Retrato de Gregorio Marañón

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Gregorio Marañón posa en la biblioteca de su casa, frente a un cuadro de un seguidor de Giovanni Paolo Pannini (siglo XVIII).

Presidente del Teatro Real, abogado, empresario y nieto del ilustre doctor, Gregorio Marañón Bertrán de Lis es un referente cultural de nuestro tiempo. Hombre de acción y consenso, siempre ha tenido el coraje de movilizar sus recursos por el bien común.

Cuando a Gregorio Marañón Bertrán de Lis (Madrid, 25 de octubre de 1942) se le pregunta qué ópera le ha emocionado más a lo largo de su vida, responde sin dudar: “La Traviata que se representó en el Teatro Real el 1 de julio de 2020”. Aquel día, al presidente del coliseo madrileño se le escapó una furtiva lágrima. Y no era para menos: tras cuatro meses cerrado por el confinamiento, el Real volvía a subir el telón para representar la famosa ópera de Verdi, con Nicola Luisotti como director de orquesta. No hubo abrazos en el escenario debido a las restricciones sanitarias, pero la cultura con mayúsculas recobraba el pulso de nuevo. Todo un ejemplo de resiliencia.

Además de presidir la tercera institución cultural más valorada de España (después del Museo del Prado y el Reina Sofía), este abogado, empresario y académico preside la Fundación Ortega-Marañón y es presidente de honor de la Real Fundación de Toledo. “Para mí la cultura lo es todo, o debería serlo. La cultura entendida como humanismo; como esa reflexión crítica que nos permite mejorar nuestra sociedad”, afirma el nieto de Gregorio Marañón y Posadillo, el ilustre médico, escritor y humanista que fue su principal maestro de vida. A pesar de su positiva influencia, nunca procuró cobijarse en su sombra.

Hombre de acción y consenso, perteneciente a la generación de la Transición y protagonista activo de este periodo de la historia de España que condujo a la actual democracia, su biografía ha transitado por diferentes ámbitos: además de la cultura, el derecho, la banca, la empresa, la política y la comunicación. A sus 79 años preside los consejos de administración de la compañía cotizada Logista, las sociedades Universal Music Spain y Air City Madrid Sur (Aeropuerto Sur de Madrid) y es miembro de los consejos de administración de Patrimonio Nacional y del periódico digital El Español, de modo que en su agenda telefónica figuran desde los reyes de España hasta el periodista Pedro J. Ramírez, pasando por la cantante Rosalía.

No en vano, “Rosalía conoció el Teatro Real de mi mano, y ella sabe que puede cantar en nuestro escenario, como tantos otros artistas de música moderna”.

Una vez le preguntaron si manejaba bajo cuerda los hilos del poder, teniendo en cuenta que es uno de los hombres más influyentes de España. “Por supuesto que no. Ni me gusta el protagonismo ni me escondo”, dijo, y matizó: “Hay que distinguir poder e influencia. El ejercicio del primero no me ha interesado nunca. La influencia sí, en la medida en que ayuda a desarrollar los proyectos en los que creo”.

En el pasado le tentaron con la política (el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero le ofreció la cartera de Cultura), pero él nunca llegó a aceptar: “Siempre he pensado que desde la sociedad civil mi dedicación sería socialmente más eficaz”, dice el II marqués de Marañón, cuya trayectoria ha sido objeto de numerosas distinciones y condecoraciones: desde 2004 es académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Gobierno español ha reconocido su labor cultural otorgándole la Gran Cruz de Alfonso X (2002) y la Medalla de Oro a las Bellas Artes (2015).

En su libro autobiográfico Memorias de luz y niebla, que terminó en su casa de Madrid durante los momentos más álgidos de la COVID-19, recuerda una entrevista que le hicieron en el diario Pueblo a los 19 años, en la que le preguntaron cómo se veía en el futuro. “Quiero formar parte de una generación que deje huella firme a su paso e influir en ella. Triunfar en un trabajo que me guste, aunque sea difícil y requiera mucho esfuerzo. Tener un lugar en el campo o junto al mar para ir a descansar trabajando. Disponer de mis horas y no tener tiempo ocioso. Vivir un gran amor y contar con buenos amigos. Que los ideales de ahora sean siempre los mismos. Y que todo este sueño se cumpla, desde el principio, pronto, lo antes posible”, respondió con una solemnidad impropia en los jóvenes de su edad.

Con el transcurrir de los años, afirma que ese proyecto de vida se ha mantenido en lo esencial. Hace tiempo decidió adoptar como lema vital el famoso aforismo de Juan Ramón Jiménez: “Que las alas arraiguen y las raíces vuelen”. “Cuando lo leí me pareció tan certero como luminoso y tan realista como poético. Hoy me lo sigue pareciendo”, comenta este ciudadano siempre abierto a tender puentes; un “demócrata europeísta, políticamente liberal y socialmente progresista”, según se define a sí mismo.

¿Cómo contempla desde esa posición el constante enfrentamiento en la política española? “La carencia de diálogo y de pactos constituye una grave enfermedad política”, sostiene quien en 2018 ganó el prestigioso premio de periodismo Mariano de Cavia por el artículo La desmemoria que no cesa, sobre la Memoria Histórica y la necesidad de recuperar el consenso de la Transición.

Curiosamente, aquel artículo fue publicado en El País tras ser destituido como consejero de Prisa, grupo editor del periódico al que estuvo vinculado desde sus orígenes, hace más de 45 años. “Aquello fue, ciertamente, doloroso. Quienes nos echaron a los siete consejeros independientes pagaron muy caro lo que hicieron con su propio cese”, lamenta. No obstante, asegura que hoy mantiene “una excelente relación con los nuevos administradores y con los profesionales de Prisa”.

Para el actual consejero de El Español, “el principal reto que afronta el periodismo actual es el de cómo cumplir con el deber de contrastar las noticias publicadas con la inmediatez del proceso digital”.

¿El rasgo principal de su carácter? “La voluntad”.
¿Su principal defecto? “La impaciencia”.
¿La virtud que más aprecia en una persona? “La bondad”.
¿Su ideal de felicidad? “Como a Hannah Arendt, a mí solamente me pudo realizar el amor”.

Padre de cinco hijos, fruto de dos matrimonios anteriores, en julio de 2000 se casó con Pilar Solís-Beaumont y Martínez-Campos, hija de los marqueses de Motilla, a quien se refiere como “el amor de mi vida”. Tras 22 años juntos, la pareja ha conseguido “hacer de la costumbre una aventura”.

“Nuestro presente lo vivimos con el mismo sentimiento de plenitud”, afirma Marañón Bertrán de Lis, que en 1977 adquirió a su familia el Cigarral de Menores de Toledo, su paraíso de infancia.

Los marqueses de Marañón viven gran parte del año en este refugio toledano construido en el siglo XVII, lo cuidan con esmero y han asegurado su futuro mantenimiento mediante una fundación.

Por el cigarral, que en 2007 fue declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento, han pasado reyes, políticos, empresarios, artistas y, sobre todo, amigos.

Amigos de siempre y amigos más recientes. Gregorio Marañón otorga una importancia capital a la amistad, que considera una forma de amor: “Mis amigos constituyen una compañía necesaria en mi viaje a Ítaca”, declara.

A sus casi 80 años, desde la plenitud de lo que ha vivido, este hombre creyente contempla la ópera de su vida desde la primera fila.

“Ahora me dispongo a colmar lo futuro”, dice aferrándose al verso de Walt Whitman.

Foto: Álvaro Felgueroso

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