Es el segundo de nuestros 10 premiados como Personaje Fuera de Serie 2011, en colaboración con Dom Pérignon. Este arquitecto de interiores ha firmado algunos de los locales más exclusivos del panorama español.
De niño ya apuntaba maneras. Durante el tiempo que pasó en un internado católico, Tomás Alía (Toledo, 1964) se las ingeniaba para cambiar las literas de sitio, creando una estancia diferente. Por extraño que parezca, los curas no ponían el grito en el cielo. Sin ser consciente de ello estaba sentando las bases de su oficio: intervenir en los espacios. «Siempre he tenido obsesión por mover las cosas de lugar», reconoce entre risas uno de los profesionales más influyentes de España, Premio Nacional de Arquitectura de Interiores (2000), mejor interiorista de 2007 según la revista Architectural Digest y distinguido ahora como Personaje Fuera de Serie 2011 en su disciplina.
Técnico superior en Diseño de Interiores por la Escuela de Artes Decorativas de Madrid, su primer trabajo consistió en redecorar unos apartamentos del Hotel Villamagna. Tras acabar la carrera empezaron a encargarle la decoración de locales de ocio, incluido el Larios Café, un novedoso espacio multifuncional inaugurado en 1999 que venía a reinventar «esos locales oscuros con música donde no pasaba nada». Aquel proyecto, galardonado con el Premio Nacional, supuso un hito en su carrera. Poco a poco, su estilo (una arriesgada mezcla de tradición y vanguardia) fue ganando adeptos y, a día de hoy, el Estudio Alía (un equipo multidisciplinar formado por 15 personas, desde arquitectos a diseñadores y paisajistas) no deja de recibir encargos de hoteles, viviendas, restaurantes, discotecas, tiendas de moda, spas… Y hasta del Club Hípico Astur de Gijón, uno de sus últimos proyectos. El toque Alía -mestizo, innovador, cosmopolita- es garantía de éxito.
¿Sus señas de identidad? «Me gusta crear cajas neutras y rotundas para, a partir de ahí, salpicarlas de colores discretos. Y luego mimo muchísimo la iluminación: la luz es el 80% del trabajo; un elemento envolvente que ayuda a texturizar los materiales, a concretar el espacio», explica bajo la luz de una lámpara de cristal de Murano. Estamos en su espectacular casa madrileña de la calle Lope de Vega, construida en el siglo XIX y situada en pleno Barrio de las Letras: 250 m2 distribuidos en estancias concatenadas donde conviven finos muebles franceses de estilo Jansen, sillas imposibles de los hermanos Campana, esculturas móviles de Calder o antiguos bordados marroquíes. Su inmenso vestidor más bien parece una tienda boutique. Esta tarde viste chaqueta azul de Paul Smith, camisa blanca de Anglomanía y un pantalón de Helmut Lang. Suele animar su sobria indumentaria con un atrevido y colorista fular. En su mundillo es una celebrity. Y parece disfrutar con su papel de gurú, ya sea ideando el ‘Recorrido Madrid Contemporáneo’ para la boda de los Príncipes, haciendo el interiorismo de los hoteles Room Mate o diseñando alfombras para The Rug Company.
Alía se inspira en elementos decorativos artesanales como el cordobán (cuero repujado a mano) para integrarlos en sus columnas-lámpara forradas de hojas de metacrilato; un concepto que aplicó con éxito en La reina bruja (Premio Iplus al Mejor Proyecto de Ocio. El galardón destaca cada año las mejores obras de interiorismo y diseño en el territorio nacional), al que precedieron discotecas como Moma 56 y Cool Club.
A la hora de abordar un proyecto, Tomás Alía otorga una importancia vital a la comunicación con el cliente, con quien a veces ejerce de psicólogo: «Me intereso por su mundo particular, su estilo de vida, su entorno… Trato de interpretar su sueño y llevarlo a buen término». Para él, «una casa debe ser el reflejo de la persona que la habita», por eso le parece nefasto que la impronta del interiorista esté por encima de la personalidad del dueño de la casa. «En las viviendas particulares donde intervengo no me gusta que mi huella sea reconocible a primera vista. Yo no soy artista, pero me halaga cuando mi estética particular es percibida como algo artístico».
TODOS LOS BOLSILLOS. Aunque entre sus clientes privados hay coleccionistas de arte, futbolistas o políticos, rechaza el estereotipo que liga su actividad a las clases más elitistas. De ahí su apuesta firme por el «interiorismo democrático». «Entiendo que el diseño, como ciencia que estudia el confort, la ergonomía y el bienestar del ser humano, tiene que estar volcado en la gran mayoría, por eso me encanta el tirón popular de Ikea o Zara Home». Entonces, ¿sus proyectos pueden adaptarse a economías en crisis? «Absolutamente. Soy partidario de utilizar materiales eco, como redes de pesca, botellas de plástico o sobrante de algodón reciclado. Esa conciencia ecológica supone además un ahorro interesante», dice este amante del diseño industrial, que cita entre sus referentes a Tadao Ando, Gio Ponti y Zaha Hadid.
Sus principales fuentes de inspiración son «el arte, la expresividad de la gente» o los viajes que hace a países emergentes como Brasil, India, Turquía o Marruecos. «Me fijo mucho en las nuevas tribus urbanas», señala Alía , uno de los 500 españoles más influyentes, según el ránking anual del diario El Mundo, dentro del top 25 de los creadores de tendencias. Entre sus actuaciones recientes, la Embajada de Argelia, el Lopesan Baobab Resort (un complejo de estilo africano por el que recibió el Iplus 2010), o los hoteles Room Mate de México y Brasil. En su apuesta por la diversificación, también diseña lámparas para Ilumina o cerámica para Vitrogrés. Próximamente sorprenderá con invernaderos de arquitectura sostenible.
Aficionado a los paseos en mountain bike, las exposiciones de arte y las bienales de arquitectura, tiene una casa-taller en Tánger, su refugio de fin de semana. El éxito, según Tomás Alía , es «la capacidad de compartir un sueño». No lo duden: sigue obsesionado con mover las cosas de sitio.