Charlotte Kramer, la reina del facsímil

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Charlotte Kramer y su marido, Javier Zalve, están al frente de EIKON EDITORES. La empresa, dedicada al arte del facsímil,es la mayor distribuidora mundial. Facturan 18 millones al año. Sus últimos grandes encargos proceden de países islámicos.

El flechazo fue instantáneo. Mientras paseaba por la tienda de la British Library de Londres, Charlotte Kramer (Graz, Austria, 4 de febrero de 1973) reparó en un curioso libro bellamente ilustrado: Los viajes del caballero Jean de Mandeville, un best-seller medieval que circuló con gran éxito en toda Europa entre los siglos XIV y XV. “¡Guau, es precioso!”, pensó mientras hojeaba esta guía turística de la época. Fascinada por la calidad de las miniaturas y la originalidad del texto, averiguó que uno de los manuscritos originales estaba en la Biblioteca Nacional de Francia. Tras comprobar que aún no se había hecho ninguna copia fidedigna de la obra original, viajó a París para gestionar los permisos de reproducción.

“El manuscrito estaba sujeto a un contrato y por eso no podían cederme los derechos. Me decepcioné, pero son gajes del oficio. Por suerte, una amiga mía que había empezado a trabajar allí me llamó al mes siguiente para decirme que todo había sido un malentendido y que tenía vía libre para clonar ese códice”, recuerda Kramer, una de las editoras de facsímiles más reconocidas a nivel internacional.

Los fundadores de Eikon Editores: Javier Zalve con el “Evangeliario de la Coronación de Carlomagno” y su mujer Charlotte Kramer con el “Libro de horas de Bedford”.
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La palabra facsímil (del latín fac simile, “hacer semejante”) es una copia o reproducción casi idéntica de un documento, generalmente antiguo y de gran valor: manuscritos, mapas, dibujos a mano alzada, etcétera. “Tiene que reflejar su aspecto actual y no originario, y eso implica reproducir tanto el tamaño como el contenido con todos sus defectos y marcas del tiempo. No hay que quitar, corregir o añadir nada. Si hay una página rota, una inicial recortada o una anotación a pie de página, se reproduce tal cual”, precisa Charlotte, una mujer culta, apasionada y de modales refinados que habla cinco idiomas.

A sus 45 años, esta licenciada en Historia y máster en Gestión Cultural es propietaria de tres editoriales líderes: la española Eikon Editores (que fundó junto a su marido en 2002) y dos alemanas con más de medio siglo de tradición, Müller & Schindler y Faksimile Verlag, adquiridas en 2002 y 2017, respectivamente. Gracias a este triunvirato, y a que comercializa obras de otras editoras españolas en el extranjero, su empresa es la mayor distribuidora de facsímiles del mundo. “Exportamos el 90 %. Nuestros principales clientes están en Alemania, Italia y España, pero algunos de los encargos proceden de importantes museos de Uzbekistán, Catar y Abu Dabi, gracias al creciente interés de los países islámicos por replicar su herencia cultural”, afirma en su oficina madrileña, con estanterías repletas de beatos, salterios, biblias, libros de horas, bestiarios y demás manuscritos rescatados del pasado.

Ventana al pasado

Gracias a las últimas técnicas de fotografía y fotomecánica, combinadas con las tradicionales prácticas artesanas, es posible reproducir con toda su magnificencia el aura del códice original. “El facsímil es una obra de arte de fabricación propiamente moderna”, expone esta experta, para quien estos códices clonados son una ventana al pasado: “Nos brindan la oportunidad de profundizar en la dimensión espiritual y artística, la vida cotidiana y los conocimientos científicos de hace siglos, facilitando a la vez la comprensión del arte contemporáneo”.

