Carlos Castillo, maestro de estilo

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Carlos Castillo, 44 años, posa en su establecimiento madrileño de Man 1924.

Este madrileño, propietario de la sastrería Man 1924, es un referente de la moda masculina. Obsesionado por el patronaje y los tejidos, su objetivo es lograr la «difícil sencillez».

Para Scott Schuman, autor del influyente blog The Sartorialist -que con más de 350.000 visitas diarias está considerado ‘la Biblia de la moda’- la elegancia masculina tiene nombre español. Se llama Carlos Castillo y es el propietario de Man 1924, una firma textil de hombre con tiendas en Madrid y Bilbao y que proclama la «difícil sencillez» en el vestir.

Después de coincidir con el empresario en varias ferias de moda internacionales y de retratarle con su inseparable cámara, Schuman visitó su establecimiento madrileño el pasado noviembre. Desde entonces es un devoto más de esta firma. De sus trajes, americanas y parkas. De sus patrones, texturas y combinación de colores. En definitiva, del buen hacer transmitido a lo largo de cuatro generaciones. «Lo que me gusta de Man 1924 es la perfecta ejecución del casual chic. Carlos tiene un ojo increíble, y su tienda, una de mis favoritas en todo el mundo, refleja claramente su estilo personal. Además, los precios son muy buenos, dada la calidad del diseño y los materiales», escribió en su famosa bitácora, ilustrada con varios maniquíes y la foto del dueño como improvisado modelo (www.thesartorialist.com).

PREGUNTA. ¿Cómo conquistó a un tipo tan exigente como Schuman?
RESPUESTA. Creo que lo que más le gustó fue la naturalidad con la que llevo las cosas. Él advierte enseguida quién lleva la ropa con honestidad, porque le sale de dentro, y quién lo hace porque está de moda.

Poco amigo del autobombo, Carlos Castillo (Madrid, 15 de agosto de 1967) no otorga demasiada importancia al hecho de haber aparecido varias veces en The Sartorialist como referente de estilo. Al fin y al cabo, antes de que Schuman le descubriera, él ya llevaba más de 20 años en el oficio y tenía un prestigio dentro de la industria textil. De casta le viene al galgo… Man es el acrónimo de Manufacturas Ambrosio Navares, la empresa que su abuelo fundó en 1924 y que ha pervivido hasta hoy sin perder sus principales señas de identidad: autenticidad y naturalidad.

Podría decirse que la marca aúna el aire de un traje de Collado, el punto de un buen jersey escocés, la camisería de Turnbull & Asser y la antigua corbatería de Drake’s. Todo ello bajo la visión innovadora de este profesional «exigente, perfeccionista y extremadamente crítico consigo mismo» (así se define) que, con 18 años, abrió su primera tienda en Bilbao y a día de hoy conserva un entusiasmo casi juvenil por mejorar su negocio. «En 1989, mi abuelo me cedió la marca Man. Así que llevo media vida, 23 años exactamente, realizando mi sueño», confiesa.

Camisa con cuello Mao y rayas grises y blancas con efecto lavado y es 100% algodón. Cuesta 135 € y la han bautizado como ‘la camisa del pintor’. (tallas de la 38 a la 43).

Nos recibe de buen humor en su tienda madrileña de Claudio Coello, 17, en pleno barrio de Salamanca. Vestido con un traje azul marino, no muy oscuro («azul Bilbao», precisa), una camisa de fil à fil azul con cuello inglés, una corbata negra con estribos pequeños rojos y unos botines de ante marrón de suela de crepé. Durante la sesión de fotos luce los distintos cambios de ropa con más soltura (o más alma) que un modelo de pasarela. Su fotogenia salta a la vista. Le acompaña su hermana Olga, de 43 años, «un pilar fundamental del negocio». Mientras él es la parte creativa (diseña las colecciones y decide los tejidos, composiciones y patronajes), ella es la parte racional que disfruta cuadrando balances. Forman un tándem perfecto. «Además de encargarse de la gestión diaria de las tiendas y del seguimiento de la fabricación, Olga me ayuda a perfilar mis ideas, a veces un tanto atrevidas».

DISEÑADOR. Acostumbrado a llevar blazer y corbata desde el colegio, a Carlos siempre le han obsesionado el patronaje y la calidad de los tejidos. «Empecé a crear mis propias prendas porque no las encontraba en otras colecciones», afirma el director de Man 1924, que más que una marca es un estilo de vida a través del cual él intenta transmitir su exquisito sentido de la «difícil sencillez». «Este concepto me parece fundamental; no sólo en el vestir, sino en todos los aspectos de la vida. Yo siempre me fijo en el comportamiento de personas que no son de mi agrado para no tropezar en lo mismo».

Esa «difícil sencillez» brilla por su ausencia «cuando alguien quiere ir de lo que no es o -si hablamos de moda- cuando la ropa le puede», explica este hombre alérgico a la impostura. Tiene claro que el hombre Man es la misma persona en todas las facetas de la vida: «Yo mismo tengo un estilo propio que adapto a cada escenario. Puedo ir de esmoquin a una fiesta o navegar en bermudas, pero siempre soy la misma persona y me comporto igual. Quizá sea deformación profesional, pero me agrede el mal gusto, aunque respeto los distintos estilos dentro del vestir. Mi abuelo siempre dice que a un hombre elegante se le distingue incluso en calzoncillos».

P. ¿Qué busca el cliente que acude a sus tiendas?
R. Hay quien busca ir muy elegante y quien prefiere un look más desenfadado, pero creo que todos eligen Man 1924 porque saben que aquí encuentran prendas únicas que les dan un toque de distinción.

