Pedro Almodóvar

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“Si yo tuviera un hijo de 13 años no le llevaría a ver mi película”

“La mala educación” se va a convertir en una de las películas más polémicas de Pedro Almodóvar. En ella, se cuenta la historia de dos niños que se enamoran en la infancia y se reencuentran años más tarde, en plena movida madrileña de los años 80. Uno de ellos fue acosado sexualmente por un cura y se hace travesti. El otro es un cineasta que se adentra en su propio pasado. En el filme hay fuertes escenas de sexo homosexual y una feroz crítica a la educación católica represiva, que el propio director confiesa haber padecido en un colegio de curas, en los años 60. Los actores Gael García Bernal, Fele Martínez, Javier Cámara, Fran Boira y Alberto Ferreiro se reúnen con él y con Magazine en vísperas del estreno. “No es una película de homosexuales, trasciende esas etiquetas”, asegura su creador.

Su creación. Almodóvar da instrucciones a Gael García Bernal, actor protagonista.

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ FOTOGRAFÍA DE CHEMA CONESA
“Me siento como la madre de Jesulín”, dice Pedro Almodóvar retocándose frente al espejo su leonina cabellera, recién esculpida y homogéneamente teñida de canas. Su frívolo comentario provoca la inmediata carcajada de Javier Cámara, Fele Martínez, Francisco Boira y Alberto Ferreiro, la cuadrilla de actores que hoy acompaña al oscarizado director para hablar de La mala educación. Centrada en los abusos sexuales dentro de la Iglesia católica, su decimoquinta película inaugurará el próximo Festival de Cannes, un hito en el cine español.

El sumo sacerdote ha llegado con algo de retraso a la cita, y al abrir la puerta del pequeño cuarto de maquillaje y encontrarse a tanto hombre junto apelotonado en torno a la estufa, incluidos estilista y periodista, no puede contenerse: “Huy, esto es un cuarto oscuro…”. Pero no ha pillado a sus cuatro monaguillos haciendo manitas a hurtadillas, sino felicitándose efusivamente por sus respectivas interpretaciones. Los muy maleducadosapenas se habían visto desde que terminó el rodaje (Boira y Ferreiro, que no coinciden en ninguna escena, se acaban de conocer con motivo de esta entrevista), y tras ver por primera vez su película, aún siguen emocionados, alucinados, conmocionados por lo que El genio ha sido capaz de sacar de ellos.

La mala educación (LME) es difícil de contar. Incluso para Almodóvar, que se ha dejado el alma en su película “más íntima”, aunque no sea exactamente autobiográfica. “Tenía que quitármela de encima antes de que se convirtiera en una obsesión”, asegura. Bloqueado por la compleja estructura del guión (compuesto por múltiples tramas que se esconden unas dentro de otras como muñecas rusas), fue aplazando durante 10 años la historia de Ignacio y Enrique, dos niños que se enamoran en un colegio de curas a principios de los 60. En este internado conocen el amor, el cine y el miedo. Ignacio es acosado por el padre Manolo; años después, convertido en el transexual Zahara, no olvidará “los botones de su sotana clavándose en la columna vertebral”.

La historia arranca en 1980, en plena movida madrileña: la represión ha dado paso a una explosión de libertad. Enrique es un joven director de cine y recibe la extraña visita de un actor que se presenta como Ignacio, aunque su nombre artístico es Ángel Andrade. Éste le entrega un relato inspirado en la infancia de ambos, con intención de que Enrique lo convierta en película. Pero las similitudes y diferencias con su amor de infancia desconciertan al joven cineasta, quien, con curiosidad suicida, se adentra en su propio pasado.

Realidad y ficción se mezclan en este juego de triángulos concéntricos donde los personajes –hombres solos sin contrapuntos femeninos– sufren en silencio pasiones secretas no correspondidas. “Me encanta que sea una película tan pasional, con personajes con una sexualidad tan clara, tan omnívora… Todos se comen entre sí la carne y las emociones”, se arranca un locuaz Javier Cámara, cuyo personaje, Paca, (travesti amiga de Zahara) es el único contrapunto cómico de este atípico film noir. La femme fatale (interpretada por el mexicano Gael García Bernal), elemento indispensable del cine negro, es tachán, tachán… un transexual.

