Un Stradivarius de siete millones

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Lord Aylesfor
Histórico. Lord Aylesfor es uno de los cellos más antiguos del mundo, data de 1696.

Pablo Ferrández es uno de los mejores violonchelistas del mundo y el único español que toca un chelo Stradivarius. Tiene 23 años y sueña con actuar con la Filarmónica de Berlín.

Pablo Ferrández y Lord Aylesfordson pareja de hecho. Se conocieron en enero de 2014 y se han hecho inseparables. Ferrández tiene 23 años y Aylesford 319, pero la diferencia de edad no ha sido un inconveniente para ellos. Además, el noble caballero conserva intacta su galanura. Para Pablo tenerle a su lado «es un sueño hecho realidad». Eso sí, reconoce que su fiel compañero necesita todo tipo de cuidados y es un poco caprichoso. «Cuando viajamos en avión, yo suelo ir en clase Turista y él en Primera», afirma con resignación. Un momento. Todo lo anterior es cierto: sus nombres, sus edades y, por supuesto, su apasionante historia de amor. Aunque es muy posible que este idilio solo resulte familiar a los amantes del violonchelo….

Son las 12 del mediodía en la Escuela Superior de Música Reina Sofía. En un aula de este prestigioso centro, donde se formó durante siete años, el madrileño Pablo Ferrández (19 de marzo de 1991) ensaya con su Lord Aylesford, un chelo Stradivarius construido en 1696. Más que tocarlo parece amasarlo, sacándole un profundo y melancólico sonido de las entrañas. «Se llama así en honor al noble inglés que lo adquirió, cuya familia lo conservó durante más de 100 años. Es uno de los cellos más antiguos del mundo, y ha pasado por dos de los grandes violonchelistas de la Historia, Gregor Piatigorskyy y Janos Starker, quien lo tocó entre 1950 y 1965″, explica el músico sobre su instrumento, valorado en más de siete millones de euros. En cualquier caso, esta joya de cuatro cuerdas no está en venta: Pablo ha sido el primer español en recibir, en préstamo, uno de los dos Stradivarius de la fundación Nippon Music Foundation.

Tal vez no sea tan conocido como un piloto de Fórmula 1, pero en los circuitos de la música clásica su extraordinario talento es un secreto a voces: «Pablo será uno de los mejores violonchelistas del futuro. No, lo es ya», ha comentado Rémy Louis, crítico de la revista especializada Diapason Magazine. ¿Cómo encaja este tipo de elogios? «Me hacen mucha ilusión, porque es una pequeña recompensa a todo el trabajo realizado. Tengo mucha ambición para llegar ahí, donde me pone esa frase», contesta este Fernando Alonso del violonchelo, que inició sus estudios musicales a los 3 años. La música le viene de cuna. Hijo de una profesora de música y de un violonchelista de la Orquesta Nacional de España, se llama Pablo en recuerdo de Pau Casals, el maestro del chelo a quien su padre tanto admiraba y gracias al cual empezó a tocar el instrumento a los 18 años.

PREGUNTA. ¿Qué educación musical recibió en casa?

RESPUESTA. Cuando nací, mi madre inventó un método de enseñanza musical llamado El mago diapasón. Gracias a él desarrollé un oído absoluto en solo un año. Es decir, la capacidad de reconocer los sonidos como si fueran notas musicales. Es como un idioma más. De pequeño, cuando sonaba un claxon, yo escuchaba Mi.

Nunca se planteó tocar otro instrumento que no fuera el chelo: «Toda la vida lo he tenido pegado a mí, es como una extremidad más. Desde Primaria sabía que lo acabaría tocando», asegura. Después estudió la ESO y el Bachillerato musical a distancia para centrarse en el instrumento. Sin apenas pisar el Conservatorio, con 13 años ingresó en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde la profesora Natalia Shakhovskaya exprimió su talento. Durante cuatro años consecutivos obtuvo el diploma al alumno más sobresaliente. En octubre de 2011 entró a formar parte del Programa de Masters de la Kronberg Academy (Alemania), una especie de escuela de alto rendimiento para instrumentistas de cuerda, donde continúa formándose junto a otros 15 virtuosos de chelo y viola. Reside entre Frankfurt y Madrid. «La ciudad donde estudio, Kornberg, es un poco aburrida. Como mi pueblo, Torrelodones, pero sin casino», bromea.

A lo largo de su fulgurante carrera, Pablo ha trabajado con maestros como Antoni Ros-Marba, Peter Csaba o Yuri Temirkanov, así como con destacadas orquestas: desde la Kremerata Baltica a la Filarmónica de San Petersburgo pasando por la Orquesta Nacional de España. A sus 23 años, ha actuado en numerosos festivales y ha obtenido galardones como el II Premio International Paulo Cello Competition. Por si fuera poco, ha grabado dos discos. En el primero interpretó a Dvorak y Schumann; en el segundo, a Rossini y Menotti.

