que destaca por el retablo barroco y la sillería del coro. Una forma de redescubrir el monumento es apuntarse al recorrido nocturno El Alma de Córdoba (entrada general, 20 €).

En un lateral de la Mezquita-Catedral, concretamente en la calle Magistral González Francés, se sitúa otro lugar emblemático de la ciudad: el Bar Santos, famoso por su tortilla de patata (sin cebolla) de un palmo de grosor. Abierto hace medio siglo por Francisco Santos y su mujer Carmen Serrano, sus hijas siguen hoy al frente del negocio.   

21 hCena “canalla” en ReComiendo.  

El chef Periko Ortega tras la barra de su restaurante “canalla” ReComiendo, galardonado con un Sol Repsol. En 2019 obtuvo el premio Travellers choice como sexto mejor de España.

Al frente de este rompedor espacio está el chef cordobés Periko Ortega, artífice de una cocina canalla que no descuida los sabores de siempre. Tras el aperitivo, él mismo recibe detrás de la barra con una “visita a la casa de mi madre”: típico paño de mesa-camilla, foto del niño haciendo la Primera Comunión, olivo de plata… La escenografía invita a probar una arepa con salsa de pollo asado (el sabor de su infancia) a la que se añade la quisquilla de Motril. Los divertidos trampantojos, servidos en platos de cerámica local, se sucederán en el comedor principal hasta llegar al Juego de la Oca (“y me lo como porque me toca”). Tiene un Sol Repsol y hambre de más. 

DIA 2. SÁBADO 

10 h. Paseo por La Judería

Conocida como una de las calles más bonitas de España, La Calleja de las flores es una bocacalle de la calle de Velázquez Bosco. Una calle ciega, estrecha y peatonal que desemboca en una pequeña plaza.

Desde el hotel Ermita Suites iniciamos nuestro recorrido por el Barrio de la Judería, dentro del casco histórico. El paseo por este laberinto de callejuelas puede comenzar en La Casa Andalusí, que cuenta con una exposición permanente sobre la fabricación del papel en la Córdoba Califal. Para un fino y una tapa, la Taberna Guzmán; y para disfrutar de gastronomía cordobesa tradicional, Casa Pepe de la Judería, restaurante galardonado con un Sol de la guía Repsol. No hay que dejar el barrio sin asomarse a la Calleja de las Flores, con sus paredes rebosantes de geranios. Al fondo se divisa la torre-campanario de la Catedral, una estampa muy instagrameable.

11 h. Cata de aceites premium en La Oleoteca de Córdoba.  

La Oleoteca también cuenta con una tienda online donde pueden encontrarse desde aceites en gran formato hasta productos de cosmética.

La Oleoteca de Córdoba es la única tienda de la ciudad especializada en AVOE de calidad. En las vitrinas, 14 variedades y unas 35 referencias. “Los clientes pueden olerlas y probarlas; se trata de aprender jugando”, explica su propietaria, Mari Carmen Serrano, Máster en Olivar y Aceite de Oliva. La joven experta nos anima a catar cuatro marcas andaluzas premium, incluida la de Rincón de la Subbética, elegida hasta en nueve ocasiones la mejor del mundo en el certamen internacional The World’s Best Olive Oil. 

12 h. Visita privada a la Casa-Museo del Guadamecí Omeya.  

La recuperación de técnicas originales omeyas se llevó a cabo gracias a la labor que realizó Ramón García Romero y que ha continuado Jose Carlos VIllarejo García, artistas investigadores de las técnicas califales y suntuarias que se realizaban en Córdoba durante el siglo X.