Si alguien echaba de menos al Almodóvar de La ley del deseo (1986), aquí encontrará muchas constantes de su cine transgresor: sexo, drogas, travestis, traumas de la educación católica, azar, homosexualidad… Además de la previsible escandalera que levantará entre las sotanas católicas, las fuertes escenas sexuales pueden condenarle definitivamente al infierno. Los actores reconocen que han hecho una película “muuuuuy gay”: Fele practica sexo anal con Gael; Gael se lo monta con Alberto; Alberto disfruta con la felación de Javier… “¿Gay?”, corrige el director, que en la sesión de fotos se muestra preocupadísimo por su papada. “Ésta ni siquiera es una película sobre homosexuales, aunque los hombres se acuesten con los hombres. La película trasciende esas etiquetas”.

P. Según Pertegaz, “los modistas homosexuales no suelen perder el pulso y mantienen una cierta frialdad ante las mujeres mientras las visten. Son condiciones indispensables en este oficio”. ¿Almodóvar pierde el pulso en función del sexo del actor?
R. ¿Y por qué me tienes que comparar con Pertegaz, con todos mis respetos para él?
P. Porque es usted un cineasta de alta costura…
R. Entiendo… Mi mano tiembla también cuando el actor no es objeto de deseo. No creo que haya “una sensibilidad homosexual” a la hora de dirigir hombres o mujeres. Lo que hace falta es saber del alma del ser humano. Dudo que la homosexualidad, artísticamente hablando, ayude en ningún aspecto. Todo depende de otros factores que tienen que ver con el talento.
P. ¿Sin la mala educación que recibió, su cine sería el mismo?
R. No lo sé. A lo mejor no hubiera hecho esta película… A mí no me cambió el colegio; me olvidé de él cuando lo dejé, lo mismo que me olvidé de la mili, a la que fui voluntario con 17 años para quitármela de encima. Pero los frailes me ayudaron a situarme frente al catolicismo. La gran ventaja de recibir una mala educación es que te pone muy pronto frente a las cosas que no quieres para tu vida.
P. ¿Sobran curas docentes; sobra el inmovilismo de la enseñanza religiosa para llegar a una educación como Dios manda?
R. Está muy bien que se enseñe Historia de las Religiones; la religión es una necesidad, por eso se han creado tantas. Un niño tiene que saber quién es Cristo y quién es Alá, eso es cultura, pero la Conferencia Episcopal no puede ir imponiendo su doctrina. El fanatismo religioso sólo produce tragedias. A mí lo que me interesa mucho es la liturgia católica. Cuando veo una boda todavía se me saltan las lágrimas, porque no hay una fórmula más hermosa de unir a dos personas, aunque sepas que eso es mentira.
P. El padre Manolo de La mala educación hoy se podría llamar Edelmiro Rial. Además de tener un nombre muy cinematográfico, este ex cura de Religión ha sido condenado a 21 años de cárcel por abusar de seis monaguillos en Pontevedra. La realidad supera a la ficción…
R. Si no existiera el celibato no se darían tantos casos de abusos. La
sexualidad tiene que reventar por algún lado, y a veces revienta con lo que tienes más cerca. Pero la Iglesia es sorda. En un documento secreto de 1964, Juan XIII, aquel gordito simpático que nos caía tan bien, daba instrucciones a todos los obispos del mundo para que ocultaran los casos de abusos sexuales, amenazando con la excomunión en caso contrario. Lo terrible no era que el abuso ocurriera, sino que se hablara de él.

Javier Cámara : “Yo estuve interno cinco años en un seminario de Logroño. Los curas salvatorianos nos mantenían a raya con su disciplina germánica. No conocí abusos sexuales, pero sí tratos vejatorios. Organizaban festivalitos musicales y nos hacían subir al escenario, cosa que agradezco, pero yo acabé odiando a la Iglesia tras salir de ese colegio”.

