PASADO Y FUTURO DEL SANITARIO MÁS DELICADO

Compartir

¿Ha llegado el final del bidé?

La falta de espacio en los baños, así como el escaso o nulo uso que muchas personas hacen del bidé, están desterrando al tradicional sanitario de los hogares españoles. Sin embargo, muchos usuarios recalcitrantes reivindican las bondades higiénicas de esta cuestionada palangana con chorro. Lejos de considerarlo una reliquia, desean larga vida al compañero de fatigas del inodoro. Para ellos, el papel higiénico no es suficiente.

Por JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

 

Cuando reformó su nueva casa, Cristina Doce no tuvo ningún reparo en prescindir del bidé. Para esta abogada madrileña de 39 años, casada y con dos hijos, este «recipiente ovalado instalado en el cuarto de baño, que recibe el agua de un grifo y sirve para el aseo de las partes pudendas» (como lo define el Diccionario de la RAE) es «un objeto vetusto e innecesario». «En su lugar, coloqué un armario, mucho más práctico», dice sin pizca de remordimiento. No siente nostalgia hacia este compañero triste y solitario del retrete, que más de uno ha llegado a utilizar como contenedor de ropa sucia, revistero, lavadero de pies o cubitera donde enfriar cervezas.

Sostiene Cristina que una ducha diaria es suficiente para mantener una adecuada higiene corporal. «Usar el bidé no te convierte en una persona más limpia. De hecho, yo lo asocio a personas poco habituadas a ducharse todos los días», explica. La escritora Lucía Etxebarría se abstiene de usarlo porque «es antihigiénico; una forma de pillar cistitis, pues muchos gérmenes situados en la zona perianal se trasladan a la vaginal». Y Mikel Urmeneta, director creativo de la famosa marca de camisetas Kukuxumusu, reconoce que le dan «un poco de asco si no son de uso personal. De no serlo, me quedo con los modernos inodoros japoneses, con su gama de chorros, jabones, perfumes, temperaturas, músicas y ruidos». En su casa siempre ha habido bidé, añade, «pero nunca se ha usado para enjuagar las entrepiernas, sino para realizar las acciones más curiosas. Una vez, mi hermano pequeño lo utilizó para cepillar cangrejos. Siempre los había visto cocidos, de color rojo, y al verlos vivos, con su color verdoso, creía que estaban llenos de mierda».

Más explícita que la Real Academia Española, la Wikipedia lo describe como un «recipiente bajo con agua corriente y desagüe, generalmente fabricado de porcelana o loza, ideado para limpiarse los órganos genitales externos y el ano», y además señala su utilidad para baños de asiento en personas que padecen hemorroides. El abogado Fernando Márquez (apellido supuesto) puede dar fe de ello. Sin ser un fundamentalista de la higiene, este valenciano de 30 años asegura que ducharse todos los días no es incompatible con utilizar el bidé cada vez que uno hace sus necesidades. «El papel higiénico no basta», asevera. Hasta los 16 años usaba la cubeta de loza para poner a remojo los pies después de jugar al fútbol. Hasta que empezó a salir de marcha y, como consecuencia del alcohol, comenzó a sufrir las molestas almorranas. «Mi madre me recomendó que me diera baños de asiento para calmar la zona con agua fría. Desde entonces, si no paso por el bidé me siento sucio».

Su encendida defensa no traspasa su círculo más íntimo, de ahí que prefiera no revelar su verdadero apellido para no ser identificado. «Como su uso se asocia a las chicas, más de uno pensaría que no soy muy masculino o me tacharía de cursi». Para su consuelo, existe un grupo en Facebook denominado Usuarios Orgullosos del Bidé, uno de cuyos miembros clama desesperado: «¡Estoy de intercambio en USA y extraño al bidé más que a mi familia!».