Joyas en láminas

Las señas de identidad de su compañía, que despacha unos 2.400 ejemplares al año y factura unos 18 millones de euros, son la altísima calidad del producto (que implica una vigilancia exhaustiva de todas las fases de producción: desde la fotografía a la encuadernación, pasando por fotomecánica, impresión y serigrafía); la aplicación de oro de 23 quilates y su potente red internacional. En función de su antigüedad, relevancia histórica y riqueza ornamental, el precio oscila entre 1.000 y 35.000 euros, aunque la media está en unos 5.000 euros. La producción, lenta y costosa, es de dos libros al año, con una tirada aproximada de 900 copias. “Solo negociar el permiso de reproducción puede prolongarse varios años, por lo que trabajamos en varios proyectos a la vez”, dice la editora.

Editado por Eikon Editores, Los viajes de Mandeville es un prodigio de color y fantasía iluminado con 74 magníficas miniaturas. En la obra, el narrador se presenta como un caballero inglés, aunque se cree que era un monje benedictino francés llamado Jean Le Long. “Su viaje comenzó como una peregrinación, pero no llegó muy lejos y acabó recopilando la literatura de su tiempo, de modo que en el libro hay una parte real y otra imaginada”, explica Kramer. No obstante, el manuscrito fue utilizado por personas cultas de la época, e incluso Cristóbal Colón lo tuvo como libro de cabecera. Le sirvió para justificar que la Tierra era redonda y con él pudo seducir a los Reyes Católicos para que le financiasen su viaje a las Indias.

Según esta especialista, el contacto directo con los originales (el privilegio de palpar la Historia) y lo que se aprende durante la investigación es lo que más engancha del ars illuminandi: “Cada manuscrito es una aventura; te traslada a otra época, a otro país, a la persona que lo encargó. Desde el punto de vista artístico, no es lo mismo una miniatura carolingia del siglo VIII que una gótica del siglo XIV, donde la imagen es más detallada y realista, y la simbología religiosa da paso a una iconografía más social”.

¿Qué criterio sigue para elegir un manuscrito? “Me fijo en cosas raras y excepcionales, con estética poco convencional”. Una de sus rarezas favoritas es el Libro de muestras de Viena, un primitivo portafolio del siglo XV. “Vi la referencia en el catálogo de una exposición sobre Jan van Eyck en el Museo Thyssen y me fui a Viena para estudiar la obra de cerca. Artísticamente me pareció impresionante. Son 56 dibujos con la calidad de un Durero, realizados en pequeño formato. El autor, un artista desconocido de Bohemia, los enmarcó en 14 tablillas de madera de arce e ideó un estuche de piel repujada para guardarlos. Posiblemente, era la forma más práctica para presentar su colección de pinturas a los mecenas”.

Desde su más tierna infancia, Charlotte y su hermana mayor (química de profesión) estuvieron rodeadas de libros satinados y refulgentes de oro. No en vano su padre, Manfred Kramer, trabajó toda su vida en dos de las editoras de facsímiles con más solera del sector: Adeva y Faksimile Verlag (que el gigante de comunicación alemán Bertelsmann vendió a Charlotte en 2017). “De niña, el primer manuscrito que me fascinó fue el Papiro de Ani, la versión más conocida del Libro de los muertos, un texto funerario del Antiguo Egipto. Me llamaba la atención por los dibujos que explican el juicio de Osiris; era como un cuento. También me entretenía con la Biblia del rey Wenceslao, seis tomos decorados con infinidad de miniaturas”, recuerda.

Años más tarde, el señor Kramer supo que su hija iba en serio cuando un buen día le contó que había clonado el Salterio de Lisle, una refinada obra cortesana del gótico que está entre los máximos exponentes del arte miniado inglés. “¡Eso lo quise hacer yo durante muchos años y nunca lo conseguí!”, le respondió con una mezcla de envidia y orgullo.

A pesar de la influencia paterna, la vocación de Charlotte por replicar la Historia fue más bien tardía. Empezó en el verano de 1999, tras hacer unas prácticas en la editorial de facsímiles madrileña Casariego, ya desaparecida. “Me llamaron para la exposición Mil años de arte miniado y me encargué de coordinarla”. Allí conoció a Javier Zalve, entonces director comercial, con el que se casó y tiene tres hijos. Javier dirige el departamento comercial y de administración. Además, ayuda a su mujer en la búsqueda y producción de manuscritos. En 2002, el matrimonio fundó Eikon Editores y ella adquirió Müller & Schindler. Su catálogo se vería ampliado con la compra en 2017 de Faksimile Verlag, con títulos tan emblemáticos como el Evangeliario de Carlomagno, reconocible a primera vista por su suntuosa portada de oro de 23 quilates con incrustaciones de zafiros.

Coleccionistas

A lo largo de la Historia, los bibliófilos han constituido un club selecto y exclusivo compuesto por emperadores, papas, estadistas y mecenas. Lorenzo de Médici y Matías Corvino (rey de Hungría) se disputaron a los mejores miniaturistas del Renacimiento. Petrarca, el duque de Berry y Felipe II fueron fieles a esta devoción. Ya en nuestra época, Umberto Eco, autor de El nombre de la rosa, era un gran coleccionista de beatos. Y Bill Gates, fundador de Microsoft, es la única persona que posee un manuscrito de Leonardo da Vinci: el Codex Leicester, por el que pagó 25,9 millones de dólares. Al parecer, empresarios como Abelló, Entrecanales o Villar-Mir también cultivan esta “afición de príncipes”.

Pero…, ¿quiénes son hoy los principales coleccionistas de facsímiles? “Hay de todo: notarios, arquitectos, abogados, médicos, profesores… Por lo general, son hombres mayores de 50 años, amantes del arte y de la Historia, que pueden gastar 5.000 euros al año en un objeto con peso intelectual”, dice Zalve. La holgura económica es un factor decisivo, “pero entre nuestros clientes españoles hay un conserje que está pagando un ejemplar de 1.500 euros a plazos y el dueño de un restaurante que compra a escondidas de su mujer. Es su placer prohibido”, bromea. Los propietarios calculan en unos 3.600 sus “clientes A”, es decir, “los más fieles, los que compran toda nuestra producción a lo largo de 15 o 20 años”. Si bien los facsímiles se pueden revalorizar con el tiempo, ellos ponen de relieve que este coleccionismo es, ante todo, una inversión cultural.

Son las dos de la tarde. Javier se ausenta –“tengo que ir a recoger a los niños al cole”– mientras Charlotte nos habla de Historias increíbles, un librito de tapas verdes cuyo original del siglo XVI está en la Biblioteca de Dublín. “Es un compendio de leyendas escrito por un monje benedictino para justificar la virginidad de María”, dice. En 2003 viajó a Dublín para ver el manuscrito sin inventariar que el antiguo director de la biblioteca dejó olvidado en un cajón. “Lo estamos vendiendo muy bien”, asegura con una sonrisa.

Experta en derribar barreras, nunca se da por vencida. El año pasado, mientras ultimaba una Biblia ilustrada cuya portada está bañada en oro, escribió al Vaticano para pedirle al papa Francisco que le escribiera el prólogo. El pontífice no solo accedió, sino que la recibió en Roma. “Parte de los ingresos se destinará a un hospital infantil africano que él eligió”.

Y del Vaticano al Museo del Louvre de Abu Dabi, en cuya tienda empezarán a comercializar una carpeta de 12 láminas, a un precio de 2.000 euros, con obras maestras del arte islámico. Un importante museo de Catar les ha encargado reproducir todo tipo de documentos históricos (mapas, contratos, telegramas) mientras ultiman seis facsímiles para Uzbekistán cuya producción ronda el millón de euros. Todo ello debido al creciente interés de los países islámicos por hacer más accesible su legado cultural. “He empezado a estudiar árabe”, dice la reina europea del facsímil.

Antes de despedirnos, nos comenta que, casi sin darse cuenta, ha ido apostando por manuscritos relacionados con mujeres importantes. Es el caso de Christine de Pizan, de quien editó Epístola Othea (1400). “Entre sus 100 consejos de sabiduría está que los hombres hagan caso a las mujeres, un enfoque escandaloso para la época” (aunque siga vigente seis siglos después, ahora que rebrota un nuevo feminismo). Por fortuna, en plena era digital, aún quedan editores que reviven el ars illuminandi con el afán y la paciencia de un monje medieval.

Más información en www.eikoneditores.comz

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