Ambos se confiesan agnósticos por la gracia de Dios. Pero hablemos de cine y su reflejo. ¿Qué sintieron los cuatro maleducados al observarse por primera vez en LME? ¿Comparten las impresiones de su compañero Gael? “Al verme en La mala educación sentí algo muy extraño: no había sorpresas”, ha declarado el actor mexicano, que interpreta a tres personajes: Juan, Ángel y Zahara. “Siempre me había pasado que entre la actuación y el montaje salía algo inconsciente, reacciones que no esperaba en mí. Esta vez todo salió como esperaba. Lo raro es que trabajé a partir de puras inseguridades…”.

Almodóvar: “Es la primera vez que un actor me dice algo parecido. Carmen Maura, al verse en Qué he hecho yo para merecer esto, me comentó asombrada: ‘¿Ésa que sale ahí soy yo?’. Todos los actores recuerdan su parte, pero no son conscientes de mi manipulación durante el rodaje y el montaje. Trabajan en trance, ¿cómo van a ser conscientes de lo que voy a contar? El único que lo sabe soy yo. Probablemente, Gael quiso decir otra cosa, no hay que darle importancia…”.

Y dicho esto, se dirige teatralmente a su trouppe: “A ver, responded: ¿os habéis sorprendido a vosotros mismos? ¿Y os ha gustado? ¿Y os ha alegrado estar dentroooooo?”. Las carcajadas vuelven a estallar en el cuarto oscuro.

Cómodo en su papel de showman (que incluye el de director tirano), el astro de Calzada de Calatrava (Ciudad Real) juega a interrumpirles apenas abren la boca. “Luego les doy la oportunidad de que hablen por sí mismos”, bromea dirigiéndose al periodista, incapaz de formular con un mínimo orden sus preguntas. “Ninguno sois lo que creéis ser”, prosigue, “excepto Ferreiro, que a primera vista, y a segunda vista también, tiene un culo tan hermoso como la cara. Lo digo en serio: en su caso se cumple el refrán de que la cara es el espejo del culo”. (Los chicos, tirados por los suelos).

Alberto Ferreiro (azorado): “A mí también me ha encantado verme… Pero mi personaje, un joven descarriado y sin prejuicios, no es tan radical: yo no tuve que travestirme como mis compañeros”.

(Ferreiro, 20 años, encarna al único personaje medianamente heterosexual, aunque a veces se deja hacer. La cámara explota su cinegenia regodeándose en su efébico desnudo, puro objeto de deseo. Ha intervenido en El otro barrio Salvajes, pero Almodóvar le fichó tras verle bailar un pasodoble bajo la lluvia en Soldados de Salamina. “Imaginaba que era un gigante y me encontré con un chaval. Pensé: ‘Me van a denunciar por corrupción de menores’. Él es el Enrique adulto e idealizado. Zahara se reencuentra con el niño que amó, se sube al trono y le hace el amor”).

Javier Cámara: “Me sorprende lo que Pedro puede sacar de mí. Como en Hable con ella, aquí me ha epatado. Le ha dado a Paca una densidad mayor de lo que imaginaba. Es como la criada fiel de la señorita; da la vida por Zahara e intuye que está abocada a la tragedia”.

(Cámara, 36 años, popular por Ay señor, señor, Siete vidas, Torrente Io Torremolinos 73, interpretó al enfermero Benigno en Hable con ella, papel por el que recibió el premio al mejor actor europeo de 2002. “Se ha currado un personaje episódico como si fuera protagonista. Su composición es rica, exhaustiva, tronchante”, explica el director, que define a su amigo como un actor todoterreno).

Fele Martínez: “Mi sorpresa ha sido verme tan maduro. Aparento más edad. Mis secuencias más difíciles no eran las de contenido sexual, sino aquellas en las que me limitaba a escuchar para que el espectador supiera, con sólo mirarme a los ojos, lo que estaba pasando”.

(Fele, 29 años, goya al mejor actor revelación por Tesis, participó en la película muda incluida en Hable con ella. Interpreta al mismo personaje que Alberto Ferreiro –a Enrique– en otro momento de su vida. “Escuchar de verdad es muy lucido; Katharine Hepburn lo hacía muy bien”, apunta el director, que le obligó a ponerse cachas en el gimnasio y le bajó la tesitura de voz. Almodóvar se siente identificado con su personaje: “Al igual que yo, cuando escribe un guión, investiga para armar un personaje, una historia. Y el espectador descubre mientras él descubre).