José Carlos Villarejo (Córdoba, 1980) domina un arte que le hace único en el mundo: el guadamecí omeya. Esta técnica, utilizada durante el periodo de mayor esplendor del califato Omeya (s. X), cuando Córdoba era la capital cultural del Occidente, consiste en recubrir de plata una piel curtida de oveja o carnero para luego ferretearla y policromarla con fines decorativos. “El guadamecí se convirtió en la primera industria de lujo en aquella época. Mi trabajo consiste en preservar y divulgar ese legado”, afirma este artista, que aprendió el oficio de su tío Ramón García Romero. Sus magistrales obras, decoradas con motivos vegetales y geométricos que evocan el Paraíso, se exponen en la Casa-Museo del Guadamecí Omeya, dirigida por Villarejo; cada una de ellas le ocupan de seis meses a dos años de trabajo y han llegado a superar los 20.000 euros. Entre sus principales clientes, familias reales de Emiratos Árabes, instituciones públicas y coleccionistas privados.

14 h. Catando vinos Montilla-Moriles en Taberna La Montillana

Mara de Miguel comenzó su carrera como periodista y después decidió profundizar en su carrera de sumiller.

Fundada en 1948, Taberna La Montillana es un santuario de los vinos de Montilla-Moriles, Denominación de Origen Protegida a la que pertenecen generosos únicos como el Pedro Ximénez, el Joven, el Fino, el Amontillado y el Oloroso. Para maridarlos con los platos del chef Antonio Jiménez -¡esa Mazamorra de coca, ese Carpaccio de presa ibérica!- nadie mejor que Mara de Miguel, Mejor Sumiller de Andalucía 2022. “Por fin se ha entendido la versatilidad de la uva Pedro Ximénez, con la que se pueden hacer desde vinos espumosos a blancos tranquilos”, dice mientras catamos un Poley Amontillado 35 años en Rama Solera, “puro rock and roll”. Autora de dos novelas ambientadas en el mundo del vino (Olor a tinaja y La catadora) Mara es la única sumiller española especializada en flores comestibles. “En mis catas, las flores se elevan al concepto gastronómico de producto gourmet; pueden combinarse con aceites premium de Córdoba o con un Amontillado de Montilla-Moriles”, asegura.  

20 h. En la cuna del caballo andaluz: Caballerizas Reales

En sus instalaciones llegaron a cuidarse más de un centenar de caballos andaluces y árabes de excelente calidad.

Las Caballerizas Reales de Córdoba, situadas a la entrada del barrio de San Basilio, son una visita ineludible para conocer la historia ecuestre de la ciudad. Este edificio histórico fue construido en 1570 por mandato de Felipe II, quien quiso crear aquí una nueva raza de caballos, el Caballo Andaluz, Pura Raza Española. De difundir ese legado se encarga la asociación Córdoba Ecuestre, que ofrece cursos y organiza el espectáculo Pasión y Duende, una combinación de equitación andaluza, doma vaquera y garrocha. Uno de los números más aplaudidos sobre la pista es la danza sensual entre el caballo y una bailaora al compás de una sevillana. En los establos regios, el jinete jefe Emilio Morejón nos presenta a su “caballo compañero” Apolo, un ejemplar de 12 años con el que ganó el campeonato del mundo del Caballo de Pura Raza Español (SICAB). 

22 h. Cena en Taberna La Viuda y despedida entre perfumes

Sede del patio de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses.

Nos despedimos de Córdoba cenando en Taberna La Viuda, un restaurante del barrio de San Basilio. Aquí, el flamenquín de rabo de toro o la japuta en adobo con especias de la india combinan a la perfección con un fino Montilla-Moriles o una cerveza casera que ellos mismos elaboran con barrica de roble y azahar. Al filo de las 12h, el propietario de la taberna, Francisco Rosales, nos muestra el patio de al lado, sede de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses. Esta espectacular corrala se ha mantenido intacta durante más de un siglo, aunque ya no está habitada. “En la época de los patios las parejas nunca se peleaban”, recuerda Rosales, que además de tabernero es perfumista. Su abuela era boticaria y de ella heredó el interés por la química. Bajo la marca Esencia de los Patios crea fragancias artesanales de jazmín blanco o azahar y mandarina.

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