La palabra bidé (o bidet) es de origen francés y significa ‘pony’, en referencia a la postura que se adopta al sentarse (en francés antiguo, bider significaba trotar). En sus formas primigenias estaba colocado sobre un caballete y se usaba en el dormitorio. Algunas fuentes señalan que fue creado a finales del s. XVII por fabricantes de muebles franceses, como receptáculo de agua destinado a los jinetes doloridos. Pero parece que fue a principios del XVIII cuando se inventa el bidé moderno. Según el escritor Néstor Luján, fue mencionado por primera vez en 1710 en Francia, cuando madame de Prie recibió en audiencia al marqués de Argenson sentada en su bidé. Se anuncia comercialmente en París a partir de 1739. Y hacia 1770, cuando el mobiliario del baño empieza a adquirir cierta complejidad y la jofaina (antesala del lavabo) toma nuevas formas, el bidé ya aparece como un elemento más del baño.

¿CANTO DEL CISNE?. Más de dos siglos después, esta palangana con chorro vive sus horas más bajas, al menos en España, de modo que la pregunta es inevitable: ¿Asistimos a la muerte lenta del bidé o mientras haya ‘bideístas’ hay esperanza? «Tiene los días contados», certifica, como dando la extremaunción, Alfonso García, propietario de la empresa de reformas AGT. Desde hace aproximadamente cinco años, viene observando que sus clientes prescinden de él «en un 80% de los casos, y lo mismo está ocurriendo con las bañeras». Este técnico recuerda que un aseo mide 2×2 metros de media, y el bidé necesita un espacio de 70 cm para usarlo en condiciones; es decir, para cabalgar holgadamente sobre él. «Hasta hace poco era impensable quitarlo, porque una casa sin bidé parecía incompleta. En cambio, ahora se ve como una antigualla».

En El Rincón del Baño, empresa madrileña especializada en reformas e instalación de aseos, las ventas de bidés han bajado de un 50% a un 60% respecto a los últimos cinco años. «De cada 38 inodoros que instalamos en 2008, apenas colocamos siete bidés», resume el propietario, José García. Como su colega, cree que este sanitario tiene los días contados, aunque matiza que la gente mayor se resiste a quitarlo. «No obstante, también hay jóvenes que, o bien optan por instalar modelos más modernos, o lo sustituyen por un manguito de ducha colocado al lado del váter». Entre las empresas que comercializan este dispositivo está Griferías Galindo. En opinión de la gerente de la empresa, al bidé aún le queda recorrido, pero las nuevas costumbres sociales (como darse una ducha rápida en el gimnasio) hacen que la pieza esté en la cuerda floja.

Mientras, los fabricantes se resisten a darle la puntilla y apuestan por la reinvención. Joseph Congost es el responsable de diseño de Roca, icono del sanitario en España: «En proyectos con claras limitaciones de espacio, se tiende a no contar con esta pieza. A pesar de ello, está culturalmente muy arraigado en nuestro país, por lo que su instalación es mayoritariamente solicitada. Desde 1976 todas las viviendas protegidas de cuatro o más habitaciones deben contar con uno», explica el director del Roca Design Center. La empresa considera el cuarto de baño como «un lugar privado donde debe primar la tranquilidad y el bienestar», tendencia a la que contribuye el Multiclín, un inodoro cuyo asiento tiene funciones de bidé, con aplicaciones como secado por aire caliente y calefacción en el asiento.

Para Alexander Bech, director ejecutivo de la multinacional Duravit, competidora alemana de Roca, «no se puede decir que agonice, porque sigue siendo el estándar higiénico de un cuarto de baño completo». No obstante, reconoce que en España las ventas han caído de forma moderada: si en 2004 la empresa vendió 1,5 veces más inodoros que bidés, en 2008 fueron 2,3 veces más. Desde hace 20 años, esta multinacional trabaja con diseñadores de renombre internacional como Philippe Starck. «Lo importante es que el bidé no sea un cuerpo extraño y se integre de forma armónica en el cuarto de baño», señala Bech.

La decisión de conservar o prescindir de su servicio suelen tomarla las mujeres, como apunta el arquitecto Ignacio Redruello, socio de Ping Pong Arquitectura: «Si las madres lo usaron y educaron en ese hábito higiénico a sus hijas, éstas suelen mantenerlo».