Nos recibe en vísperas de su concierto en el Auditorio Nacional de España [el pasado 29 de enero], donde emocionó con sus Variaciones rococó para violonchelo y orquesta, de Tchaikovsky. «Es muy especial para mí», explica. «Debuto en el Ciclo de Juventudes Musicales, una institución que me ha apoyado durante toda mi carrera [recibe una beca de 6.000 euros]. Y me ilusiona tocar junto a Yuri Temirkanov, uno de los directores de orquesta mejores del mundo». Al cabo de una semana confesará que los momentos previos al concierto tuvo «una mezcla de adrenalina y nervios de los buenos. Cuando me llamaron para salir a escena, no habría deseado estar en ningún otro sitio. Realmente disfruté a tope; sentí que había comunicación con el maestro Temirkanov, con la orquesta y con el público. Vivir días así es la mejor compensación a todo el esfuerzo realizado». Esa noche, Lord Aylesford también brilló con luz propia.

P. ¿Cómo describiría la relación con su Stradivarius?

R. Es una relación muy estrecha. Hay que estar muy pendiente de él. Estos instrumentos tan antiguos son muy caprichosos, y les afecta el tiempo de cada ciudad. Siempre que vengo a Madrid lo noto rígido, quizá por la sequedad del ambiente. Por eso he llegado tres días antes, para que se aclimate. En cambio, el otro día estuve en Florencia y me dio la impresión de queLord Aylesford sabía que estaba en Italia. Sonaba muy libre, relajado. ¡No me queda más remedio que amoldarme a él!

P. No debe de ser fácil domesticarlo…

R. Tiene más de 300 años, ¡no lo voy a domesticar yo en uno! Eso sí, hice algunos cambios en el puente y las cuerdas, con permiso de la Fundación, y ahora suena más dulce.

P. ¿Impresiona tener este trozo de Historia en sus manos?

R. Tocar un Stradivarius es el sueño de cualquier músico. Hasta hace poco, me parecía algo impensable. De alguna forma me cayó del cielo. Pero claro, antes hubo mucho esfuerzo y trabajo. Además, he tenido la ocasión de tocar para las personas adecuadas.

P. Especialmente decisivo fue Lorin Maazel…

R. Sí, Paloma O’Shea [presidenta de la Escuela de Música Reina Sofía] me organizó una audición con Maazel, presidente del Comité de Préstamos de la Nippon Music Foundation, fallecido hace unos meses. Al acabar, me dijo: «A Janos Starker [violonchelista húngaro fallecido en 2013] le hubiera encantado verte tocar. Creo que necesitas un chelo mejor». A los pocos meses me llamaron para decirme que el Stradivarius de Starker era para mí.

P. ¿Qué sensación tuvo cuando fue a recogerlo?

R. Fue genial. Llamé a mi hermana, que toca la viola y vive en Berlín, y le pedí que me acompañase, porque no quería ir solo a un acontecimiento tan importante. Una vez en el taller de la Fundación donde estaba guardado (vuelvo allí cada tres meses para revisarlo), estuvimos haciendo fotos y vídeos. Firmé el contrato, lo probé y me lo llevé a mi casa.

P. ¿Siempre fue consciente de su talento?

R. Poco a poco te vas dando cuenta de que tienes cierto talento. Pero tan importante o más es tener mucha disciplina y buscarte tu propia suerte.

P. Defínase como violonchelista.

R. Me gusta que me digan que soy muy expresivo. En general, no me gusta dejar a la gente indiferente. Lo que yo quiero en un concierto es que la gente salga sintiendo algo. De hecho, aunque toque bien, si noto una sensación fría con el público, para mí es un fracaso.

P. ¿Cuáles son sus principales referentes?

R. Me encantan los grandes pianistas, como Martha Argerich o Daniel Barenboim. El piano es mi instrumento favorito, porque contiene varios instrumentos; en cambio con el chelo solo tengo una voz, siempre necesito acompañamiento. En cuanto a los chelistas, me gustan Yo-Yo Ma y Rostropovich.

P. ¿Cuál es su sueño como solista?

R. Tocar con la Filarmónica de Berlín, con un maestro como Barenboim o Zubin Mehta. Pero te contratan con 5 años de antelación, y aún no me han llamado.

P. ¿Cabe una tercera persona en su relación con Lord?

R. Mi novia Lydia, una cantante mexicana. Es muy comprensiva con el tiempo que tengo que estudiar, me anima y me ayuda. No es fácil encontrar a alguien así.

P. ¿Sabe quién es Olvido Hormigos?

R. Ni idea. ¿Debería saberlo?

Un privilegiado

Ferrández es el único español merecedor de uno de los Stradivarius (12 violines y dos chelos) que la Nippon Music Foundation concede en préstamo a destacados solistas. En 2013 fue elegido por un jurado presidido por el director de orquesta Lorin Maazel que reconoció su «excelente técnica, progreso y musicalidad». Conocido como Lord Aylesford en honor al noble inglés que lo encargó, ha pasado por las manos de grandes violonchelistas como Gregor Piatigorsky y Janos Starker.

En el mundo se conservan unos 600 violines Stradivarius, pero solo 40 violonchelos de los 63 construidos por el maestro de Cremona. De ellos solo una veintena se tocan con regularidad, entre ellos el Lord Aylesford. Valorado en más de siete millones de euros, es uno de los más antiguos que existen. Data de 1696, el mismo año que el violonchelo Stradivarius del Quinteto palatino del Palacio Real de Madrid, adquirido por Felipe V.

Más información. www.pabloferrandez.com. Próximos conciertos: Pontevedra (12 de marzo) y Santiago de Compostela (13 de marzo).

Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografías de Chema Conesa

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