Tapas con champán

Compartir

Moët & Chandon presenta el Grand Vintage 2002 en una original degustación gourmet en la que participaron aristócratas y empresarios. Allí quedó claro que las burbujas maridan perfectamente con queso, jamón, arroz y gambas.

2002 fue un año excelente para la mítica bodega Moët & Chandon. Un cúmulo de circunstancias climatológicas favorables hizo posible que la uva se recolectase con dos semanas de retraso. De este modo, cada cru (viñedo de prestigio) pudo vendimiar el fruto en óptimo estado de madurez. Así nació el Grand Vintage 2002, que ha dormido siete años en la cava -la norma para este tipo de espumosos está en cinco años- y su versión rosé. Hablamos del vino más refinado de la marca francesa, considerado la quintaesencia de su colección vintage. «La calidad de las uvas fue increíblemente uniforme en todas las variedades y regiones. Todo ello sentó las bases para un vino de excepcional armonía», explica Marc Brévot, enólogo de la maison. Es esta armonía lo que convierte al Grand Vintage 2002 (compuesto por un 51% de Chardonnay, 26% de Pinot Noir y 23% de Pinot Meunier) en un champán ideal para combinar con una amplia gama de sabores y aromas.

Su versatilidad para el maridaje quedó patente en un exclusivo gourming (degustación gourmet) organizado por Moët en Madrid, y a la que asistió un selecto grupo de invitados: desde Jaime de Marichalar a Xandra Falcó o Carla Royo-Vilanova. Todos ellos amantes de la buena mesa y encantados de colgarse el mandil, acudieron a la llamada del periodista y amigo común Carlos García Calvo, Chévalier de l’Ordre des Coteaux de Champagne desde hace siete años.

JAMÓN, GAMBAS, QUESO… La original experiencia contó con el enólogo francés y la chef alicantina María José San Román como maestros de ceremonias. Él explicó las notas de cata, ella dispuso los manjares en la mesa… y los invitados compusieron sus propios platos dejándose guiar por su imaginación y creatividad. Sobre la barra, predominio de productos españoles (jamón ibérico, arroz a banda, gamba roja, queso de oveja, ceviches, pescados marinados), aceite arbequina de Yecla y un sinfín de especias. «Con un champán ligero, no se trata de ocultar sabores, sino de potenciarlos», aleccionó la chef del restaurante Monastrell, que tras comprobar que todo el mundo había preparado su plato, invitó a sentarse a la mesa: «Á la table!».

Todos siguieron la consigna de Juan Palomo… Así, un entregado Michi Primo de Rivera, especialista en organización de eventos, preparó un plato de pasta con presa de ibérico, picó cebollas y añadió albahaca. «Se me ha olvidado la sal, pero no importa», comentó sin perder de vista su Gran Reserva 2002, con notas de cereal, crema de almendras y malta. Carla Royo- Villanova, creadora de la línea cosmética Bulgaria Roses Beauty, añadió pétalos de rosa a su plato de penne y lo combinó con el vintage rosé, que sabe a cereza, ciruela e higo fresco. Por su parte, el restaurador Benjamín Calles (Pan de lujo y Nodo) maridó con buen tino su receta de pasta, jamón y tomate seco.

Menos afortunada fue la improvisación de Teresa de la Cierva, vicepresidenta de la Academia Madrileña de Gastronomía, que confesó estar más acostumbrada a comer bien que a cocinar: «Las pastas y arroces combinan a la perfección, ¡pero a mi ceviche de boquerón no le iba ningún champán!», se lamentó. Eso sí, como a todos, le encantó la idea de que no le impusieran un maridaje concreto. «Quizá copie el concepto para montarlo en mi casa». Con el Gran Vintage 2002 y buena compañía, el éxito está asegurado…

Más info: www.moet.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *