Por Juan Carlos Rodríguez

Miguel Urquijo, el jardinero paciente

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miguel urquijo

Para el fundador, junto con su mujer Renate Kastner, del estudio de paisajismo Urquijo-Kastner, los jardines son la interpretación de la Naturaleza. Lugares donde uno se sosiega y reconforta.

Nos reciben en su casa, situada en Boadilla del Monte (Madrid), una apuesta radical por el verde, como el resto de sus proyectos

Coger un rastrillo para peinar el suelo o recoger las hojas secas del jardín pueden resultar tareas monótonas y aburridas para el común de los mortales. Sin embargo, para el paisajista y jardinero Miguel Urquijo (Madrid, 20 de enero de 1966) “rastrillar es una de las actividades más gratas del jardín”.

Hombre de acción, cercano y austero, confiesa esta especie de placer oculto mientras paseamos por su jardín de 4.100 metros cuadrados situado en Boadilla del Monte, a 15 kilómetros de Madrid. “Para mí, la jardinería es una forma de ordenar el espacio natural. Y una forma manifiesta de ordenarlo es a través del rastrillado y el recorte de plantas”, explica el fundador del estudio de paisajismo Urquijo-Kastner junto a su mujer y socia en la firma, la alemana Renate Kastner (Múnich, 6 de enero de 1968).

Miguel Urquijo y Renata Kastner, a la entrada del estudio. Él se ocupa de las plantas, la dirección de obra y el contacto con el cliente. Ella realiza los planos y bocetos (en la imagen, el de Rascafría).
Miguel Urquijo y Renata Kastner, a la entrada del estudio.

La pareja se conoció en el año 2000, durante un viaje de mochileros por Nueva Zelanda, y al año siguiente empezaron a trabajar juntos en Madrid. Son los únicos miembros de un equipo con papeles bien definidos. Miguel, que estudió Biología Marina aunque no llegó a ejercer la carrera, lleva la parte representativa del estudio; Renate, paisajista de carrera y con formación más técnica, se encarga de transformar las ideas –que elaboran entre ambos– en planos y bocetos.

 Vista delantera del jardín proyectado en la localidad madrileña de Rascafría. En esta zona de entrada al edificio principal destacan las masas de tejo recortadas y salpicadas de Abedules, con la sierra de Madrid de fondo.
Vista delantera del jardín proyectado en la localidad
madrileña de Rascafría. En esta zona de entrada al edificio
principal destacan las masas de tejo recortadas y salpicadas de Abedules, con la sierra de Madrid de fondo.

Él se ocupa de las plantas, de la dirección de obra en los diferentes proyectos y el contacto con el cliente, mientras que ella se centra más en la parte no vegetal o hard landscape, además de cuidar el huerto familiar. La mayoría de sus trabajos son privados (a excepción del jardín que acaban de diseñar para un hospital público de Valencia) y están realizados en España. “Hace tiempo que no hacemos terrazas ni jardines por debajo de 2.500 m²; nos sentimos más cómodos en entornos rura les, donde la naturaleza está más presen te”, precisan. Su trabajo, minucioso y dedicado, está inspirado en la naturaleza. “Esos modos, formas y patrones de lo natural es lo que intentamos trasladar a los jardines”, afirma Urquijo, quien con f iesa que no concibe abordar un jardín sin la observación previa del entorno local. Su jardín particular, que envuelve una casa de 450 m² y se emplaza en un entor no adehesado, es buen ejemplo de ello.

“Empezamos a plantarlo en 2018; aún no está maduro, porque dar forma a las plantas requiere de tiempo”, advierte este jardinero paciente. A primera vista, sorprende su apuesta radical por el verde. Esa escasez de flores, pese a que la visita se realiza en plena primavera. Las encinas y los pinos conviven con olivillas, aladiernos, madroños, adelfillas, fresnos y arces de Montpellier. Un 80% son arbustos. “Es un jardín que pretende representar su entorno y crecer sin estar forzado. El color, la textura, el olor o el movimiento son atributos obvios del jardín con los que crear interés, pero quizá son algo efímeros. La forma o el volumen, sin embargo, son duraderos y en su expresión hemos concentrado nuestro interés. Queríamos crear a nuestro alrededor un jardín estable y equilibrado, porque las floraciones son muy atractivas pero pasajeras”, comenta nuestro anfitrión.

Muy cerca de Ávila y rodeado de un recio encinar crece este jardín de inspiración mediterránea y carácter castellano, uno de sus proyectos de mayor envergadura. Predomina el azul con lavandas, salvias y budleias que cortejan a olivos y cipreses
Muy cerca de Ávila y rodeado de un recio encinar crece este
jardín de inspiración mediterránea y carácter castellano, uno de sus proyectos de mayor envergadura. Predomina el azul con
lavandas, salvias y budleias que cortejan a olivos y cipreses

¿A qué tiene que ser fiel un jardinero? le preguntamos. “Tiene que haber una idea y ser fiel a ella hasta las últimas consecuencias. Si, por ejemplo, quieres evocar una garriga, un ambiente de prado o un palme ral, es muy tentador meter más plantas o más elementos de los necesarios. Es fácil desviarse del camino trazado. ¿Mi consejo? Todo aquello que aporte al diseño, ponlo; todo lo que detracte, quítalo. Sé muy valiente”.

Al parecer no le gusta la palabra mantenimiento aplicada a la jardinería. Creo más bien en el cuidado “y sobre todo en el entretenimiento. En otros países, como en Inglaterra, la gente está deseando que llegue el fin de semana para enredar con el jardín. No es una obligación. Por el contrario, aquí muchos propietarios compran una casa en una parcela porque en el fondo lo que buscan es tranquilidad. Les gusta tener una piscina, una pradera, árboles…, pero no van más allá. Quieren disfrutar del jardín, pero no de la jardinería”.

En la trasera de la casa, de 450 metros cuadrados, se abrió esta
galería acristalada destinada a plantas de interior. Aquí reciben
luz natural y están protegidas de las inclemencias del tiempo, tanto en invierno como en los meses más calurosos.

Abordemos entonces el tema del auge de la demanda de casas con jardín tras la pandemia. “A nuestra profesión la pandemia le dio un empujón, desde entonces las llamadas se han multiplica do. Los viveros no dan abasto. Supongo que la gente sale más al campo y está más en contacto con la naturaleza. Creo que es una tendencia que va a más. Es cierto que tener un espacio con jardín es algo que desgraciadamente no todo el mundo puede permitirse. Pero, aún habiendo mucha gente que sí se lo puede permitir, a mí lo que me extraña es que esto no sea una afición de masas.

Miguel Urquijo siempre se sintió atraído por la naturaleza. Empezó desde muy joven coleccionando cactus y, tras licen ciarse en Biología, en 1993 diseñó el primer jardín para su hermana. Tres décadas después, con más 200 proyectos realiza dos, reconoce que su profesión es hoy una auténtica vocación.

Reflejo de su creador

En el altar de sus paisajistas favoritos están el británico Rus sell Page y el estadounidense Dan Kiley, ya fallecidos. Entre los contemporáneos cita al español Fernando Caruncho –“un maestro, el número uno”–, al británico Tom Stuart-Smith, al francés Gilles Clément o al alemán Günther Vogt. Y en los últimos años sigue con gran interés al chileno Juan Grimm, al que admira “por su magistral interpretación del entorno”.

Según Caruncho, “el jardín es el espacio que sirve para reeencontrarse con uno mismo”. ¿Está de acuerdo? “Sin duda necesito mi tiempo en el jardín, y la mayor parte lo disfruto de forma activa y no meramente contemplativa. Siempre estoy tratando de ver dónde están sus fortalezas y en qué aspectos flojea. A veces me siento como un médico pasando consulta, con la idea de que al final todo estará bien y yo quedaré plenamente satisfecho. Sé que en el fondo esto es algo ilusorio, pero intuyo que es lo que me ata a él”, concede Urquijo.

Y cuando le pregutamos si el jardín refleja a su creador… “No sé si refleja la personalidad real del paisajista, o la que le gustaría tener” comenta entre risas. “En cuanto a lo de reencontrarse con uno mismo, es cierto que cuando me siento agotado trato de escoger el lugar idóneo para relajarme. Ese momento con templativo o meditativo es la recompensa que recibes a cambio del cuidado que das. En cualquier caso, a mí la sobriedad, la tranquilidad, la ar monía y la elegancia me parecen cualida des importantes”. ¿Y qué entiende Miguel Urquijo por elegancia? “La belleza con profundidad, con sentido, con algo más de poso, la belleza que dura, no la belleza efímera. Lo bonito es belleza efímera, lo elegante es belleza duradera” Su objetivo principal a la hora de diseñar un jardín “no es la riqueza botánica per se” explica. Prefiere “que el conjunto de plantas sume más que cada una de ellas por separado”. 

Como siempre sucede al escuchar el sonido de una orquesta bien afinada. Se siente especialmente identificado con el paisaje de Castilla, y al plantearle reencarnarse en una planta, lo haría en un madroño. “Es la planta que no me importaría ser: segura, fiable, adaptable, con buena madera capaz de reponerse tras un evento dramático como un incendio. Con buena presencia todo el año, pero no llamativa, evitando despertar envidias, pero con talentos, su flor y sus frutos que, aunque discretos, son muy apreciados. Nunca defrauda”. Es justo lo que transmite este apasionado paisajista tan poco dado a las florituras.

Fotos: Juan Aldabaldetrecu

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