Por Juan Carlos Rodríguez Fotografías de Álvaro Villarrubia Por sugerencia suya, el libro se iba a titular Labios, porque lo primero que hace esta mujer «mediterránea, sensual y epicúrea» cuando conoce a un hombre es mirarle a los labios, que ella prefiere «carnosos y bien dibujados». Silvia ha saboreado muchos labios a lo largo de su vida, o al menos los suficientes para llenar un libro. Se ha casado en tres ocasiones, y entre sus novios los ha habido «alcohólicos, drogadictos, webadictos, pichitas flojas, simuladores de orgasmos, cascarrabias» y en ese plan. O sea, que la invitarán a Dónde estás corazón. Cada marido, cada amante, protagoniza un capítulo de su desnudada vida. Pero sus relaciones sentimentales son, en el fondo, la coartada para hablar de las cosas que le importan. Así, la hija del taxista –que lleva haciendo teatro, cine y televisión desde los ?4– clama contra la ablación, es partidaria de legalizar las drogas y no descarta adoptar hijos…, en el caso de encontrar padre. Me cita en su chalé madrileño de Puerta de Hierro, una casa recién reformada y quizá demasiado grande para una mujer sola. El primero que sale a recibirme es Magic, su caniche. La interna portuguesa, ?? años de servicio, me invita a pasar al salón y me ofrece un refresco. Echo un vistazo a la estancia (viejos retratos familiares, libros amontonados en el suelo, una alacena con figuritas de Lladró, visillos de ganchillo) y aprovecho para ensayar morritos. ¿Se fijará en mis labios? A la media hora aparece la despampanante abuelita hablando por teléfono en inglés y toda vestida de verde, como anunciando la primavera. «Achiiiís. Perdón por la alergia». Mientras me conduce a su dormitorio por una escalera de caracol, ardo en deseos de preguntarle por su Bugs Bunny… P. ¿Cómo se siente tras su strep-tease literario? R. Mucho mejor. Se lo debía a muchas generaciones que me han seguido desde mis ?4 años, y también me lo debía a mí misma. Ha sido una buena catarsis con la que me he quitado unas cuantas espinas. P. Silvia, La Tortuosa: ¿el apodo alude a una actriz de vida retorcida y sinuosa? R. [Risas] No… Al contrario. ¡Soy de un rectilíneo que no te puedes ni imaginar! No sé si fue Jesús Mariñas o Josep Sandoval quien un día me bautizó así. A mí me encantó, y como no hay cosa que más me guste que reírme de mí misma… P. A lo largo de estas memorias se hace acompañar de un curioso personaje, Bugs Bunny. ¿Su íntimo conejito es la voz de su conciencia… uterina? R. ¿Uterina? ¡Qué bonito, no se me había ocurrido! Bugs Bunny es mi libido, mi «yo» sexual, que me avisa si siente o no la química con un hombre y que se complementa con mi «yo» mental. Pero hablar de conciencia uterina sería reducir la libido al útero, y las zonas erógenas de la mujer son múltiples, aunque a muchos hombres haya que recordárselo. P. Dice que tiene «un Bugs Bunny coquetón» y acto seguido clama contra la mutilación genital femenina. ¿Se considera feminista o va de liberada? R. Tengo un Bugs Bunny coquetón y clamo contra la ablación, pero no voy de nada. En cuanto a ser feminista… Si la tortilla se diera la vuelta y fueran los hombres quienes estuvieran obligados a vivir debajo de un burka; si se les lapidara por adulterio aunque no estuviera probado y se les mutilara sexualmente para impedirles el placer sexual, te aseguro que mi libro sería el más machista del mundo. P. Desde niña tuvo claras tres cosas: que trabajaría en el mundo del espectáculo, que nunca se casaría y que jamás tendría hijos. R. Lo cumplí a medias: soy actriz, me he casado en tres ocasiones y me planteé tener hijos con mi segundo marido, pero desgraciadamente Chuck [Charles Davis] murió a los cuatro meses de la boda… P. Tengo entendido que a sus padres [José y Paquita, taxista republicano y ama de casa] no les hacía mucha gracia que su única hija se empeñara en ser actriz. R. Y hasta cierto punto era lógico; para ellos era un mundo pernicioso. Pero en cuanto vieron que mi vocación era firme, perdieron el miedo. A los ?4 años, después de estudiar bachillerato en la Escuela Masanna, me matriculé en el Instituto de Teatro y me lo tomé muy en serio. Con ?5, mis profesores me eligieron para hacer un sketch en el programa infantil Burbujas, y desde entonces ya no paré. P. «Desde pequeña fui una anciana prematura». ¡La senectud le duró hasta los 40! R. De cría era excesivamente responsable y analítica; al ser hija única estaba siempre rodeada de personas mayores e intelectualmente me desarrollé demasiado