Fran Boira: “Me quedé sin habla. Interpreto al Ignacio real, al niño acosado que se hace transexual y drogadicto. Está en un proceso de cambio de sexo y recurre al chantaje para conseguirlo. Lo último en lo que pensé es en que mi personaje fuera transexual. Me preocupaba qué le pasaba, y aunque tiene un comportamiento brutal, no le juzgué.

(Boira, 33 años, es conocido por Taxi, Novios y la teleserie Todos los hombres sois iguales. “Fue el único superviviente del casting de travestis que hice hace cuatro años, cuando el guión no estaba cerrado”, comenta Almodóvar).

El sambenito de ser “uno de los mejores directores de actrices del mundo” aburre un poco al director manchego: “He escrito más papeles femeninos que masculinos, y he tenido la suerte de trabajar con las mejores actrices españolas, o de inventármelas. Pero la balanza ya está equilibrada. En La mala educación todos los actores son hombres y están soberbios”.

P. Ha dicho que para usted el cine es cada vez más una forma de mostrase tal como es. Asegura que LME no es una película autobiográfica en el sentido de que no cuenta su vida, pero sí muy íntima. ¿Hasta qué punto se ha desnudado en cada personaje?
R. Mi yo más íntimo está representado en esta película. Me identifico con el director de cine, pero sobre todo con el malo de la película, el Sr. Berenguer [el cura Manolo, años después, cuando se convierte en un señor casado que lleva una doble vida]. La película es inconcebible sin Daniel Giménez-Cacho y sin Lluis Homar [que interpretan al cura]. Nunca les agradeceré lo suficiente su falta de prejuicio y su ilimitada disposición para complacer a un director insaciable como yo.
P. ¿Le llegaron a preocupar las posibles secuelas psicológicas que el rodaje podía acarrear a los niños?
R. Antes de cada secuencia yo iba acojonado. Pero los niños de 13 años ya saben lo que es masturbarse, y tanto Raúl como Nacho diferenciaron muy bien el juego de la realidad y la ficción. En una ocasión estaban jugando con Daniel Giménez-Cacho. Yo quería separarlos y les dije: “No juguéis con ese hombre, que es un cerdo y os hace cosas malas”. Y me dijeron: “Estamos jugando con Daniel, no con el padre Manolo”. Eso me dio mucha tranquilidad. Están maravillosos. Se han empeñado en ver la película, pero yo no quiero. Si yo tuviera un hijo de 13 años no le llevaría.
P. ¿Ha fichado ya a su próximo chico Almodóvar?
R. Me gustaría trabajar con Sean Connery; él ya se me ha ofrecido. No me voy a pasar la vida buscando a Antonio Banderas…

Siempre hay un travestiHace cuatro años, cuando el guión de “La mala educación” estaba aún por cerrar, Almodóvar empezó a travestir a todo actor español en edad de merecer. De una lista de cien candidatos, Eduardo Noriega quedó finalista para encarnar a Zahara, la “femme fatale” de su “film noir”. “Era la más guapa de todas. Ava Gardner. Pero sus hombros no podían camuflarse; de cuerpo entero daba burranca, burranca”. Y en estas llegó Gael (en la fotografía, junto al director), que “daba muy atractivo de chico y de chica. Eso era esencial para entender la relación de su personaje con el resto, la intensidad con que todos se obsesionan con él”. Quizá sea Pedro Almodóvar el mejor inventor de travestis de la historia del cine. “Me gustan mucho. Como personaje es un revulsivo. Dramáticamente, es un elemento ante el cual los demás tienen que manifestarse. En su presencia se desenmascaran. Además, intensifica la acción, la acelera y la hace más interesante”. En 1971 viajó a París y allí conoció a La Agrado, una sirvienta andaluza que años después le inspiraría el transexual interpretado por Antonia San Juan en “Todo sobre mi madre”. Se ha servido de Miguel Bosé, Toni Cantó o Javier Cámara para homenajear a unos “seres heroicos capaces de retar a su propia naturaleza”… Y se ha travestido a sí mismo.

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