HIGIÉNICO SONDEO. A falta de un estudio riguroso sobre el uso del bidé en España, la web de Decoesfera, especializada en decoración, publicó los resultados de una encuesta en la que participaron unos 250 internautas. El resultado es que un 46% de los votantes opta por el bidé como una buena solución higiénica, ya sea de manera continua u ocasional, mientras el restante 54% no lo utiliza o sencillamente carece de él en su hogar. Entre los partidarios se observa que un 20% lo utiliza de manera esporádica y un 26% lo considera imprescindible para su higiene diaria. Entre quienes lo ignoran, un 33% asegura no usarlo nunca y un 21% declara no tener bidé.

Los detractores apenas ganan por un 9% de diferencia. Claro que «la minoría que sí lo usa es verdaderamente adicta», analiza Javier Garcés, presidente de la Asociación de Estudios Sociológicos y Sociales. Garcés diferencia entre el bidé como objeto de consumo o como hábito higiénico: «Como objeto, tiene un atractivo independiente de su uso. Da reparo quitarlo, porque de lo contrario el baño parece a medio hacer. Desde el punto de vista de la higiene, la ducha le ha ganado terreno. Pero que el artilugio en cuestión sea tan versátil, que tenga casi más usos heterodoxos que ortodoxos, hace que no acabe de desaparecer del todo», añade este experto en consumo.

Como dato curioso, en el Hotel Palace apenas lo utilizan un 2% de los clientes según un sondeo interno realizado a las camareras del hotel. «De un total de 468 baños que tiene el establecimiento, sigue habiendo 325 con bidé. Pero en la reforma del quinto piso que hicimos hace poco prescindimos de la mitad, no para ganar espacio, sino porque está claramente en desuso», comenta la portavoz de Relaciones Públicas. A la clientela quizá le ocurra lo mismo que al protagonista de Cocodrilo Dundee: cuando entra en un hotel de Nueva York y se topa con uno, cree que sirve para lavarse la espalda. Los bidés no tiene el mismo arraigo en todos los países. Son comunes en el sur de Europa (Italia, España, Portugal y Grecia); apenas los conocen en Latinoamérica, a excepción de Argentina, Uruguay y Brasil; dentro de África, Egipto y Marruecos son los países más pro bidé; quienes más lo utilizan en Asia viven en Japón, India y Corea del Sur; y entre los países árabes que más recurren a él destacan Líbano, Siria y Jordania. Paradójicamente, en Estados Unidos son mucho menos comunes que en Europa y Asia, a pesar de que Norteamérica es el mayor productor. Su uso, al igual que en México, está con frecuencia ligado a un alto estatus social. En Inglaterra, el recipiente nunca ha sido admitido del todo por resultar demasiado indecoroso. «La primera vez que lo vi, pensé que era un extraño váter sin tapón y sin silla donde los europeos se lavaban el pelo», recuerda Blas, diseñador de la revista ‘Hello!’ en España.

Desde el blog 86400.es vaticinan que «el bidé morirá». Su autor ha llegado a tan dramática conclusión tras analizar un sondeo que ha realizado a 264 personas. Un 73,2 % de los votantes varones aseguran que no lo utilizan, frente al 26,8 % que reconocen hacerlo. Por su parte, un 65,4% de las mujeres encuestadas afirman haberlo desterrado, mientras que un 34,6% sigue recurriendo a él. Más de 233 comentarios a favor y en contra prueban que el tema interesa en la Red. Algunas opiniones son esclarecedoras, como la que dejó escrita Mr. X, un usuario argentino: «En España, el bidé está mal diseñado; el chorrito sale de arriba hacia abajo, como un grifo, con lo cual, con suerte, te limpiará la parte baja de la espalda, pero al culo no le llega ni gota, a menos que trabajes en el Circo del Sol».