pronto, con lo que perdí una parte muy bella de mi niñez y adolescencia. P. En el libro cuenta detalles íntimos de sus ex parejas. ¿Teme que alguno se vea reconocido? R. No, porque camuflo nombres, profesiones y lugares. A la mayoría de los que cito con nombre supuesto no creo que le convenga reconocerse. P. ¿Cómo le marcó aquel primer matrimonio, que un tribunal eclesiástico certificó con contundencia como rato et non consumato? R. Aquello nos hizo mucho daño a los dos. P. Ambos llegaron vírgenes al matrimonio, pero al menos usted se había empollado el libro Vida sexual sana cuando sólo era un adolescente, ¿no? R. Sí, ahorré para comprármelo [Risas]. Pero, obviamente, no me sirvió de mucho. P. No duda en culpar a la Iglesia católica de los traumas sexuales de muchos españoles de su generación. R. Creo que todas las religiones rígidamente organizadas han hecho un tremendo daño a la Humanidad. P. Entre sus parejas ha habido «alcohólicos, drogadictos, webadictos, pichitas flojas, simuladores de orgasmos y cascarrabias». Le recuerdo los versos que escribió de joven: «La culpa es sólo mía / por la poca puntería / que he tenido al escoger…». R. Bien recordado: con frecuencia he atraído a hombres inmaduros, quizá porque proyecto una imagen de estabilidad, sensatez y fortaleza que no se corresponde con la realidad. De entrada, casi todos parecían seguros y encantadores, pero con la convivencia, aquella fachada se descascarillaba. Escogerlos fue un error. P. ¿No se topó con ningún maltratador? R. Afortunadamente no. Uno de ellos iba para manipulador psicológico, pero supe cortar la relación a tiempo. Si un hombre me diera una bofetada, me temo que sería un hombre muerto. P. ¿Cómo interpreta esta sangría diaria, el hecho de que tantas mujeres mueran asesinadas a manos de sus maridos? R. Muchos hombres siguen teniendo incrustada en sus genes la idea de que su mujer les pertenece como un mueble. Pero hoy en día las mujeres de nuestro entorno son independientes económicamente y sólo se pertenecen a sí mismas. Y hacer valer esta legítima independencia a muchas les ha costado la vida. Es una de las vergüenzas más bochornosas de nuestra sociedad. P. ¿Cuál es la virtud que más aprecia en un hombre? R. La honestidad. Se puede convivir con un hombre honesto aunque no sea demasiado inteligente, pero convivir con un hombre inteligente que no es honesto es un suicidio. P. Usted se ha enterado, a posteriori, de que alguno de sus ligues estaba casado… R. Sí, y me ha sentado fatal. La infidelidad en una pareja comprometida, casada o no, me parece alta traición. P. En sus «días de vino y espinas» junto a un actor alcohólico dejó de lado su carrera artística. ¿Fue su relación más nociva? R. Fueron los cuatro años más dolorosos de mi vida. Fue terrible ver cómo un hombre extraordinario, atractivo y buena persona, se autodestruía poco a poco sin que ni yo ni nadie pudiésemos hacer nada por ayudarle. P. Esta relación, y la posterior con un cocainómano, le llevan a posicionarse a favor de la legalización de las drogas. R. Me parece una hipocresía y un desatino que dos de las drogas más perniciosas, adictivas y destructivas que existen, el alcohol y el tabaco, sean legales y las demás no. Legalizarlas todas significa acabar con las mafias, identificar a quiénes las consumen para poder ayudarles y evitar las muertes por adulteración. P. La ascensión de su carrera cinematográfica coincidió con el boom del destape. Habla con amargura y frustración de aquella época… R. Tras el fin de la censura franquista hubo una apertura sexual repentina. De repente se podían ver señoras en pelotas, y claro, a mí me pilló en edad de hacer mucho cine… P. O sea, en edad de despelotarse… R. ¡Ahora sí que estoy en edad de despelotarme! P. (…) R. Es broma… Yo no tenía pudor en aparecer desnuda, porque en la Escuela Masanna de Barcelona me pasé siete años pintando a modelos desnudos; el problema es que los guiones eran muy malos, las escenas eran de mal gusto, se iluminaba fatal… Imagínate: llamaban a la puerta, salías de la ducha, se te caía la toalla y ¡hala, en pelotas! Verme ahí en braguitas, con el actor pegándome un pellizco en el trasero… Hice dos o tres películas de ese tipo y empecé a rechazar guiones. Como el cine no me daba cancha me volqué en la tele, donde hice muchos Estudio ?: papeles dificilísimos de autores como Dostoievski, Lope de Vega, Chéjov… P. ¿Se sintió encasillada por su físico? R. Sí. En el cine español, todas las rubias eran tontas, salían de la ducha y eran muy ricas. Yo no estaba de acuerdo con todo aquello, claro. Me sentí muy frustrada, porque mi vocación original era el cine. ¡En mis comienzos quería ser directora! Pero plantearse dirigir y escribir era impensable para una mujer rubia y fotogénica. P. Al menos tuvo la satisfacción de protagonizar y escribir el guión de La señora. R. Sí, aquella fue mi inocente venganza: un desnudo integral escrito por mí. P. ¿Es cierto que para conseguir un papel en el «cine intelectual», además de ser de izquierdas y con pinta de pobre había que ser morena? R. Sí, porque las heroínas de aquel cine tenían que tener siempre pinta muy racial, supongo que para huir de la imagen del cine yanqui. Pero es que yo, teñida de negro e intentando parecer «racial» daba mucha risa. Me quedé sin esos personajes importantes y difíciles que, sin embargo, interpretaba a diario en teatro y televisión. Y para colmo, jamás me arrimé a los del puño con codo doblado ni a los del brazo enhiesto. La independencia, tanto política como sexual, se paga muy cara… P. ¿Qué siente cuando ve a Penélope Cruz paseándose por la alfombra roja en la entrega de los Oscar? R. Una enorme satisfacción. ¡Ojalá hubiera muchísimos más Banderas y Penélopes! Siento una sana envidia y un poco de nostalgia cuando les veo pero me alegro de que ellos tengan las oportunidades que yo no tuve. P. ¿Sabe que en YouTube es posible rescatar algún vídeo del mítico Aplauso? En uno de ?980 luce un casto vestido rojo para presentar, por primera vez en España, a los rockeros AC/DC… R. Me acuerdo perfectamente. En otros programas no salía tan casta, ¡te lo aseguro! José Luis Uribarri me daba completa libertad de vestuario. P. Silvia, usted no aparenta en absoluto los… R. ¿Los 85 años que tengo? [Risas]. Yo nunca me planteo la edad que tiene la gente; el carné de identidad me trae sin cuidado. P. Si nos fiamos de su DNI, el 8 de marzo cumplió 60. ¿Cómo se siente? R. Pues como siempre; ni me acuerdo. La genética de mi padre tiene mucho que ver con eso… P. ¿Sigue algún tipo de terapia antiaging? R. Si uno no ha cuidado desde joven su cuerpo haciendo una dieta equilibrada, bebiendo mucha agua, haciendo ejercicio con regularidad…, no puede pretender llegar como una rosa a la madurez. Si acaso, se puede mejorar con tironcitos, bótox o rellenos. Yo uso todo esto cuando lo necesito. Y procuro también cuidar mi mente echando con frecuencia vistazos a Carl Jung. Mi libro de cabecera es Memories, Dreams and Reflections. P. ¿Nunca echó de menos tener hijos? R. Nunca tuve una gran vocación maternal, pero con Chuck hubiese tenido hijos porque hubiera sido un magnífico padre. Luego me casé con Dave, un hombre mayor que yo, que tenía cuatro de un matrimonio anterior, y a él no le apetecía volver a cambiar pañales. Además, soy partidaria de la adopción, y en esto siempre se está a tiempo. Si encuentro al padre, claro… P. ¿Comprende a la española que ha sido madre de gemelos a los 67 años? R. Claro que la comprendo. ¡Magnífico! ¡Felicidades! ¡Que sea feliz y que lo disfrute! P. ¿Instinto maternal o egoísmo? Mucha gente se plantea qué será de esos hijos cuando ella muera… R. Seguro que esa mujer, por lo que le ha costado traer esos niños al mundo, se encargará de asegurarles un futuro y una familia que los arrope para cuando ella falte. Lo que ella ha hecho entraría en mis planes con una condición: que tuviera un padre al lado. Por mi educación, no me veo de madre soltera, aunque conozco familias monoparentales que funcionan a la perfección y tienen hijos educadísimos. P. Ahora creo que busca a su príncipe azul en Internet… R. ¡Ay, qué risa! Cuando empecé a escribir este libro, mis amigos me dijeron: «Si hablas de relaciones personales tendrás que hablar de los contactos por Internet, o parecerás un fósil». Para mí era inconcebible, pero empecé a documentarme y me dije: «Tortuosa, tendrás que ponerte al día y aprender…». Me registré en varias webs de contactos personales y ahora tengo amigos en Canberra, Filipinas… P. ¿Y no le ha salido algún novio? R. No, ¡los novios virtuales también me han salido raritos! Si algún día me engancho a esto, lo utilizaré para ampliar horizontes de pareja porque yo necesito a un hombre de mundo, que hable idiomas, en buena forma física y capaz de hacer trekkings por Nepal o concursar en La selva de los famosos, como yo hice. «Mi vida oculta» (edit. Planeta), de silvia Tortosa, sale a la venta el próximo martes. |
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