Su padre revolucionó la lencería hace medio siglo. Ahora Núria Sardà está al frente del departamento creativo de la marca Andrés Sardà. El Premio Nacional de Moda 2015 es su último galardón.
Cuando el diseñador catalán Andrés Sardá decidió crear su empresa de moda íntima, allá por 1962, tuvo claro que tendría que ver a muchas mujeres en sujetador. «Tenía que comprobar cómo les sentaban mis prototipos para luego poder solucionar problemas anatómicos, funcionales y estéticos», le contó el rey de la lencería de lujo a este periodista en 2004. A buen seguro muchos hombres sentirían envidia de su arduo trabajo, una rutina que él repetía antes de comercializar una nueva colección.
Perteneciente a una familia de tradición textil, su padre se dedicaba a la confección de mantillas. A finales de los 50, Andrés y sus cinco hermanos fundaron Sardá Hermanos, continuando con la fabricación de esta prenda y de las puntillas Leavers. «Fuimos los primeros en hacerlas de nailon». Hasta que un buen día se toparon con la Iglesia: a comienzos de los 60 el Concilio Vaticano II decretó que las mujeres quedaban eximidas de lucir mantilla en los actos religiosos. Aquella bula papal les obligó a reinventarse. En 1962 crearon Belfintex (centrada en puntillas y cortinas de encaje) y Eurocorset (especializada en lencería). «Con la crisis tuvimos que cambiar de estrategia. Pero como en Suramérica aún nos pedían mantillas por correo, viajé hasta allí para aprovechar el mercado. Aquello fue una auténticagymkana. Acabé recorriendo el continente desde Buenos Aires a Nueva York, donde me hablaron por primera vez de la lycra en un show room de Dupont»; revolucionaria fibra que aportaba elasticidad a encajes y puntillas y que él introdujo por primera vez en España.
Cuando empezó en el negocio, la ropa íntima era fea y ortopédica. «Los encajes eran muy básicos; la fibra elástica natural, de caucho, se ensuciaba con el sudor y se descomponía con el lavado; los cierres de hierro se oxidaban y se desprendían». Convencido de que la lencería podía ser delicada, favorecedora y tentadora, él se empeñó en redecorar el interior de las mujeres. «Mi reto fue que la ropa íntima dejara de ser horrorosa», recordaba este audaz empresario, licenciado en Ingeniería Industrial y padre de siete hijos. Como director de Eurocorset (que integró las marcas Risk, University y Andres Sarda) buscó los tejidos más suaves, las formas más ligeras y los colores más fascinantes. Siempre a la vanguardia, se alió con las últimas tecnologías y los materiales más novedosos para crear sugerentes colecciones. Desde el principio apostó por el lujo y la internacionalización de la marca. En 1965 empezó a vender en galerías francesas como Lafayette y Printemps, y a partir de 1970 empezó a comercializar las colecciones de baño. También fue visionario en dar importancia a la imagen para crear marca, apostando por fotógrafos como David Hamilton.
Reconocida en medio mundo, a comienzos del siglo XXI vendía en unos 45 países. En 2008, coincidiendo con las primeras dentelladas de la crisis, el diseñador barcelonés vendió el 100% de su compañía al grupo belga Van de Velde, también especializado en lencería, por 14,6 millones de euros. La operación daba carpetazo a medio siglo de aventura empresarial. No obstante, él y su hija Núria, que se incorporó a la empresa en 1995, siguen al frente del departamento creativo en la sede que Van de Velde (con 1.372 empleados) mantiene en Barcelona.