PROHIBIDO. Pero el bidé que se utiliza en Argentina, con ducha perineal (que suelta el agua desde el centro hacia arriba), está prohibido en muchos países por posibles problemas sanitarios. «Si hubiera un corte del suministro de agua con la válvula abierta, el agua servida puede reintroducirse en la red mediante vasos comunicantes, contaminándola», advierte el arquitecto argentino Carlos Didi Libedinsky, quizá una de las personas más doctas en el mundo del sanitario. Es propietario de un museo que alberga 70 inodoros y 70 bidés de diferentes épocas. Libedinsky apunta que el bidé «no es un artefacto de baño sino de dormitorio. En la antigüedad no tenía patas, se usaba en la cama o apoyado en un caballete y estaba diseñado para usarse como un método anticonceptivo». ‘Bideísta’ convencido, desde el punto de vista de la higiene no entiende a los detractores: !¿Acaso basta limpiarse la boca con papel tras haber comido macarrones con tomate?».

En el período de 1895 a 1929, coincidiendo con el desarrollo del sanitario, Argentina potenció una gran cultura higienista. Esto explicaría la actual devoción de los argentinos por el bidé, en contraste con la indiferencia de los británicos. Mientras los primeros crearon una Asociación Francoargentina de Reivindicación y Desarrollo del Bidet, en Inglaterra se editó un ensayo titulado ‘Can we afford the bidet’? (¿podemos permitirnos el bidé?). «Los ingleses no lo soportan porque lo inventaron los franceses», replica un usuario bonaerense.

Esté o no el bidé en vías de extinción, recientemente hemos sabido que el compañero solitario del váter no falta en Villa Certosa, la polémica mansión de Berlusconi en Cerdeña. «No te imaginas las nalgas que se han sentado en este bidé», le confesó al ex presidente francés Chirac, en alusión a las hermosas mujeres que hasta hace poco desfilaban por su lujurioso cuarto de baño.

10 ARTISTAS LO RECONVIERTEN EN ESCULTURA

1. RABLACI. Escultor y fotógrafo (Valencia, 1987). «Realicé mi obra con elementos de una pieza ya existente. Se trata de una tertulia en un bidé. Hay uno de los personajes enfocado que sí pertenece a la tertulia pero permanece ausente. Esto pasa muy a menudo en el día a día y decidí reflejarlo».

2. JULIO CUARESMA. Artista multidisciplinar (Luanda, Angola, 1958). «Es una metáfora sobre el mundo contemporáneo. Creo que es importante que un artista tenga sus propias ideas políticas. En este caso, he querido ofrecer una visión irónica sobre los problemas geopolíticos actuales. Los bidés tienen forma de barcos de batalla. Están capitaneados por Zimbawe, Irán y Corea, respectivamente. Éstos son tres países cuyos dirigentes son una ofensa para la democracia y para la libertad. Por lo tanto, tomé la forma para crear el concepto. El bidé es un objeto actualmente en desuso, como también lo son los ideales y los conflictos que provocan estos tres países. La figura del perro representa la fidelidad impuesta que sufre el pueblo».

3. MIQUEL NAVARRO. Pintor y escultor (Mislata, Valencia, 1946). «Mi obra representa un pequeño lago purificador. El paisaje está construido por elementos que hacen referencia a los genitales de los humanos, que utilizan el bidé para su limpieza».

4. PACO CAPARRÓS. Fotógrafo (Baza, Granada, 1954). «Pretendo enfrentar al observador con el sentimiento de miedo al dolor en lo íntimo, a lo inestable, al desconcierto en el uso de lo cotidiano. Miedo a traspasar el umbral de lo conocido y enfrentarse a situaciones reales o imaginarias que desconciertan el sentido de lo real. El desasosiego propio de lo que no es lo que es, la pesadilla que parece real… O lo real que se transforma en pesadilla. Objeto de uso cotidiano, inofensivo y refrescante, transformado en conciencia inquietante de una realidad manipulada en lo más profundo del ser humano: el miedo».

5. ALBERTO BAÑUELOS. Escultor (Burgos, 1949). «Para esta obra he utilizado el lenguaje de la reconstrucción. Para ello, primero destruí el bidé y luego lo creé de nuevo, dándole una forma distinta. Parecen las teclas de un piano. Mi objetivo es conseguir una mirada diferente de un objeto cotidiano a través del lenguaje escultórico».