Conseguirlo es una premisa que Carlos Castillo aprendió de su abuelo, de 98 años, «la persona más apasionada que he conocido a lo largo de mi experiencia en el sector textil», dice con orgullo su nieto, que toca las telas y se obsesiona por la anatomía de cada prenda como él lo hacía. «No hay día que vaya a verle y no hablemos de patrones, tejidos, de cómo van los negocios… Él me ha ayudado muchísimo en la parte profesional, lo que, unido a mi inquietud y creatividad, le ha dado a la marca el prestigio que hoy en día tiene».

Vayamos a la génesis de la empresa. De familia acomodada, el joven Ambrosio Navares comenzó a trabajar a los 14 años en uno de los negocios de su padre, Denis (Dionisio en francés), una tienda de Burgos donde, además de ropa de hombre, se vendían vajillas y cuberterías de importación, ropa de cama, sombreros y otros artículos exclusivos procedentes del extranjero. Su pasión por el negocio textil era tan clara que sus padres no pudieron convencerle para que estudiara una carrera.

Los fulares, prenda que diseña el propio Carlos Castillo desde hace 12 años, es uno de los iconos de la tienda. Ahora, cuenta con una marca 'ad hoc', Lovat & Green.Los fulares, prenda que diseña el propio Carlos Castillo desde hace 12 años, es uno de los iconos de la tienda. Ahora, cuenta con una marca ‘ad hoc’, Lovat & Green.

Para disuadirle, durante un viaje a París, le dejaron solo en el hotel con algo de dinero para ver si era capaz de salir adelante. Y lo logró. Se las arregló limpiando cristales y ayudando como dependiente en tiendas, antes de regresar a Burgos para seguir formándose en el negocio de su padre. Años después emprendió su carrera profesional en solitario y se trasladó a Madrid, donde montó dos tiendas Denis: una pañería y una camisería, en los números 8 y 12 de la calle Peligros. Sus trajes, chaquetas y abrigos vistieron a las personas más influyentes de la época. Para cubrir la demanda, montó junto a las tiendas su propia fábrica, Man (Manufacturas Ambrosio Navares), que llegó a tener 60 operarios. Además de autoabastecerse, su pujante empresa empezó a servir a las mejores sastrerías de España. Su carácter emprendedor le llevó a montar Denis en Bilbao (1967) y una segunda boutique en Madrid, dirigidas respectivamente por su hijo Mariano y su yerno Carlos Castillo (padre de nuestro protagonista), quienes contribuyeron a expandir el negocio familiar.

P. ¿Qué recuerdos tiene de la antigua fábrica de su abuelo?
R. Me fascinaba. De niño iba siempre que podía, incluso en vacaciones. Está claro que lo llevaba en la sangre. Recuerdo cómo se mojaban los tejidos con unos paños húmedos antes de ser confeccionados para evitar que encogieran; cómo los cortadores y patronistas marcaban las prendas; cómo al final del proceso mi abuelo se probaba cada una de las chaquetas sin importarle la talla, ordenando desmontar y repetir la que tuviera algún fallo… Eso sí que era hacer bien las cosas. Hoy no habría dinero para pagar este trabajo, por eso siempre he tenido en la cabeza organizar una exposición con las prendas que él confeccionó, como aquellos abrigos de paño de cashmere con los bolsillos en gamuza roja y forros de rayón dorado. Son auténticas joyas.

La pasión creativa es el nexo común entre abuelo y nieto. «Él me contaba cómo hizo las primeras corbatas de jacquard con mineral de zinc, que le quedaban como si no estuvieran acabadas, con un aspecto mate. ¡Era increíble, no he conocido a nadie como él!», recuerda Carlos, cuyas corbatas y fulares destacan por sus originales diseños y colores.

En su opinión, tan importante es tener prendas originales y bien hechas como que la imagen de su negocio sea coherente con su filosofía de vida: «Me preocupo de cada detalle: la atención al cliente, el cuidado de las tiendas, la estrategia de negocio, la relación con mis empleados y proveedores… En definitiva, procuro que mi marca transmita todo aquello en lo que creo», expone este amante de la vida slow, padre de una hija de 7 años, Carlota, a la que transmite cada día esta pasión y filosofía de vida. Declarado sibarita, le encanta comer en buenos restaurantes (desde el Monterrey de Bilbao al Come Prima de Madrid pasando por La Cantina Antinori de Florencia); alojarse en hoteles frente al mar, como el Albatros de Cascais (Portugal), y practicar todo tipo de deportes -vela, esquí, golf, bicicleta, surf- en contacto directo con la naturaleza.

Al término de la entrevista (toda una lección de estilo), llega un pedido con los nuevos modelos de la temporada de verano. Castillo explica sus apuestas: «Proponemos americanas de cuadros, pata de gallo y Príncipe de Gales en algodón e hilo. Las camisas, principalmente azules, con rayas horizontales y cuellos blancos; y las corbatas, sobre todo de rayas, tanto diagonales como horizontales. En el sport hay bastantes novedades. Nos decantamos por las camisas de tipo pintor (sin cuello), los polos tradicionales de Lacoste… y una enorme colección de camisetas, pantalones y bermudas de colores veraniegos».

P. Como escuela de aprendices, Man 1924 es una referencia para marcas emergentes de moda masculina como Lander Urquijo, Anglomanía o Scalpers. ¿Le molesta que sigan su estela?
R. En absoluto. Creo que es buena señal y querrá decir que no lo estamos haciendo tan mal. Es bueno que los clientes tengan opción de elegir. Lo importante es no quedarse ahí, sino evolucionar. Cada negocio transmite el alma de su dueño. En esta vida hay que ser y no sólo parecer.

A buen seguro, The Sartorialist firmaría las palabras del maestro…

Más info: C/Ercilla, 21. Bilbao; C/Claudio Coello, 17. Madrid. www.man1924.com

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