Heredera de un rico legado, Núria Sardà (Barcelona, 1 de febrero de 1968) se mantiene fiel a los principios que la han llevado al éxito: frescura, inquietud por lo nuevo y vocación de crear belleza. Aún se le ilumina la cara cuando se le recuerda el reciente Premio Nacional de Moda 2015 que Andrés Sardà obtuvo a la mejor trayectoria. Desafortunadamente, el fundador no pudo acudir a recoger el premio por problemas de salud: en 2012 le diagnosticaron alzheimer, un borrón en su memoria que le impide acordarse del hombre que fue. Su espíritu creativo sigue presente en las sofisticadas prendas que propone cada temporada. Es el caso de la colección Voyage Sauvage que presentó la semana pasada en la Mercedes Benz Fashion Week Madrid. «Es un viaje salvaje al corazón de África que transcurre en medio de la noche», señala la directora creativa, para quien los días previos al desfile son «superestresantes». Porque «a cualquier modelo, por buen cuerpo que tenga, le encajan mejor unas prendas que otras. Conseguir un buen fitting hace que el trabajo luzca al máximo. Aunque lo llevemos muy preparado, siempre hay algún cambio de estilismo que nos hace sufrir en el último momento». Son las 17:30 de la tarde y en el taller solo queda ella. «En los horarios se nota que somos belgas», sonríe. Madre de dos hijos, nunca se vio trabajando en la empresa familiar. «Lo que me gustaba era el campo y ser veterinaria».
PREGUNTA. En 2014 recibieron, por segunda vez, el premio Creador del Año otorgado por el Salon International de la Lingerie de París, reconociendo «el glamour y originalidad de su trabajo». El Premio Nacional de Moda va más allá: avala más de 50 años de trayectoria…
RESPUESTA. Nos ha hecho mucha ilusión, porque también supone un reconocimiento a toda la gente que ha trabajado y colaborado con la firma. Es muy difícil mantenerse arriba en un mundo tan fluctuante como el de la moda y la ropa interior. Desde que yo empecé ha cambiado todo: la distribución, el mercado, la comunicación Mi padre nos enseñó a evolucionar constantemente sin perder nuestra esencia.
P. ¿Antes de sufrir alzheimer llegó a confesarle su frustración por no haber recibido este importante galardón?
R. No, no, no. Él agradecía muchísimo los premios, pero no era algo que le obsesionara. Nunca sintió esa falta de reconocimiento oficial.
P. ¿Cómo vive la familia el deterioro que produce esta enfermedad?
R. No es agradable porque va eliminando poco a poco a la persona. Yo quiero pensar que mi padre sigue siendo el mismo, y por suerte su carácter es muy bueno. Al menos él tiene la suerte de estar bien atendido en casa, pero nos acordamos de todas esas familias que no pueden cuidar bien a sus enfermos por falta de medios. Es una situación muy dura.
P. Es curioso que su padre empezara vendiendo mantillas y acabara convirtiéndose en el rey de la lencería…
R. Sí, de un día para otro el Concilio Vaticano II decretó que las mujeres no estaban obligadas a ir tocadas con mantilla en misa. De repente se les acabó el mercado. A él le recomendaron ir a Suramérica a vender losstocks, porque allí seguían utilizándola, así que a comienzos de los 60 hizo dos viajes de seis meses. Imagine la odisea. Tras liquidar existencias empezó a buscar una nueva utilidad para el encaje, y como en aquella época España estaba cerrada al mercado internacional, pensó en hacer una ropa interior menos ortopédica. De las crisis siempre surgen oportunidades.
P. Andrés Sardà tenía claro que la moda íntima podía ser, además de funcional, cómoda y elegante. ¿Qué otros estereotipos rompió?
R. Muchos. Para mí lo más espectacular es que fue pionero en unir moda, ropa interior e imagen. Cuidó mucho todo el proceso, desde la confección del producto hasta la venta en las mejores tiendas. En 1976 hizo una sesión en París con David Hamilton, el fotógrafo más revolucionario del momento, algo impensable para la España de entonces. Tenía claro que la moda había que comunicarla. Y que el éxito comercial pasaba por salir fuera.
P. En 2004 le pregunté qué tipo de mujer decoraba su interior con Andres Sarda y me contestó: «No me atrevo a decir que las más hermosas, pero sí las más delicadas».
R. Estoy de acuerdo. Afortunadamente, no hay un solo tipo de mujer; cada cual tiene una edad, un estilo y un estatus social diferente. Nuestras clientas tienen sensibilidad por la belleza y el detalle, saben apreciar la calidad, les gusta cuidarse a sí mismas y, por tanto, quieren sentirse bien por dentro.
P. Sus prendas, con precios entre 100 y 300 euros, no son baratas. ¿Se dirigen a una clienta elitista?
R. Se puede tener todo el dinero del mundo y carecer de sensibilidad. En cambio hay mujeres que compran lencería de alta calidad teniendo un poder adquisitivo ajustado. Cada cual tiene sus debilidades, y la de algunas es la ropa interior.
P. ¿Qué tiene Andres Sarda que no tenga Victoria Secret?
R. Somos muy diferentes, aunque ambas marcas nos dedicamos a hacer soñar a las mujeres. Nos identificamos más con firmas como La Perla o Eres.
P. Núria, ¿usted es el prototipo de clienta de Andres Sarda o en casa del herrero cuchillo de palo?
R. [Risas] Yo creo que sí. Desde pequeña he estado respirando este mundo. Tendría que estar ciega para no apreciar lo que hay en casa. En mi familia siempre hemos estado vinculados al encaje Leavers y lo consideramos una obra de arte. Ir bien vestida por dentro te hace sentir mejor por fuera: nadie lo ve, pero tú sientes ese subidón de autoestima. Es como perfumarse, hacerse una manicura o ir a la peluquería.
P. ¿Qué pensaba su padre sobre el cruzado mágico, el wonderbrá y demás revoluciones del sector?
R. A él le costó mucho entender que las mujeres quisiesen subirse el pecho. Le gustaba más un pecho natural que se pudiese recoger o potenciar, pero sin ese efecto push up. No obstante, el mercado lo pedía y hubo que introducir uno en nuestra gama. En un momento dado una mujer puede querer un sujetador que le haga más pecho, y desde la aparición delwonderbrá eso ha quedado como un básico.
P. ¿Usted ha llegado a usar este tipo de artefactos?
R. El wonderbrá no, pero un sujetador push up sí, porque no tengo mucho pecho. En un momento dado esta prenda puede realzar un vestido o un escote.
P. Se habla mucho de los estilismos de la reina Letizia, pero su decoración interior sigue siendo un misterio…
R. Como cualquier mujer, la Reina necesitará tener un ajuar variado en función de sus necesidades. Desde lo más básico, un sujetador sin tirantes, un invisible sin relleno, a lo más sofisticado. Es importante tener algún conjunto de fantasía, como un top o un body de encaje, que ayuden a vestir.
P. ¿Qué le aconsejaría para seducir al Rey?
R. [Risas] Un encaje Leavers de Calais en color negro, porque es como un tatuaje sobre la piel. Para mí no hay nada más bello.
P. En 1998 se puso al frente del departamento de Diseño tras varios de training en Alemania y Francia en los que se curtió en el área comercial. ¿Qué le aportó esa experiencia internacional?
R. Me dio una visión muy realista del mercado, de quiénes eran nuestros clientes y nuestros competidores. Además, entré en contacto con el mundo de los tejidos y de los proveedores.
P. De 1998 a 2008 trabajó como creativa junto a su padre. ¿Se sintió abrumada por su fuerte personalidad?
R. Tiene mucho carácter y es muy perfeccionista, pero también es muy cariñoso. Los cuatro hermanos que seguimos trabajando en la empresa nunca hemos tenido problemas de entendimiento con él. Supervisaba todo, porque para eso era el jefe, pero nos dejaba hacer. Ya me gustaría a mí tener su fuerza, su carácter y su visión. Él ha sido mi mayor maestro.
P. ¿Qué cambios ha experimentado el negocio de la lencería desde que usted empezó, hace más de 20 años?
R. Ha habido un cambio de mentalidad. Cuando yo entré, la ropa interior como moda era algo minoritario. Casi nadie contaba qué ropa interior se ponía para coordinarla con la exterior. Ahora es lo más normal del mundo, porque hay 24.000 tipos de braguitas, sujetadores, tops, encajes , y la lencería forma ya parte del vestuario. Por otra parte, los grandes almacenes han irrumpido en el mercado con marcas de lencería propias, se ha afianzado la venta online, la comunicación ya no se concibe sin las redes sociales Ahora, que Lady Gaga se ponga una de nuestras prendas y lo cuelgue en Instagram tiene una repercusión imposible de imaginar. [La cantante neoyorquina subió fotos con un mono de rejilla blanca firmado por Andres Sarda que cosecharon más de 250.000 likes].
P. ¿Y Lady Gaga les ayudó a vender ese modelo de rejilla?
R. En este caso no, porque no era un producto de venta sino de desfile, de la colección First Class de 2014. Pero tuvimos mucha notoriedad en redes sociales y aumentó la demanda de otros artículos.
P. «No soy ni el Pertegaz ni el Armani de la moda íntima. Solo intento hacer sujetadores y bragas de alta costura», me comentó su padre. ¿Usted se identifica con algún modisto de prestigio?
R. Más bien admiro a gente que a lo largo de la Historia ha hecho maravillas. Hace poco fui a ver la exposición de Alexander McQueen en The Victoria and Albert Museum de Londres y me pareció realmente espectacular. En otro estilo mucho más americano, Tom Ford también es un genio. Y qué decir de Thierry Mugler o de Azzedine Alaïa…
P. ¿Han notado el descenso de ventas por la crisis?
R. En 2008 vendimos el 100% de la sociedad al grupo Van de Velde (facturó 198,4 millones de euros en 2014), lo que nos evitó problemas financieros en los peores años de la recesión. A su vez, ellos hicieron una reestructuración de marcas, con lo que Andres Sarda redujo en un tercio su colección. Lógicamente, esta reducción de la oferta se tradujo en un descenso de ventas. El sector del lujo ha aguantado algo mejor la crisis, pero hemos pasado tres años duros.
P. ¿Diseñaría usted sujetadores con los colores de la señera catalana?
R. Creo que me costaría, porque no somos mucho de mezclar colores [risas]. Pero en el mundo del diseño no te puedes cerrar a nada.
P. ¿Qué consecuencias tendría para el empresariado catalán y para su firma en particular una hipotética independencia de Cataluña?
R. Uff… [Titubea]. La verdad es que no me he planteado esa opción, y eso que ahora pertenecemos a un grupo belga y hacia 2010 Bélgica estuvo más de un año sin gobierno… En general, la política me tiene bastante decepcionada. Y veo que hay demasiado ruido para pocas nueces.
Evolución del sujetador
El uso del sujetador a lo largo de la Historia ha venido marcado por el pudor, la seducción, la comodidad o la distinción. Hacia el 1700 a.C. las mujeres de Creta fueron las primeras en utilizar una pieza con el fin de sujetar el pecho. El primer sostén moderno fue patentado por Mary Phelps Jacob en 1914 en Nueva York.
En los años 70 llegó la no-bra revolution de mano de las feministas de Estados Unidos. A esta tendencia, Andrés Sardá respondió con el modelo Saturno, el primero realizado en color ambré. Casi invisible, no se transparentaba y daba al pecho una forma natural. En los 80 las colecciones se vuelven más sofisticadas: aparece el encaje elástico y la fantasía en tejidos y formas.
En los años 90 el sujetador empieza a formar parte del look exterior de la mujer, exhibiéndose sin pudor. Con la entrada del nuevo siglo, la barrera entre moda íntima y exterior se desdibuja. Algunos modelos se convierten en auténticas joyas con la incorporación de gemas, cuentas de cristal, diamantes o visón.
Más información. www.andressarda.com