6. NATIVIDAD NAVALÓN. Escultora (Valencia, 1961). «He querido reflejar dos elementos: por una parte, el terciopelo, elemento que connota sutileza, dulzura, cariño y, sobre todo, que hace referencia al trono. Por otra parte, el grifo es un elemento fálico de hierro que penetra en el color granate del terciopelo. Según la perspectiva, destaca un elemento sobre el otro: en la fotografía frontal destaca el terciopelo como si fuera un nido que arropa. Desde arriba, resalta el grifo: fálico, penetrante».

7. RAMÓN DE SOTO. Escultor (Valencia, 1942). «Para mí, el bidé tiene relación con el amor. He querido reflejar el sentido de la propia existencia. El laberinto representa la búsqueda del destino y el centro, donde cae el chorro de agua, es el objeto de esta búsqueda. El grifo tiene cierta forma fálica y, el hecho de que el chorro de agua coincida con el agujero, representa la importancia de la relación con el otro sexo. Simbólicamente, desde la mitología, del agua surge la vida; por eso, mi obra se llama ‘El sentido de la vida'».

8. ELADIO DE MORA. Artista multidisciplinar (Toledo, 1960). «Para la realización del bidé me he basado en el Monstruo de Leganés, mi último trabajo a gran escala. Se trata de una representación del monstruo del lago Ness construido en Leganés por la curiosa similitud de sus nombres. Del mismo modo, fue un gran reto intentar acercarme a Gaudí, como es visible en este Nessy».

9. BERNARDI ROIG. Artista multimedia (Palma de Mallorca, 1965). «Es un dibujo de la serie del storyboard de Leidy B, filme que realicé para el ciclo Por(no)pulsión, en 2001. El bidé es el trono de las prostitutas y el lugar de humillación de sus clientes, sobre todo, porque ellos nunca se quitan los calcetines. Mientras ella, la gran sacerdotisa, verifica la temperatura del agua, a él se le arruga el miembro hasta la desaparición. El bidé es la necrosis del deseo».

10. CARMEN CALVO. Pintora (Valencia, 1950). «Mi obra consiste en concebir un objeto tan cotidiano como el bidé en una obra de arte, tal como hizo Duchamp. Lo he convertido en una fuente para transmitir la connotación de placer, del disfrute que produce el agua en cualquier parte del cuerpo. Es, simplemente, un plato ovalado de cerámica donde cae agua. Esta obra no persigue tanto un objetivo artístico, sino un concepto».

UNA PALANGANA CON PATAS…Y MUCHA HISTORIA

El vocablo bidé procede del francés y significa ‘pony’ (en el viejo francés, bider significaba trotar). Se cree que también deriva de la posible función de alivio de la musculatura –íntima– de los jinetes tras las carreras.

Durante la primera comercialización del bidé en París, un chocante error mercantil lo ofreció como una caja de violín de porcelana con cuatro patas.

Algunas referencias apuntan a que se diseñó como utensilio de higiene íntima para las relaciones pre y postcoitales, y también como método anticonceptivo.

Durante la Revolución Francesa era un signo de refinamiento, y parece que en esa época se usaba sólo para lavar bigotes y barbas.

Se cree que Napoleón era gran usuario, y cuando murió donó el suyo a su propio hijo. Así se popularizó entre nobles y burgueses.

En el Museo Klo & So, sala con históricos sanitarios en Gmunden, Austria, se encuentra el bidé de la Emperatriz Elisabeth de Wittelsbach, más conocida como Sissí. Igualmente disponen del de su hijo, el príncipe heredero Rudolf, que acabó suicidándose.

A pesar de que no se conoce inventor, existen teorías que apuntan a Christophe des Rosiers, un fabricante de muebles para los reyes, y a Marc-Antoine Jacoud .

El ya disuelto grupo humorístico La Trinca dedicó una jocosa canción al supuesto barón de Bidé que decía: «Famosísimo inventor que especulaba con la posibilidad de tomar baños de asiento sin perder la dignidad».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *